Hola! si estás aquí seguramente te gustan los cuentos, si alguno de los que publico te atrae de manera especial y te gustaría utilizarlo, PRIMERO me pides permiso al mail valuenh.asoc@outlook.com ¡Muchas gracias y que disfrutes!

martes, 23 de diciembre de 2014

CUENTO NAVIDAD 2014

Otro año se va y uno nuevo comienza, aquí os dejo el último cuento de este año. 

¡FELICES FIESTAS A TODOS!





UNA ESTRELLA PARA EL ÁRBOL

Faltaba tan sólo un día para la Navidad. En la fábrica todo estaba casi dispuesto para la noche de más actividad. Todos los elfos y elfas de Reye’s & Papa’s ultimaban los preparativos para la noche N. Las cafeteras y teteras humeaban, llenando el aire con sus aromas. Las chocolateras también trabajaban sin interrupción, aunque su olor no era tan penetrante como algunos de los exóticos tés de oriente.
Dael era un elfo de Papa’s, estaba en la sección de denegaciones, la sección menos atractiva de toda la fábrica, pero también necesaria, cada vez más. Al elfo le costaba entender cómo año tras año le seguían llegando, he incluso aumentaban, peticiones de regalos que una y otra vez denegaba. ¿Porqué había aún niños (e incluso adultos) que confundían los animales con juguetes? De no ser por el PET (programa de eficiencia en el trabajo) Dael no sabría la cantidad de denegaciones que había enviado.
Se sirvió una taza de chocolate caliente y mientras esperaba que se enfriase un poco comenzó a redactar la siguiente denegación.

“Estimados Pablo y María,
        
 Se ha estudiado con detenimiento vuestra petición de un cachorro para estas Navidades. Papá Noel os quiere recordar que los animales NO son juguetes. Si queréis una mascota os sugerimos que ADOPTÉIS una. Es tan sencillo como ir a la protectora de animales más cercana a vuestra casa, como vivís en Manresa os recomiendo la de ADE, está en la carretera a Fonollosa BV 3008 Km 7, os dejo un link a su página web http://www.asociaciondefensaequidos.org/
       
Papá Noel os desea unas Felices Fiestas y queda a vuestra disposición por si queréis pedirle algún juguete.”
Feliz Navidad os desea
Dael elfo
Responsable Departamento de Denegaciones
Reye’s & Papa’s S.Coop


Envió el mail y se tomó un sorbo de su chocolate. Ya le quedaba menos. La siguiente denegación era para un pueblecito del sur de España, así que tendría que consultar el listado de protectoras de la región, porque el nombre del pueblo no le sonaba de nada. Al cerrar el fichero aprovechó para mirar por la ventana. Nanco, que llevaba la sección de Rompecabezas, se entretenía haciendo guirnaldas de oropel, desde que los videojuegos se impusieron a los rompecabezas tenía poco trabajo. Sinauca, que se ocupaba de la sección Puzles, estaba bastante más ocupada, aunque seguramente terminaría pronto, tuvo una idea estupenda al incluir el 3D a su sección, así el interés se había mantenido.
Dael se disponía a volver a su mesa cuando vio que Naia entraba en la sala. Saludaba a Nanco, le dejaba una ramita de acebo a Sinauca y seguía caminando en dirección ¡a su despacho! De dos saltos se sentó en su butaca y comenzó a escribir. Si Naia entraba quería que lo viera trabajando.
Dos golpes sonaron antes de que la elfa abriera la puerta y entrara, iluminando el cuarto con su sonrisa ancha y alegre, la que tenía a Dael enamorado desde hacía dos Navidades.
-Hola Dael, ¿Te molesto?
-¡En absoluto! Pasa Naia, ¿Te apetece una taza de chocolate?
-Sí gracias, pero sólo media, no tengo mucho tiempo.
El elfo le llenó media taza y se la ofreció. Naia le rozó la mano al cogerla y Dael sintió una descarga eléctrica por todo el cuerpo. Se quedó quieto frente a la elfa, observando cómo ésta apuraba la taza y se la devolvía.
-Gracias Dael, es realmente delicioso. Te preguntarás qué hago aquí - Dael estaba tan extasiado de tenerla tan cerca que fue incapaz de contestar, así que la elfa le siguió contando-. Pues este año he sido la elegida para traer la estrella del árbol y bueno, he de confesar que aún no he sido capaz de encontrar ninguna, y me preguntaba, si serías tan amable de ayudarme.
-Claro, por supuesto, pero, pero, yo, yo no soy buscador.
-No, ya lo sé, pero me han dicho que tu entiendes mucho de animales y necesito alguien así. He pedido que me presten a Cometa, Gavo me ha dicho que conoce muy bien el cielo y seguro que puedo encontrar una buena estrella para el árbol.
-Será un placer acompañarte Naia.
-Pues vamos, quedan sólo cuatro horas antes de encender el árbol y no puede faltar la estrella.
Naia cogió al elfo de la mano y literalmente lo arrastro tras ella, mientras salía como una exhalación de la sala, bajaba las escaleras, tomaba el ascensor hasta el ático de los renos y se paraba frente a la cerca de visita.
Dael silbó y al poco algunos renos se acercaron a la valla. Dael buscó a Cometa, y tras saludarlo le ofreció un puñado de heno. El elfo le explicó por qué lo necesitaban y le pregunto si podría acompañarlos. El reno frotó su hocico por el abrigo de Dael, lo que quería decir que estaba de acuerdo. Le pusieron una manta y se acomodaron en su espalda. El reno tomo un poco de carrerilla y saltó hacia el cielo, brincando y subiendo cada vez más y más alto.
Una vez llegaron al brazo sur de la Vía Láctea Cometa aminoró la marcha. Ahora estaban rodeados de estrellas que los miraban divertidas y susurraban entre ellas. Naia sacó su red de pescar con mucho sigilo y con un hábil movimiento la lanzó hacia un grupo de estrellas, al menos una tenía que atrapar.
El grupo de estrellas se dispersó por un instante y la red quedó vacía. Las estrellas se rieron de la elfa. Naia lo intentó de nuevo, pero las estrellas se movían en el último momento y la red sólo atrapaba espacio vacío. Tras media hora de infructuoso esfuerzo, y al notar Dael que la elfa comenzaba a preocuparse muy seriamente decidió sigerir un cambio de estrategia.
-Naia, me parece que querer pescar una estrella no es muy buena idea.
-¿Y cómo vamos a llevarla hasta el árbol?
-Bueno, podríamos pedírselo –la elfa lo miró sorprendida-.
-¿Pedírselo? ¿Tú crees que van a venir con nosotros sólo porque se lo pidamos?
-Bueno, si se lo pedimos con amabilidad; con amabilidad se consigue cualquier cosa.
La elfa arqueó una ceja, le costaba creer que una estrella se fuera con ellos tan tranquilamente, pero el tiempo apremiaba y no se le ocurría ya nada más. Tras dos semanas de esfuerzos sin resultados, probando todos (absolutamente todos) los trucos del Libro del Buscador y sin lograr nada de nada, estaba dispuesta a intentarlo. Guardó la red y miró a las estrellas.
-Necesito que una de vosotras venga conmigo a iluminar el árbol de Navidad de papá Noel.
Las estrellas se miraron y se rieron, una de color rojizo le contestó.
-No nos apetece.
La elfa se volvió hacia Dael.
-No les da la gana ¿alguna otra sugerencia?
Dael acarició el cuello de Cometa, bajó del reno y se dirigió al grupo de estrellas.
-Buenas noches, me llamo Dael, ella se llama Naia y somos elfos de Papá Noel. Este año aún no tenemos estrella para iluminar el árbol. Es muy importante que una estrella lo ilumine, da alegría y esperanza. Alegría porque una estrella es bella y la belleza alegra el corazón, también da esperanza, la esperanza de saber que por muy negra que sea la noche tenemos una luz. ¿Alguna de vosotras sería tan amable de venir por unos días a la Tierra y ser la estrella de nuestro árbol de Navidad? Los niños de todo el mundo serán muy felices.
Las estrellas susurraron entre ellas un momento.
-Será un placer –corearon alegres-.
-¡Muchísimas gracias! Soy muy, muy amables de venir con nosotros. Si hacéis el favor de seguir a Cometa, tardaremos un poquito en llegar hasta el árbol.
Dael subió al reno, tendió la mano y ayudó a subir a Naia. Cometa comenzó a brincar por el cielo y un enjambre de estrellas de diversos colores los siguió.
Aquel año el árbol resplandecía cargado de estrellas. La alegría y la esperanza se dispersaron por el mundo. Había países que la necesitaban con muchísima urgencia, sobre todo niños y niñas que apenas conocían las palabras: paz, abundancia, agua limpia…
Naia miraba el árbol, menuda lección había aprendido. Se decidió a ponerla en práctica en aquel mismo instante. Se acercó a Dael y le tocó el hombro para llamar su atención.
-Dael, me preguntaba, si serías tan amable de ser mi novio.
Dael creyó haber oído mal.
-Perdona, creo que no te he entendido bien, ¿Has dicho que quieres que seamos novios?
-Sí, sería un gran honor para mí.
-¡POR SUPESTO!
Dael se convirtió en el elfo más feliz de todo el universo, y es que tal como le decía su madre, con amabilidad se consigue cualquier cosa.







jueves, 20 de marzo de 2014

¡ FELIZ PRIMAVERA! FELIÇ PRIMAVERA!



LES CINC ESTACIONS


La Laia va arribar una mica esverada  a casa.
–Mare! la Lola m’ha dit que l’any té cinc estacions!!! 
-Això es veritat -va contestar la mare. 
-Però al col·legi hem estudiat les estacions i són quatre- va respondre la nena. 
-Laia, la cinquena estació es molt petita, i sempre es fica entre dos de grans, es per això que molta gent no la reconeix.
-I perquè és tan petita? - va demanar la nena.
La mare la va fer seure al seu costat i començà a explicar:
-Vet aquí una vegada fa molt, molt, de temps que l´Any es va sentir una mica sol i un xic cansat. Ell era l’encarregat de fer canviar el temps del fred a la calor, i de la calor al fred; perquè els animals i les plantes es reproduïssin i donessin fruit. Treballava dia i nit i no es podia permetre ni un minut de descans, car el temps s’aturava i res al món variava.

Un dia mentre observava les treballadores formigues va pensar:
-“Vés com s’ajuden entre elles i així la feina és mes planera. Si jo tingués qui m’ajudés, ve podria descansar de tant en tant”.
Dit i fet que l´Any agafa uns mesos del seu temps i es va fer una filla a la que anomenà Primavera, li donà els cabells verds i tot de flors eren el seu vestit; de pell rosada i molt alegre. 
Primavera va aprendre a donar escalfor, a poc a poc, per què les llavors despertessin, i omplissin el terra de plantes i flors. També cridava els animals perquè juguessin. El seu pare l’ensenyà a  portar el vent i la pluja; i entre tots dos feien la feina amb alegria.  
Però passat un temps, Primavera, va començar a sentir-se molt cansada; fins que un dia es quedà profundament adormida.
L´Any, que ja s’havia acostumat a tenir companyia, va decidir agafar una mesos més i creà un segon fill que anomenà, Estiu, amb el cabell vermell com el foc, i la pell bruna.
Com que era l’època de que els fruits maduressin, el va ensenyar a fer servir la calor, de manera que plantes i animals, tinguessin moltes ganes de créixer. A l´Estiu, l’agradà tant allò de la calor, que alguns dies feia pujar tant la temperatura, que els animals jeien endormiscats la major part del dia. 
Passaven els dies, i Estiu, també va començar a sentir un estrany cansament. Aixó feia que alguns dies la calor afluixés, fins que al cap de poc s’adormí, i res el feia despertar.
L´Any, que començava a  sospitar què passava, va agafar tres mesos més i els transformar en la seva tercera filla, la Tardor. Li posà aquest nom, perquè havia utilitzat per crear-la, el temps en el que les plantes que triguen a donar fruit, s’afanyen a fer-ho en aquets dies. 
De cabells grocs i marróns, amb la pell daurada, la Tardor era molt bella. El seu pare la va ensenyar a parlar amb els animals, perquè fessin rebost per els dies de fred. També li donà el secret de canviar el color de les fulles en alguns arbres; i li mostrar com fer ploure i esmorteir la llum, per que el món es recollís.
Quant l´Any va veure que la seva filla començava a endormiscar-se, la portar al palau sota terra, que  era casa seva, i li preparà un llit a la cambra on els seus altres germans dormien. Després agafà mes temps i creà el seu quart fill.
De pell i cabells  blanquíssims, Hivern va néixer a l’època del fred intens. El seu pare li donà el domini sobre el gel, la neu i el gebre, que feien que les llavors dormides, es preparessin per el temps de germinar. Aprengué la “Cançó de Molta Son”, amb la que els animals, dormien profundament als seus caus, dia i nit.
Mentre l´Hivern feia la seva feina, l´Any amb els cinc dies que li quedaven, va crear una filleta més. Era molt menudeta, i com que no tenia forces, l´Any, agafà uns dies de Primavera, altres d´Estiu, uns poquets de Tardor i demanà uns quants a Hivern.
La cinquena filleta, petitona i eixerida, té els cabells de tots colors i la pell irisada.
- Et diràs Cinc-Ena - li digué el seu pare amb solemnitat - i la feina que t’encomano es ajudar als teus germans. Ara faràs dormir a l´Hivern i despertes a Primavera, després tu et dormiràs. Quant despertis, veuràs que la teva germana comença a estar cansada, la faràs dormir i despertes a Estiu. Quan Estiu ja treballi de valent, tu tornaràs a dormir, i al temps just despertaràs. Et tocarà fer dormir Estiu i despertà a Tardor, llavors  tornaràs a dormir i quant sigui l’hora... 
-Despertaré!  I faig dormir a Tardor, i aixeco a Hivern -va dir Cinc-Ena tota seriosa.
El seu pare se la mirà orgullós. 
-Quina filleta tan intel·ligent per ser tan petita! També ajudaràs als animals i a les plantes a preparar-se entre estacions, que és com anomenaré al temps de cada un dels teus germans.

I així l´Any va repartir el seu temps en les quatre estacions que tots coneixem bé: la primavera que fa créixer les flors, l’estiu solejat, la tardor quan cauen les fulles i el fred  hivern. L'estació que fa cinc, la petitona, que té una mica dels seus germans, es troba al mig. Però quasi no es veu i molta gent la ha oblidat, tot i que si ens fixem bé, la podem veure entre els seus germans.
La Laia es mirà la mare molt seriosa i finalment demanà:
-Com puc saber quan son a la Cinc-Ena estació? -La mare la mirà i somrigué.
-Hi ha dues maneres, una memoritza’n aquesta frase “del dia cinc fins al vint-i-tres del més que canvia l’estació hi seràs en la transició”.
-Que vol dir això?-Demanar la Laia.
-Doncs que si la primavera comença el 21 de Març, del dia 5 fins el 23 de març som a l’estació de transició. 
- L’altra manera és més fàcil? -Va voler saber la nena.
-Podríem dir que sí, veuràs a l’estació de transició el nostre cos fa neteja per preparar-se per el nou temps, així que pots saber si ets a la Cinc-Ena estació quan sense cap raó tenim cagarrines.
La Laia esclatà a riure i li demanar a la seva mare que l’escrivís el conte per poder ensenyar-li a la Lola al dia següent.

  FI


  

LAS CINCO ESTACIONES


Laia llegó un poco alterada a casa. 
– ¡Mama! Lola me ha dicho que el año tiene ¡cinco estaciones!
-Es verdad -contestó la madre.
-Pero en el colegio hemos estudiado las estaciones y son cuatro -respondió la niña. 
-Laia, la quinta estación es muy pequeña y siempre se mete entre dos grandes, y  por eso mucha gente no la reconoce.
-¿Y porque es tan pequeña mami? -La madre la hizo sentar a su lado y empezó a explicar:
-Erase una vez hace mucho, mucho tiempo que el Año se sintió un poco solo y un poco cansado, él era el encargado de hacer cambiar el tiempo del frío al calor y del calor al frío para que los animales y las plantas se reprodujeran y dieran fruto. Trabajaba día y noche y no se podía permitir ni un minuto de descanso, puesto que el tiempo se paraba y nada en el mundo cambiaba.
Un día mientras observaba a las trabajadoras hormigas pensó:
-“Fíjate cómo se ayudan entre ellas y así el trabajo es mes fácil, si yo tuviera quién me ayudara podría descansar de vez en cuando”.
Dicho y hecho, Año cogió unos meses de su tiempo y se hizo una hija a la que llamó Primavera, le dio los cabellos verdes y un vestido lleno de flores. Tenía la piel rosada y era muy alegre.

Primavera aprendió a dar calor poco a poco, para qué las semillas despertaran y llenaran la tierra de plantas y flores; también llamaba a los animales para que jugaran. Su padre le enseñó a traer al viento y la lluvia; y entre los dos hacían el trabajo con alegría. 
Pero pasado un tiempo, Primavera, empezó a sentirse muy cansada, hasta que un día se quedó profundamente dormida.

Año, que ya se había acostumbrado a tener compañía, decidió coger unos meses más y creó un segundo hijo al que llamó Verano, cabello rojo como el fuego y la piel bien morena.
Cómo que era la época en que los frutos han de madurar, le enseñó a usar el calor de forma que plantas y animales tuvieran muchas ganas de crecer. A Verano, le gustó tanto aquello del calor, que algunos días, hacía subir tanto la temperatura, que los animales yacían adormilados la mayor parte del tiempo.
Pasaban los días, y Verano también empezó a sentir un extraño cansancio. Esto hacía que algunos días el calor aflojara; hasta que un día se durmió y nada lo hacía despertar. 
Año, que empezaba a sospechar qué pasaba, cogió tres meses más y los transformó en su tercera hija, Otoño. Para ella había utilizado para el tiempo, en el que las plantas que tardan en dar fruto, se apresuran a hacerlo en esos días. 
De cabellos amarillo y marrón, con una piel dorada, Otoño era muy bella. Su padre la enseñó a hablar con los animales para que hicieran despensa para los días de frío. También le dio el secreto de cambiar el color de las hojas en algunos árboles, le enseñó cómo hacer llover y amortiguar la luz, para que el mundo se recogiera. 
Cuándo Año vio que su hija empezaba a adormilarse, la llevó al palacio bajo tierra, dónde estaba su casa, y le preparó una cama en la habitación donde sus otros hermanos dormían. Después cogió más tiempo y creó su cuarto hijo.
De piel y cabellos  blanquísimos, Invierno, nació en la época del frío intenso. Su padre le dio el dominio sobre el hielo, la nieve y la escarcha; que hacían que las semillas dormidas, se prepararan para el tiempo de germinar. Aprendió la “Canción de Ganas de Dormir” con la que los animales dormían profundamente en sus madrigueras día y noche.

Mientras Invierno hacía su trabajo, Año, con los cinco días que le quedaban creó una hija más, muy pequeñita, pero cómo casi no tenía fuerzas, Año cogió unos días de Primavera, otros de Verano, unos pocos de Otoño y pidió unos cuántos a Invierno.
La quinta hija, pequeñita y vivaracha, tiene el cabello de todos los colores y la piel irisada. 
- Te llamarás Quin-ta. - le dijo su padre con solemnidad - y el trabajo que te encomiendo es ayudar a tus hermanos. Ahora harás dormir a Invierno y despertarás a Primavera. Después de hacer esto, tú te dormirás. Cuándo despiertes verás que tu hermana empieza a estar cansada, la harás dormir y despiertas a Verano. Cuando Verano esté ya trabajando, tú volverás a dormir; y despertarás justo a tiempo para hacer dormir a Verano y despertar a Otoño. Volverás a dormir, y cuándo sea el momento… 
-Despertaré y hago dormir a Otoño y levanto a Invierno -dijo Quin-ta muy seria. 
Su padre la miró orgulloso.
-¡Qué hijita tan inteligente para ser tan pequeña! También ayudarás a los animales y las plantas a prepararse entre estaciones, que es como llamaré al tiempo de cada uno de tus hermanos.

Y así el Año repartió su tiempo, entre las cuatro estaciones que todos conocemos bien: la primavera que hace crecer las flores, el caluroso y soleado verano, el otoño cuando caen las hojas y el frío invierno. Y la estación que hace cinco, la pequeñita, que tiene un poco de sus hermanos, se encuentra en medio. Pero casi no se ve y mucha gente la ha olvidado, a pesar de que si nos fijamos bien la podemos ver entre sus hermanos.
 Laia miró a su madre muy seria y finalmente preguntó:
-¿Cómo puedo saber cuándo estamos en la quinta estación?

La madre la miró y sonrió.
-Hay dos maneras, una memoriza esta frase, “del día cinco hasta el veintitrés del mes que cambia la estación estarás en la transición”. 
-¿Que quiere decir eso mami?
-Pues que si la primavera empieza el 21 de Marzo, del día 5 hasta el 23 de marzo estamos en la estación de transición. 
- ¿La otra manera es más fácil? - quiso saber la niña. 
-Podríamos decir que sí, verás, durante la estación de transición nuestro cuerpo hace limpieza, para prepararse para el nuevo tiempo, así que puedes saber si estas en la quinta estación cuando, sin ninguna razón, tenemos diarrea. 
Laia se puso a reír y le pidió a su madre que escribiera el cuento para poder enseñárselo a Lola al día siguiente.

FIN

lunes, 17 de febrero de 2014

El Poder de la Voluntad

Este es un ejemplo de como con Voluntad y Determinación podemos conseguir todo lo que queramos. Yo sólo añado:!!y con un poco de imaginación!!

martes, 21 de enero de 2014

PRESENTACIÓ DE FRÈRE A L'HOSPITALET


BIBLIOTECA JOSEP JANÈS
PRESENTACIÓ DEL LLIBRE FRÈRE
 de M.V.Pirenne

Associació Va-Luènh
 



DIJOUS 6 DE FEBRER A LES 18.30H.

Aquest llibre ens apropa al món de la gent amb síndrome d’Asperger. Una
història d’amistat, superació, animals i dansa irlandesa.


Biblioteca Josep Janés
HORARI
Matins: dimarts, dimecres i dissabte de 10 h a 13.30 h
Tardes: de dilluns a divendres de 15.30 A 20.30

miércoles, 8 de enero de 2014

CUENTO PARA AMANTES DE LA MÚSICA

AVISO, este es un cuento bastante largo, recomiendo que tras leerlo escuches Marcha do Entrelazado de Allariz del álbum "Mayo Longo" de Carlos Núñez


EL GAITERO DE LA MONTAÑA 


Erase una vez, hace mucho, mucho tiempo, un niño que vivía con su padre en una cabaña muy alto en las montañas, pues eran cabreros. El chico, cuyo nombre era Mouro, aprendió a tocar la flauta casi sin darse cuenta queriendo imitar los trinos de los pájaros.

El verano en el que el chico cumplió doce años, su padre lo llevó a las fiestas del pueblo y allí conoció a un músico errante que tocaba un instrumento llamado gaita. Tanto le gustó el sonido de la gaita a Mouro que pidió al músico que le enseñara. Éste le dijo que no podía hacerlo, ya que le esperaban en otros muchos pueblos, donde ganaría más dinero del que el pobre Mouro le pudiera pagar por las lecciones. El chico le insistió tanto que el músico le cambió una gaita vieja por unas pieles de cabritillo, y durante un día le enseñó cómo tocarla. Desde ese día Mouro practicó cada día con su vieja gaita, hasta que fue capaz de tocar una melodía sencilla.

Pasó el año y de nuevo por la fiesta del pueblo contrataron un músico, Mouro pidió permiso a su padre para poder ir. La decepción porque no fuera un gaitero quedó compensada por la hermosa música que extraía de su arpa el artista. Durante el descanso el chico se acercó a saludarle. Hablaron un rato y el arpista pidió a Mouro que le tocara algo. Quedó tan impresionado que le invitó a acompañarlo cuando se terminara su descanso, y así lo hizo el chico, que por primera vez tocaba ante tanta gente.
La fiesta continuó hasta muy entrada la noche, una vez concluida Mouro ofreció al músico pasar la noche en su casa. El hombre aceptó gustoso y guardando bien su arpa subió con el chico a la montaña. A la mañana siguiente, Mouro subió a la montaña con las cabras y allí dio su acostumbrado concierto a las cumbres. El arpista, que había dormido hasta muy entrado el día quiso despedirse del muchacho, así que cargando sus cosas subió hasta el estanque que el padre de Mouro le había indicado, diciéndole que lo esperase allí, ya que antes de volver a la cabaña abrevaban en él a las cabras.

El arpista llegó hasta el estanque sin problemas, muy cansado por el esfuerzo de subir una montaña tan empinada se sentó junto a unos arbustos y sin darse cuenta se quedó dormido; despertándose al oír unas suaves voces de mujer. Abrió un ojo y lo volvió a cerrar enseguida, dentro del estanque había tres ondinas que, no habiendo advertido su presencia, hablaban entre ellas. Planeaban maneras de poder atraer a Mouro, y llevárselo al fondo del estanque para que les tocara música. Una de ellas recordaba el día en que la hizo llorar con una de sus melodías. Los balidos de las cabras terminaron con la conversación y las ondinas desaparecieron en las aguas del estanque. Entonces el arpista se levantó y corrió a advertir a Mouro que por nada del mundo se acercase al agua.

De camino a la cabaña el arpista propuso al chico que se fuera con él, juntos podrían ganar mucho dinero, pues alguien capaz de tocar la gaita como él, que no había sido instruido, causaría una gran sensación y si era capaz de hacer llorar a las mujeres igual que a las ondinas pagarían sumas enormes por tenerlo en sus fiestas. Mouro le contestó simplemente que no quería dejar a su padre solo con las cabras, que tenía suficiente con tocar en las cumbres; así que el arpista siguió su camino solo.

Una mañana de primavera, subió hasta la cabaña la hija del alcalde, le propuso a Mouro que aquel año tocase él en las fiestas, que le pagarían por hacerlo. Él accedió y fue así como aquel verano el pueblo bailó al son de la gaita de Mouro. Tanto gustaba su música que comenzaron a llamarlo para tocar en otros pueblos. Él solía ir, cuando se lo permitía su trabajo con el rebaño, pero al no querer descuidarlo, comenzó a rechazar muchas de las peticiones.

Un día de otoño, al volver de las cumbres, le esperaba una mujer que no era del pueblo. Le contó que tenía una hija muy enferma y que desahuciada por los médicos, procuraba cumplir sus últimos deseos. Uno de ellos era volver a escuchar al gaitero de las montañas, y recordar lo mucho que había bailado al son de su gaita la última fiesta a la que había podido asistir. Ante una petición como esta, Mouro no pudo negarse y tras dejar al rebaño acomodado, marchó con la mujer.

En la plaza del pueblo les esperaba un carro que les llevó hasta la casa de la enferma. La muchacha estaba tan débil que ni tan siquiera podía mantener los ojos abiertos. Mouro se acercó a ella y le preguntó si había alguna canción en especial que quisiera escuchar, pero la chica no era capaz de hablar y su madre le pidió que tocara lo que él quisiera.

Mouro, llenando de aire la bolsa de su vieja gaita comenzó a tocar una de las canciones que había compuesto con la ayuda de los pájaros, pues procuraba imitar sus trinos. Dos horas llevaba Mouro tocando, cuando sintió una fría mano sobre su rodilla, abrió los ojos, que solía cerrar al tocar, y vio que era la muchacha quien descansaba la mano en su rodilla, lo miraba con sus hermosos ojos castaños llenos de lágrimas. De sus labios salió una única y débil palabra: Gracias. Y cerrando de nuevo sus ojos se quedó profundamente dormida. El padre de la chica lo acompañó a caballo a su cabaña, dándole de nuevo las gracias por haber cumplido el deseo de su hija.

Una semana más tarde llegó la noticia. La muchacha se había curado milagrosamente y ya era capaz de permanecer sentada en una silla durante algunas horas. Con la primavera la chica fue hasta las montañas. Le traía a Mouro un cordón amarillo, con flecos y borlas, que ella misma había hecho para que decorara su gaita, aquella vieja gaita que le había hablado de ríos de montaña, estanques llenos de ondinas, de viento que jugaba con las copas de los árboles y cumbres de verde hierba, de cabras que saltaban por los riscos, de aves que sobrevolaban los cielos, y de pajarillos que competían en tener el canto más hermoso. Todo eso había visto mientras Mouro tocaba la gaita y una nueva esperanza había nacido en su corazón.

Muchas fueron las peticiones para que Mouro tocara en las fiestas. También fueron muchos los músicos que pasaron a conocer al gaitero de las montañas y le ofrecían unirse a ellos y recorrer las cortes, ganado dinero, obteniendo fama, tocando ante reyes; pero Mouro les dejó claro que a él no le importaba en absoluto el tener mucho dinero, era feliz con sus cabras y su música.

El día que Mouro cumplía dieciocho años un destacamento de soldados llegó al pueblo y preguntó por él. Había llegado a la corte la noticia de una muchacha a la que había curado el sonido de una gaita mágica. Una de las princesas estaba gravemente enferma y el rey ordenaba que todo aquel médico, curandero o mago acudieran a la corte a socorrer a su hija.

El alcalde en persona subió a las montañas a buscarlo y aunque Mouro les explicó que su gaita no era en absoluto mágica, ni él un mago, los soldados se lo llevaron con ellos a la corte.
El rey le prometió su peso en oro si era capaz de curar a su hija, Mouro trató de hacerle entender que él no era más que un simple cabrero que había aprendido a tocar la gaita de oídas y que su gaita no era mágica. El rey le contestó simplemente que si su hija no sanaba lo encerraría en las mazmorras por el resto de su vida.

Lo llevaron a la habitación de la princesa y allí estuvo toda la noche tocando. A la mañana siguiente vino el rey y al no ver ninguna mejoría en su hija mandó encerrar a Mouro en la más oscura de las mazmorras.

Dos días pasaron antes de que los soldados lo sacaran de allí. Aquella mañana la princesa había abierto los ojos y había pedido escuchar a un gaitero. Lo dejaron lavarse y le dieron ropa limpia. De nuevo en las habitaciones de la princesa ésta le pidió cierta melodía que le gustaba desde muy niña, pero Mouro no la conocía, puesto que no había estudiado con ningún músico. Le pidió entonces que tocara algo alegre. El chico obedeció y comenzó una melodía que había inventado viendo jugar a las cabras y que gustaba mucho en las fiestas de su pueblo. No había llegado a la mitad, que la princesa reía y batía palmas.

Todo el invierno pasó Mouro en la corte, tocando en todas las fiestas. Conoció muchos músicos y aprendió muchísimas canciones. Una vez recuperada por completo la princesa, el chico pidió que lo dejaran volver a su pueblo, pero la princesa no quería dejarlo marchar, así que le rogó a su padre que no le permitiera irse. Para impedir que se escapara se le negó la salida del castillo, no pudiendo ir más allá del patio de armas. La tristeza llenó poco a poco el corazón de Mouro. Sus melodías se volvieron monótonas y estridentes, enfermó aquel invierno hasta tal punto que un día le fue imposible sacar una sola nota afinada.

Vino a pasar unos días al castillo, una princesa del país vecino. El rey organizó un gran baile en su honor, al que trajeron músicos variados. La princesa extranjera se aburría mucho y su amiga le comentó que había en el castillo un gaitero que te hacía bailar aunque no tuvieras ganas, pero que por desgracia estaba enfermo. Esto interesó a la invitada que le pidió que le explicara cómo había conseguido un músico tan extraordinario. Le narró la princesa toda la historia, de su enfermedad, de cómo escuchar la música del gaitero le había devuelto la alegría y por qué había decidido quedarse con él en el castillo.

Su amiga calló durante largo rato y luego le dijo que no podía entender cómo era posible que pagara con tanta crueldad el buen servicio que el gaitero le había dado, que en vez de una condena de prisión en un castillo le habría tenido que regalar un buen carro y dos caballos con los que recorrer el mundo, llevando su música a todos aquellos que tenían el corazón enfermo.

Al oír esto la princesa se sintió tan avergonzada, que salió del gran salón y fue corriendo al cuarto de Mouro. Se acercó a la cabecera de la cama y tomándole la mano le pidió que la perdonara, y que procurara recuperarse pronto, pues en cuanto lo hiciera lo dejaría regresar a su pueblo.

Ella misma lo cuidó los días siguientes, asegurándose de que tomara puntualmente las medicinas. La princesa extranjera vino a la habitación y tocó el laúd al enfermo. Cuidado con tanto esmero Mouro recuperó las fuerzas y al asegurarle el rey de que era libre de ir a donde quisiera, el muchacho pidió volver a su pueblo.

Una gran fiesta de bienvenida le esperaba, todo el pueblo estaba feliz de tener de nuevo a su gaitero de la montaña. Mouro después de abrazar a su padre y saludar a las cabras, se preparó para dar el mayor concierto para sus amigos. Quedó gratamente sorprendido cuando vio entre la gente al arpista con el que tocara hacía tanto tiempo. Aquella noche Mouro tocó todas las canciones que había aprendido en la corte y todas las que compusiera en la montaña.

Al día siguiente su padre le explicó que mientras él estaba en la corte se había hecho cargo del rebaño un muchacho huérfano, que cuidaba muy bien de los animales. Le dijo que él no entendía mucho más que del cuidado de los animales, pero que sabía que la vida de cabrero no era la adecuada para alguien con la virtud de alegrar a la gente del modo en que él lo hacía tocando la gaita. Le dijo que se fuera con el arpista y recorriera el mundo, no para ser famoso y ganar mucho dinero, que ya sabía que eso a él no le importaba, sino para llevar la alegría a toda la gente que sufría, para derretir el hielo de los corazones que impedía a la gente reír y bailar, que compartiera lo que había aprendido, que siguiera aprendiendo de otros gaiteros, y que si ganaba tanto dinero como algunos decían, que hiciera una escuela donde enseñar a aquellos que así lo quisieran.

Y así fue como Mouro, el gaitero de las montañas, comenzó a viajar por muchos países. Conoció muchísimos músicos, de los que aprendió a perfeccionar su música. Alegró los corazones de miles de personas, tanto ricas como humildes. Y cuando la edad comenzó a pesarle, con el dinero que había ganado abrió una escuela de música, donde podía aprender todo aquel que quisiera, y siguió viajando, enseñando y tocando hasta que un día, en el que visitaba el pueblo de su infancia, decidió subir a las montañas y se acercó al estanque donde daba de beber a sus cabras. Allí lo esperaba una ondina que se lo llevó a su casa, en el fondo del estanque donde les enseñó a tocar música con su vieja gaita.