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viernes, 1 de junio de 2018

AVENTURAS EN LA MARYGALANTE Cap. 7

Querid@s Seguidor@s!

Nos adentramos en el mes del solsticio de verano, el día más largo y la noche más corta, preparando el fin de curso, las vacaciones y en La Marygalante la ruta hacia Hobrén...





CAPÍTULO 7
PIRATAS

Ereleig y Opalena se levantaron a su hora, se asearon, vistieron y fueron a buscar la lavandería. Subieron a cubierta y vieron al Sr. Refrany al timón. El chico lo saludó y le preguntó por la lavandería. El hombre les saludó con un gesto de la cabeza y les señaló hacia la proa. Los chicos fueron allí y entonces vieron unas escaleras que se internaban en el casco, bajaron y se encontraron a la capitana que tendía unas toallas. La mujer los vio.

- Buenos días Opalena, Ereleig.
- Buenos días capitana, venimos a dejar la ropa sucia.
- Excelente, tienen un cesto con su nombre, así la Sra. Lotte no necesita preguntar qué es de quién. Gracias.

Los chicos fueron donde les señalaba la capitana. Una hilera de cestos de color naranja, con bonitos carteles, se alineaban en perfecta formación. En los dos últimos se leían sus nombres, Ereleig se sintió muy feliz de reconocer el suyo a la primera. Cuando salían entraba la Sra. Lotte.

-¡Buenos días Larimar! ¿Qué ha pasado con las toallas del Sr. Eivioc?
- Un pequeño accidente sin importancia.
- Ya las hubiera lavado durante el día de hoy o mañana a más tardar.
- Ya está hecho, así para el desayuno ya estarán secas. Bien, sigo con mi rutina de la mañana. Hasta ahora Sra. Lotte, Ereleig, Opalena -la mujer salió.
- Buenos días chicos -dijo Emma mirando a los grumetes- perfecto, me habéis dejado la ropa en el cesto. ¿Necesitáis algo con urgencia?.
- Yo creo que no, Sra. Lotte.
-Yo tampoco -murmuró Opalena- con permiso Sra.

La chica subió las escaleras y fue a la cocina a comenzar su turno. Ereleig se quedó un rato con la Sra. Lotte, que le enseñó su método para conseguir el mejor jabón mezclado con agua, para una colada perfecta.

Opalena ayudó a preparar pan de coco y tarta de almendras. El Sr. Cook le explicó que para travesías largas es muy importante comer alimentos que te mantuvieran con una energía estable y sin sensación de hambre. También a preparar crema de mijo. Le explicó que el Sr. Refrany era lo que acostumbraba a desayunar primero y que al ser el que más madrugaba del barco, era conveniente tenérsela a punto. La receta del desayuno básico del barco era sencilla: fruta de temporada, con un puñado de frutos secos, semillas ligeramente tostadas y trituradas, aceite de coco y canela de Cylang. Las semillas y los frutos secos variaban a lo largo de la semana, así que pese a desayunar cada día lo mismo era a la vez diferente.

Otra cosa que nunca faltaba en la cocina era un termo lleno de té blanco y otro de frutas rojas, así cuando a alguien le apetecía algo caliente lo tenía a punto.
Tras el desayuno, que aquel día no lo hicieron todos juntos, y después de dejar la cocina impecablemente recogida, Opalena fue a la sala de recreo para continuar las lecciones. Ereleig ya estaba allí haciendo una hoja de caligrafía y la Sra. Lotte escribía algo en la pizarra.

Tras la lección, que aquel día fue de matemáticas, los grumetes tenían un buen rato de tiempo libre. Opalena seguía con las clases de bordado, que se le daba muy bien, estaba bordando en bajo del vestido que le habían dado en el barco, para que tuviera una muda de ropa extra para ocasiones de protocolo.

Ereleig no sabía qué hacer, estaba apoyado en la baranda, en el centro de la aleta de babor y miraba el horizonte. En un momento le pareció avistar un punto negro en la lejanía, oyó que el Sr. Dandy ladraba un par de veces y miró hacia la cofa. El can estaba sentado en la estrecha baranda de la estructura, tan tranquilo como siempre. El muchacho no entendía cómo con el constante movimiento del barco no caía al vacío y esta vez no estaba sobre sus patitas por lo que ya había descartado algún tipo de ventosa en las almohadillas. El perro volvió a ladrar. El muchacho miró de nuevo al horizonte y esta vez sí vio con claridad la diminuta silueta de un barco, completamente negro en el horizonte. Paseó la mirada por cubierta. El Sr. Refrany estaba al timón, en la amura de estribor los hermanos Uxián trajinaban con algún aparato. El Sr. Lay, que no se hallaba lejos, ya que se había instalado bajo el toldo de la aleta de estribor, estaba ensimismado con un artefacto que tenía unas hileras de bolas de colores y las movía arriba y abajo y luego miraba un gran libro, en el que apuntaba algo de vez en cuando. La capitana salió a cubierta con unos mapas y fue con el segundo.

-¡Ya lo tengo Sr. Lay! Es tridimensional, cada uno es una sección del cielo vista desde cada ángulo, por eso no coinciden, porque son fragmentos separados de la perspectiva general.
- ¡Oh Larimar! Me has descontado. Ahora tendré que hacer el cálculo de nuevo- la mujer se acercó al marino y le cogió el instrumento con las bolas- ¡Devuélveme el ábaco!
- Cuando lo hayas visto -la mujer le tendió los mapas-  es mirar el cielo siendo tú el centro y pudiendo girar los 360º.

Kuncita ignoró los mapas e intentó cogerle el ábaco. Larimar dio un salto atrás y se lo escondió tras la espalda tendiéndole de nuevo los mapas. Kuncita la cogió por la muñeca y la estiró hacia arriba, de modo que la capitanas, más baja que él, se quedó de puntillas. Una vez neutralizada volvió a intentar recuperar su ábaco Larimar lo esquivó y empezó a removerse procurando soltar su muñeca de la fuerte mano del segundo. Ereleig no pudo evitar sonreír, parecían un par de niños pequeños. El Sr. Dandy comenzó a ladrar. El muchacho volvió la vista y comprobó que el barco negro se había acercado mucho, ahora se distinguían los tres palos con su velamen al completo de un llamativo color amarillo, que contrastaba con el negro del resto del navío. Larimar y Kuncita se acercaron a Ereleig.

- Compañía non grata. No me suenan esas velas -dijo la capitana.
-Se acercan por barlovento. Estamos en desventaja -añadió Kuncita.
- No corramos riesgos. Ereleig, ve a la bodega y trae del armario de velamen la bolsa pequeña de color rojo, está en el cajón grande de la parte de abajo.
-¡Sí Señora! -el muchacho fue apresurado a cumplir el encargo.
- No le quites ojo Lay, voy aguardar los mapas -la mujer le devolvió el ábaco y volvió a su camarote.
Cuando Ereleig subía se encontró con Opalena, que volvía a la cocina.
-Opalena, me parece que tenemos problemas, nos persigue un barco y por la cara de la capitana no es pacífico. Mejor quédate con la Sra.Lotte.

El chico salió a la cubierta dejando a la chica desconcertada y sin saber qué hacer. Tras unos segundos de vacilación siguió el consejo del chico y volvió con la maestra. La Sra. Lotte salía apresurada de la sala de estudio.

-Opalena ¿Pasa algo interesante? acabo de oír a Kuncita gritar que arríen la bandera.
-No, no lo sé Sra. Lotte, Ereleig me ha dicho algo de un barco peligroso.
-¡Qué emocionante, vamos a ver!
-¡¿Qué?!

La pobre muchacha se vio arrastrada por la mujer a cubierta, que ahora era un hervidero de actividad. Mis Egane estaba junto al Sr. Refrany. Kuncita cambiaba la bandera por la que había traído Ereleig. Hidie montaba algo en amabas amuras y Corma en las aletas de la nave. El Sr. Cook salió de la cocina y ayudó a Hidie con lo suyo. El barco negro se acercaba cada vez más. Larimar sobre el techo del alcázar miraba por el catalejo.
Lo que vio no le gustó nada, aquel barco no tenía ninguna bandera pintada en la proa, era un barco de propiedad y la ausencia total de bandera sobre el mástil lo convertía en hostil. Ya no dudó.

- ¡Izad la bandera!

Kuncita tiró de la cuerda y la nueva bandera comenzó a subir por el palo, Ereleig cogió una punta para ayudar a que se desplegara y subiera mejor; al abrirla creyó haber visto mal y se percató de que le había dejado las manos manchadas de rojo. El aire hizo su trabajo y la bandera se desplegó dejando ver una mariposa de un brillante color escarlata sobre fondo negro. Las alas chorreaban sangre y en cada una de las superiores lucía el símbolo universal.

-¿Somos piratas? -preguntó consternado al Sr. Lay.
- Cuando la ocasión lo requiere. Ve a tu camarote Ereleig-la gravedad del tono del hombre no se lo hizo pensar dos veces.

A Opalena le costaba respirar y no entendía por qué la Sra. Lotte quería que estuvieran allí. Los rostros de los tripulantes eran serios y todos fijos en el barco del que ya se podían calcular las dimensiones. Vio que Ereleig ayudaba al Sr. Lay a izar una bandera. Cuando el trapo mostró su dibujo Opalena sintió un escalofrío en la espalda.

Larimar no perdía detalle de cada una de las evoluciones del navío. Deseaba que con una declaración clara de quienes eran pasaran de largo. Unas pequeñas nubes de humo se elevaron por las amuras y al poco oyeron la andanada y, segundos después, ver las salpicaduras en el agua, de las balas que les habían enviado desde el barco negro.

-¡Salva de advertencia! ¡Fuego!

A la orden de la capitana Hidie y el Sr. Cook hicieron detonar los cañones de proa. Corma ya tenía preparados los de popa. La salpicadura de las balas de La Marygalante empaparon a los tripulantes del barco negro. Tras unos instantes el buque comenzó a virar, al parecer habían entendido que la munición de La Marygalante era de mayor calibre. La capitana bajó del techo del alcázar de un salto y se dirigía al palo mayor cuando una nueva nube de humo, seguida del sonido de la detonación, pudo verse desde el barco negro. La bala impacto contra el bauprés, destrozándole la punta.

La capitana dio un grito y La Marygalante zozobró ligeramente, arrastrando a todo el personal de la cubierta a excepción del Sr. Refrany que sujetaba el timón con fuerza. Opalena quedó aplastada bajo el cuerpo de la Sr. Lotte. Mis Egane se levantó de un salto y ayudó al Sr. Refrany a mantener fijo el timón. Kuncita, en cuanto se puso en pie, fue a la popa a ayudar a Corma a posicionar los cañones auxiliares, Hidie hacía lo propio ayudado por el Sr. Cook, que había perdido su gorro de cocinero. La capitana se alzó, de la nariz le caía un fino hilo de sangre, se lo limpió con el dorso de la mano.

- ¡Esto es intolerable! -Masculló para sí y luego gritó a pleno pulmón- ¡Sr. Lay!
- Sí Capitana.
-¿Algún herido?
- No capitana.
- Pues ¡Todos a sus puestos! ¡Nadie toca a La Marygalante!

Una nueva bala pasó por encima de la proa, pero siguió su curso cayendo al mar sin provocar ningún daño. Esto terminó de sulfurar a la mujer.

- ¡Zafarrancho de combate! ¡Abrid portas!

La Sra. Lotte había conseguido ponerse de nuevo en pie y había ayudado a Opalena, que atenazada por el miedo era incapaz de moverse, a llegar hasta la cocina, allí encontraron a Ereleig que abrazaba al Sr. Eivioc que gemía bajito. Un ruido sordo les hizo correr a las vitrinas y vieron que del lado de estribor se alzaron diez portas dejando al descubierto las bocas relucientes de diez cañones.

-¡Fuego! -Gritó la capitana y diez truenos estallaron al unísono.

El estruendo les hizo a todos taparse las orejas. El Sr. Eivioc aulló y se escondió bajo el fregadero. Opalena se metió bajo la mesa sin poder evitar un grito. La nave zozobró de nuevo y tanto Ereleig como la Sra. Lotte cayeron y rodaron por el suelo.

Una densa nube azulada ocultó por completo al barco negro por unos segundos. Al ir desvaneciéndose pudieron ver que el navío viraba por completo y comenzaba a huir de La Marygalante. La capitana ahora estaba en la proa, junto al resto de la tripulación en cubierta, a excepción del Sr. Refrany, que impasible mantenía ambos brazos en la rueda sin permitir que se perdiera el rumbo.

- ¡Ya podéis correr y esconderos, que como os pille vais a saber lo que es tocar a La Marygalante con malas intenciones, como Larimar que me llamo!- la mujer se giró hacia Kuncita - Deben ser novatos o no se hubieran atrevido a desafiarnos así.
- Sin duda, informaremos a la Asociación, por si alguno sabe que barco es y de quién. Larimar, sería mejor que cerraras las portas.
- Un momento Sr. Lay, aún estoy bastante fuera de mis casillas. Recuento de daños y lista -la mujer miró a la tripulación y constató que no había más que algún rasguño pero nada de importancia- ¿Dónde están los chicos y la Sra. Lotte?

Ereleig vino desde la cocina, tenía un chichón en la frente, se había golpeado contra el fregadero, por lo roja que tenía la piel le saldría un moretón de los grandes.

-¿Estáis bien?
-Sí capitana, nosotros sí, pero...- el muchacho no acabó la frase porque un lastimero aullido se escuchó claramente- ... eso, no para de aullar.

La capitana corrió a la cocina, antes de ir al fregadero se paró un momento ante la Sra. Lotte.

-¿Todo bien?
- Creo, que sí, Opalena está un poco asustada, pero mejor ve con el perro Larimar.

La Sra. Lotte tenía abrazada a la muchacha y le acariciaba el pelo, la chica sólo se había girado un instante al oír la voz de la capitana y de inmediato había enterrado el rostro, de nuevo, en el gran pecho de la mujer, que le comenzó a susurrar muy bajito que ya estaba todo bien, mientras le seguía acariciando la cabeza.

El perro ya no aullaba, sólo gemía, pero temblaba visiblemente. Larimar se arrodilló a su lado y le comenzó a hablar.

-Ya está Sr. Eivioc, ya pasó -el perro la miró y dejó de gemir - Anda, ven pequeño.

El perro movió un poquito la cola y tras un par de vacilaciones se levantó y salió de debajo del fregadero. Al poco la tripulación al completo entró en la cocina. La Sra. Lotte les hizo un gesto con la mano y tal como habían entrado salieron. El Sr. Cook fue a buscar tazas y las dejó en una bandeja a medida que las fue llenando de té blanco, al que añadió un poco de tila de clavo. A la capitana le llevó una dosis sin mezclar de la tila y tras dársela la invitó a salir. El perro la siguió pegado a los talones. Antes de salir de la cocina dejó un par de tazas cerca de la Sra. Lotte, que seguía consolando a la muchacha.

Mis Egane había sacado el botiquín y le untaba crema de árnica al chichón de Ereleig. Kuncita parecía completamente ileso, Hidie y Corma hacían cola para que Egane les untara crema, pero ella se limitó a darles otro tubo y tuvieron que untársela uno al otro. Egane sólo se había arañado un poco las manos y el Sr. Refrany tenía un ligero hematoma sobre la mejilla izquierda, se había golpeado contra la rueda del timón la primera vez que el barco había zozobrado.

- Tripulación, les presento mis disculpas por el arrebato -La capitana hizo una reverencia. ¿Algo que comunicar Sr. Lay?
- A parte del bauprés, nada capitana. Bajar las portas en cuanto estéis preparada para ello.
-Sí Sr. Lay, lo hago en cuanto regrese a mi camarote. Descansaremos unos minutos y en cuanto estemos calmados seguiremos la ruta. Desplegaremos todo el velamen para recuperar el tiempo perdido. Mis Egane ¿Estará en condiciones de hacerse cargo del timón en su turno o prefiere que la sustituya el Sr. Lay?
-Sin problema capitana, puedo alargar el turno una hora si es necesario.
- De momento no, pero lo tendré en cuenta, gracias. Srs. Uxián, en cuanto puedan recojan los cañones auxiliares. Sr. Cook, cuando la Sra. Lotte deje la cocina puede comenzar a preparar algo ligero para comer. Ereleig, tal vez será mejor que ayude al Sr. Cook hasta que Opalena se encuentre en condiciones de retomar sus tareas. Eso es todo.

Kuncita acompañó a la capitana, a cuyos talones seguía pegado el Sr. Eivioc, hasta su camarote. La cristalera se había quedado abierta y había entrado agua en el camarote, así que lo poco que Larimar había dejado sobre el escritorio estaba ahora mojado y desperdigado por el suelo.

- Los portones, en cuanto puedas.
- Sí Sr. Lay, no se preocupe más de ello.
- Es que se avecina tormenta, es una corazonada.

La mujer cerró los ojos y respiró hondo un par de veces. La nariz le comenzó a gotear sangre, pero no pareció darse cuenta, pues continuó inmóvil. Tras unos segundos tosió ostensiblemente y al abrir los ojos advirtió que sangraba por la nariz. Cogió el pañuelo que le tendía Kuncita y se limpió.

- Hecho, tendrías que comprobar si ha saltado algo del calafateado exterior, aparentemente no, pero por si acaso.
- De inmediato -el hombre se volvió y antes de cerrar la puerta para salir le pregunto- ¿Estás bien?
- Sí, en cuanto recoja este desastre estaré perfectamente. Gracias Sr. Lay.

En cuanto el hombre cerró la puerta la capitana se quitó la ropa y fue al rincón dónde tenía su cubo de limpieza. Con un trapo absorbente secó los escasos muebles del camarote, después se afanó con el suelo. Llenó el cubo y lo tiró por la ventana. Empezó a sentir un ligero escozor en los ojos, demasiado salitre concentrado en la habitación. En una esquina descubrió un enorme gurruño de papeles.

- ¡No! No, no no no no, por favor noooooo.

Con mucho cuidado cogió el amasijo de papeles, el agua azulada que rezumaban no presagiaba nada bueno, lo dejó sobre el escritorio y muy suavemente tiró de una esquina. Efectivamente, el gurruño eran los mapas; mojados y con la tinta corrida, ya que no los había tratado ni antes de salir de Emmerald, ni al iniciar la travesía, por estar más preocupada en entenderlos que en conservarlos. Se había saltado la primera norma de Cartografía Marítima: "Todo mapa que vive en un barco ha de tratarse, antes de embarcarse y una vez al año, contra humedad, salitre y luz".  Ya tenía el primer contratiempo del viaje y se lo había buscado sola. Su estancia en An-Dro se alargaría una semana más de lo previsto, porque ahora no tenía más opción que pedir copias.

En cubierta, Ereleig y el Sr. Cook esperaban que la Sra. Lotte saliera de la cocina. El cocinero se había sentado junto al Sr. Refrany, el chico caminaba de de babor a estribor, fijándose bien en ambos horizontes, por si aparecía otro barco sospechoso. En uno de los viajes casi choca con el mástil y entonces, al mirar arriba, hacia la cofa, la vio vacía. El Sr. Dandy no estaba allí.

- ¡El Sr. Dandy! ¡No está! ¡Se ha caído!

El muchacho empezó a llamar a gritos al perro por encima de la borda, mirando el agua angustiado y procurando ver un montón de pelo marrón chapoteando. El Sr. Lay se le acercó.

-Tranquilo Ereleig, el Sr. Dandy está bien, sólo se ha escondido y no saldrá si gritas de ese modo.
-¿Seguro? ¿Pero dónde está?
-No lo sé, pero te aseguro que está bien, el Sr. Dandy no se cae de ninguna superficie, a menos que él quiera. Se cuida solo. ¿Qué te ha pasado en las manos? Las tienes rojas.
- La bandera, al cogerla me ha manchado.
- ¿La has tocado?

El hombre cogió al muchacho y casi en volandas lo llevó a la cocina.

- ¡Emma, Ereleig ha tocado la bandera corsa!
- ¿Qué? Déjamelas ver.

El chico le enseñó las manos, la mujer se las tocó y con un salto, impropio a su volumen, lo cogió con una mano, mientras que con la otra no soltaba la de Opalena, y salió de la cocina con los chicos. Los llevó a la enfermería. Dejó a Opalena en el diván y a Ereleig lo llevó a la pica donde le lavó las manos con tres productos diferentes. Cuando el color rojo desapareció se las untó de crema de color verdoso que olía a ceniza. Entonces fue cuando el chico notó que tenía las manos insensibles, era como si se le hubieran dormido.

- ¿Cuanto rato hace que las tenías así?
- Desde que el Sr. Lay la ha izado.
- ¿Y no has notado que se te entumecían?
- No, se me han ido poniendo frías, pero las podía mover igual.
- Pues esperemos que no pase de aquí, porque las podrías haber perdido, de haberlas tenido más rato impregnadas en la sabia, te las habría quemado. ¿Y cómo es que Kuncita te ha dejado tocarla?
- Él no se ha dado cuenta, estaba izándola y yo he querido ayudar desplegándola, porque estaba muy doblada, todo ha sido muy rápido.
- Por favor, recuerda que no se deba tocar nunca con las manos desnudas.
-Pues el señor Lay no llevaba guantes.
- Si, pero el Sr. Lay tiene tales callos en las manos que no lo afecta, además está inmunizado al igual que la capitana. Son los únicos que la pueden tocar sin riesgo.
- ¿Y qué pasa con la bolsa dónde se guarda?
- Es una bolsa especial, de cuero Algramar, con la bolsa no hay problema, es sólo la tela negra, por la sabia. Esperemos no tener que volver a utilizarla, el cupo de sustos de hoy ya lo hemos superado -miró al diván y vio que Opalena estaba sentada escuchando- ¿Que tal cariño, ya te va pasando? -La muchacha asintió con la cabeza - Bueno, pues voy a informar a los compañeros que ya está todo prácticamente controlado. Quedaos aquí hasta que vuelva.

La mujer salió, dejando a los chicos a solas. Ereleig se acercó a la chica. Su mirada preocupada lo entristecía. Pensó qué poder decirle para animarla, pero no se le ocurría nada. Opalena lo miró un instante y mientras una lágrima resbalaba por su mejilla le susurró.

-Ereleig, estamos en peligro. Tenemos que huir de aquí.

El chico se acercó más, iba a ponerle una mano en el hombro pero al mirárselas llenas de aquella pasta verde decidió que no era muy buena idea. Se decidió por sentarse justo a su lado.

- No te preocupes, el barco ya se ha ido y no creo que vuelva y si lo hace lo hundimos a cañonazos a la primera.
-No Ereleig, no lo entiendes, nosotros estamos en peligro con esta gente ¿No has visto la bandera? ¡Son piratas!
- Eso ha dicho el Sr, Lay.
- ¿Qué? ¿El Sr. Lay te lo ha dicho?
- Sí algo como que son piratas a ratos, es que no lo he entendido muy bien.
- ¿Sabes lo que hacen los piratas con los chicos como nosotros?
- ¿Aprendices de pirata?
- Los venden a los antropófagos.
- Bueno, nos iban a vender de todas formas, somos huérfanos...
-Ereleig, esa gente come carne humana, seremos parte del banquete de alguna familia noble.
- ¡Vamos, Opalena! Estás asustada y no sabes lo que dices. El Sr. Lay no permitiría que nos pasara nada malo. A mí, cuando me ha visto las manos me ha llevado casi volando con la Sra. Lotte y ella nos aprecia. Y la capitana siempre es amable. Y todos los demás. Tal vez son piratas buenos.
- La gente no siempre es lo que parece Ereleig. Y los piratas son piratas y si se les persigue en todos los países es por algo.

Ereleig no supo qué contestar. Lo único que se le ocurría cómo réplica era que para ser piratas aquella gente seguía una dieta bastante vegetariana, pero no le pareció un argumento de peso y lo cierto es que el Sr. Lay lo había confesado. Decidió quedarse callado y simplemente estar allí.

Opalena se sentía algo soñolienta, pero no quería cerrar los ojos, pues cuando lo hacía veía de nuevo la cara de la capitana, con los ojos inyectados en sangre y el pelo alborotado, tal como aparecía en el catálogo de reos fugados, y recordó su nombre, la bruja Nola, capturaba jóvenes para venderlos a castas de antropófagos, sobre todo jóvenes nobles...