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viernes, 31 de agosto de 2018

AVENTURAS EN LA MARYGALANTE Cap. 10

Querid@s Seguidor@s,

Comienza Septiembre, comienzan los preparativos para la vuelta al cole y yo sigo aquí compartiendo un capítulo más... El 8 de Septiembre en Cal Lari hay una estupenda actividad a beneficio de ADE para conocer más a los caballos con David Castro autor de El silencio de los caballos y Le susurré al caballo, si no te lo quieres perder reserva tu plaza 686 639 063  Cal Lari, S/N. 08719 Rubió (Barcelona) - Crta. BV1031, Km 5,5


CAPÍTULO 10
AS DE CORAZONES


En el Marítim, el Sr. Eivioc, se acercó al rostro del Sr. Refrany, el perro sabía que se estaba despertando y, cómo necesitaba salir, se decidió a pedírselo. Le dio un ligero empujoncito al que el marino respondió abriendo los ojos y acariciándole una oreja. El perro se apartó y fue a la puerta a esperar. Roc se desperezó procurando no despertar a John, que seguía dormido. Salió de la cama con cuidado y se vistió. Sigilosamente salieron de la habitación y comenzaron a bajar las escaleras. De la habitación del primer piso les llegaron gemidos ahogados. El timonel se preguntó si habrían dormido algo, y lo más importante, si tendrían desayuno con la camarera agotada de aquella manera. No pudo evitar una sonrisa al imaginar la cara del segundo cuando bajara a desayunar, pero para eso aún quedaba bastante rato. El sol aún no asomaba por el horizonte, hombre y can salieron bajo un cielo estrellado que sólo al este comenzaba a aclararse.

El animal fue directo al primer árbol y allí pudo aliviarse. Roc tenía preparada una bolsa para recoger los excrementos, que colocó en el suelo antes de que el animal comenzara a soltar la carga. Fue una buena idea, porque la deposición era muy líquida. El hombre comprendió la urgencia del perro. Decidió ir con él hasta la playa, para lavarle un poco los flecos de las patas traseras. Luego le daría un baño en el hostal.

Ereleig soñaba. Estaba en un lugar desconocido, ante una mesa llena de herramientas para trabajar la madera, algunas las conocía otras no. Sobre un taburete había un trozo de madera a medio desbastar. Se acercó y, cogiendo una lezna se puso a acabar el desbastado de la pieza. Al tocar el trozo de madera escuchó un extraño ruido. Le siguió otro y comenzó un rítmico alternar de aquellos sonidos. A su lado apareció el Sr. Lay "ves acostumbrándote Ereleig, porque mientras estemos en puerto tienes que dormir con ellos" y guiñándole el ojo le revolvió el pelo.
El muchacho despertó y comprendió que los sonidos provenían de las gargantas de los hermanos Uxián, unos ronquidos suaves, por suerte, que acompasaban de una manera que parecía hecha a propósito. Cómo le pareció oír la puerta se levantó y salió de su habitación. El timonel subía las escaleras con el perro de la capitana. Al llegar cerca de él los saludó.

-¡Buenos días Sr. Refrany, buenos días Eivioc!
- Buenos días.
- ¿Ya hay que marcharse?
- No.
- Bueno, pues entonces, vuelvo a la habitación.
- Bien.

El hombre y el perro siguieron hasta la habitación que el timonel compartía con el cocinero. Ereleig se quedó ante su puerta, indeciso. Oyó que hombre y can entraban en la habitación y la puerta se cerraba con suavidad. El chico no tenía ganas de volver al concierto de ronquidos, así que se decidió a bajar y esperar en la sala de la chimenea. Al llegar al primer piso se abrió la puerta del cuarto de Osasti y el chico quedó ante Kuncita.

- ¡Buenos días grumete, madrugaste hoy!
- Buenos, días, Sr. Lay -Osasti apareció ante la puerta.
- ¿Os apetece un tentempié tempranero? Kuncita ponte algo encima, te vas a enfriar. Sigues teniendo un cuerpo precioso, pero no hace falta que me lo sigas mostrando al completo. Y creo que tu grumete se ha ruborizado.

En efecto, el chico se había quedado impresionado al ver al segundo conversar tan tranquilo estando completamente desnudo. La mujer le sonrió y cogiendo la mano del chico lo llevó con ella escaleras abajo.

- Ven a ayudarme, por favor.

En el piso de arriba se abrió una puerta. El timonel y el perro bajaron.

- Kuncita ¿puedo bañar al Sr. Eivioc en vuestra habitación?
- Bueno, teníamos pensado seguir la sesión tras un ligero almuerzo.
- De acuerdo.

Una nueva puerta se abrió en el piso de arriba.

- ¡Buenos días Roc, Kuncita! Roc si quieres sube a bañar a Eivioc aquí, yo ya estoy despierta. Creo que he oído a Ereleig, que suba también si quiere.
- Perfecto. ¡Gracias Sra. Lotte!- respondió alegre Kuncita tirándole un beso.

El timonel subió con el perro. Kuncita bajó a la cocina y le explicó al chico que si le apetecía podía ir a ayudar a bañar al perro a la habitación de Emma. Osasti preparó una bandeja para los huéspedes que ya estaban despiertos y le dijo al chico que informara que en un par de horas tendrían el desayuno en el comedor.

La conversación a bordo de La Marygalante se prolongó hasta casi el medio día. Larimar propuso ir a reunirse con el resto de la tripulación y comer todos juntos en el Marítim. Así que se fueron a asear y, una vez estuvieron listas, dejaron a la nave, meciéndose calmadamente, sobre un liso mar  de aguas turquesa.

Como una parte del camino al hostal bordeaba la laguna, y aprovechando que con la calma se podía ver hasta el fondo, Larimar le enseñó las colonias de vieiras azules. Se acercó a la orilla y recogió un par de conchas vacías.

- Mira Opalena, no encontrarás conchas como estas en ningún otro sitio de este planeta, ni de algunos otros, la "Vieria arcoiris azul". Cada tono de azul indica un año de su vida, cuanto mayor es su gama de azules, más ha vivido. Y también tienen un sonido diferente a las otras -la capitana comenzó a golpear suavemente las conchas, procurando que sonara algo rítmico, pero enseguida se dio por vencida- Para convertir esto en música hay que ser Xurxo Núñez o un alumno suyo. Mejor las dejo donde estaban.

La mujer puso las conchas de nuevo en su sitio y continuaron su camino hasta el hostal. A pocos metros de la puerta, ésta se abrió y el Sr. Eivioc vino corriendo a saludar. Larimar lo abrazó y al olerlo supo que lo habían bañado. Unos agudos ladridos, provenientes del tejado del hostal, llamaron la atención de Larimar. El Sr. Dandy bajaba por la pared y también corrió hacia ellas.

Sr. Dandy! Ya empezaba a echarle de menos, y a preocuparme seriamente, casi pensé que se había enrolado en el barco negro.

El perrito rodó sobre sí mismo y saltó alegre. Opalena sonrió al verlo y cuando el Sr. Eivioc la miró le sostuvo la mirada y también le sonrió. El perro se le acercó levemente y la chica adelantó una mano. El perro se acercó más y le olió la mano, luego dejó que lo acariciara. La muchacha lo hizo muy suavemente un par de veces y retiró la mano. Eivioc volvió al lado de Larimar y la pequeña comitiva continuó su camino al Marítim, dónde toda la tripulación les esperaba.

La bienvenida fue calurosa. Larimar les informó de que podían ir a dar una paseo antes de comer, que lo harían allí mismo y que zarparían a última hora de la tarde, con lo que incluso tenían tiempo para una pequeña siesta. La Sra. Lotte propuso de inmediato una excursión a la catedral de Cetreo. Miss Egane se apuntó y tras ella los hermanos Uxián, Opalena y Ereleig. Kuncita se excusó, ya que la había visitado en varias ocasiones,  prefería quedarse con su novia. Roc negó con la cabeza y John quería ir al mercado. Una vez se despidieron de los excursionistas, y antes de que John se fuera, Larimar aprovechó para hablarle a solas.

- John, ¿Cómo es que habéis bañado al Sr. Eivioc?
- Roc lo sacó esta mañana y lo mojó en la playa.
- Diarrea -comentó el timonel desde su sillón.
- ¿Anoche comió bien?
- Bastante, no lo acabó todo, pero casi. ¿Estás preocupada?
- Un poco, ha estado vomitando mucho. Creo que vuelve a tener un poco inflamado el hígado. Vamos a volver a la dieta de control, hasta que se recupere del todo. ¿Podrás comprar lo necesario, ya que vas al mercado?
- Por su puesto, lo preciso hasta llegar a An-Dro. Allí ya aprovisionaremos de nuevo, así no es necesario congelar.
- Gracias Sr. Cook, no sé lo que haría sin usted.
- Y sin Roc, es él quien lo saca de madrugada.
- ¡Gracias Sr. Refrany! - El timonel la miró y le sonrió.
- ¿Algo más? Si no me voy ya al mercado, que quiero ayudar a Osasti con la comida, la pobre lleva trabajando, sin parar, desde ayer. Roc ¿Me acompañas o prefieres quedarte? No tardaré mucho - el timonel le despidió con la mano- Pues hasta luego Larimar, dile a Osasti que en una hora estoy aquí.

El cocinero se marchó, llevándose un gran cesto de mimbre. Larimar se acercó al mostrador y pidió un vaso de agua de coco. Tras acabarlo salió con el perro. Fuera les esperaba el Sr. Dandy y los tres fueron paseando hasta la playa.

Una vez concluida la comida, la capitana les llamó la atención.

- Tripulación, debido a un percance de la que soy por completo responsable, nuestra estancia en An-Dro se prolongará más de lo previsto.
-¿Cuantos días estaremos? - preguntó de inmediato la Sra. Lotte.
- Si todo va bien, unos 10 días.
-¡Entonces podemos ir al Baile del Farol!
- Sí Sra. Lotte, aceptaremos la invitación de Madame Leire y asistiremos al baile, se lo puede comunicar cuando guste.
- ¡Estupendo, estupendo! Chicos, el Baile del Farol es el más refinado de todo el hemisferio austral así que haremos unas clases de protocolo, dejaremos en muy buen lugar a La Marygalante.
Los chicos se miraron sorprendidos, sería la primera vez que asistían a un baile. La Sra. Lotte monopolizó por completo la conversación haciendo planes, decidiendo colores y planeando bordados. Una vez terminada la comida, propuso embarcar lo antes posible. A excepción de Kuncita, todos estuvieron de acuerdo, la noticia de una diversión extra e inesperada les había levantado el ánimo y las ganas de preparase bien.

La fama del Baile del Farol era muy extendida y bien merecida; sólo la más refinada aristocracia, y personalidades excepcionales de la Orden de la Marina Estelar y la Naval, eran invitadas al evento, que se componía de tres días de conferencias, exposiciones y festejos, cuyo punto culminante era el baile.

El Sr. Dandy estuvo casi cinco minutos, ininterrumpidos, ladrando a la ventana de la habitación de Osasti hasta que Kuncita  captó el mensaje y salió del Marítim. Ella lo acompañó hasta la pasarela y allí se dieron el beso de despedida. Se quedó en el puerto hasta que La Marygalante desapareció en el horizonte. ¿Cuándo volvería a ver a ese marino al que tanto amaba? Lo ignoraba por completo, pero sabía que en quince días recibiría una carta, prueba de que, tal como él le aseguraba, siempre la llevaba en su corazón.

Una vez hubieron salido del puerto, los hermanos Uxián montaron la máquina de fax, que había quedado a medias tras el encuentro con el barco negro y, después, la tormenta. La Sra. Lotte se había encerrado en la sala de estudio, estaba redactando la respuesta a Madame Leire, en cuanto los Uxián tuvieran el fax listo sería lo primero que se enviara. Opalena ayudaba al Sr. Cook a guardar las compras y a preparar la cena. Ereleig limpiaba la cubierta en la amura de proa. Kuncita oteaba el horizonte cuando oyó que Larimar salía de su camarote, para dirigirse a la cabina tras el timón, quería ver que tal les iba a los Uxián con el aparato. El segundo se giró y le atrapó un codo.

- Larimar ¿Cual es el percance que nos permite asistir al baile?
- Los mapas, he de pedir copias -ante la mirada interrogante del hombre, la mujer suspiró y le confesó- Se mojaron en el encuentro con el barco negro, los había dejado sobre la mesa, el ojo de buey se abrió, entro agua a su antojo y con el movimiento los mapas acabaron destrozados por el suelo.
- ¿Quieres decir que se han deshecho?
- Sí, totalmente, una bola de engrudo azul grisáceo.
- Pero eso no puede ser, a menos que no.... ¿No?
- No, no Sr. Lay, por primera vez en mi vida no los había tratado.
- Me cuesta de creer... Sí, me cuesta creer que la cadete O'Brian, deliberadamente, decida pasar por alto la primera regla de cartografía.
- Suele haber una primera ocasión, para casi todo... Con permiso Lay, quiero ver que tal con el fax.

La mujer entró en la cabina y Kuncita siguió oteando el horizonte, sin poder reprimir una ligera carcajada. La norma era que él solía meter la pata y Larimar sermonearlo por su falta de conciencia, pero siempre estaba dispuesta a ayudarlo y a resolver los entuertos en los que se metía. Kuncita procuró concentrarse en el horizonte. Todo despejado, si el viento continuaba llegarían a An-Dro al anochecer del siguiente día. Y entonces lo sintió.

Corma acababa la instalación cuando entró la capitana. La conexión llevaría unos minutos, porque la batería estaba agotada. Hidie la estaba recargando con una dinamo cinética. Justo cuando se activaba Larimar sintió los gritos: el del hombre y el de la nave. Salió del puente y vio cómo el segundo caía de rodillas al suelo.

Kuncita se llevó la mano instintivamente al corazón. Hacía muchísimo que no le dolía de aquella manera. El dolor era lacerante y muy agudo y cayó de rodillas. Sintió un frío glacial recorriendo su cuerpo y una nueva punzada que le hizo gritar desesperado. Larimar se arrodilló a su lado y le puso una mano en  la espalda. El contacto con ella lo calmó un tanto y procuró respirar profundo.

- Estoy aquí Lay, estoy contigo - la capitana le buscó la mirada- Estoy aquí, ya estoy aquí, respira. Respira, estoy contigo.

El dolor fue remitiendo a medida que el hombre respiraba. El frio desapareció y dejó paso a una ligera sensación de mareo. Kuncita miraba a Larimar a los ojos, procurando mantener la calma. Tras unos segundos recuperó la serenidad.

- Ha pasado algo, en Emmerald, ha pasado algo, pero no sé muy bien el qué.
- ¿Una corazonada?
- No, una pérdida - Kuncita no pudo seguir hablando.

Toda la tripulación, menos el Sr. Refrany, dejaron lo que estaban haciendo al oír el grito en cubierta. Llegaron a tiempo de ver a la capitana y al segundo arrodillados en el suelo. Roc sólo se permitió volver la cabeza por unos instantes, y al ver que Larimar estaba con Kuncita volvió a su labor, los demás esperaron desde la distancia. Al parecer el segundo no se encontraba bien, temblaba. Desde la cabina del puente llegó un fuerte pitido. Corma entró a ver qué sucedía.

Larimar cogió la mano de su amigo, él la apretó y comenzó a llorar. La capitana sacó un pañuelo y se lo dejó en el regazo, y se quedó allí, acompañando a Kuncita que lloraba sin ningún tipo de vergüenza. En un momento cogió el pañuelo y se sonó la nariz.

Corma recogió las cartas. Una estaba dirigida al Sr. Kuncita Lay Malone, la dejó en su casillero, ahora no era buen momento para dársela. La otra estaba dirigida a la capitana, pero tampoco era el momento adecuado, Hidie entró en el puente.

- ¿Tot correcto?
- Oc, lo fax ya funciona. ¿El jamacuco del segon le pasa?
- Oc, ya no templa, pero te un lloro dos grandes. ¿Que labrá pasao?
- Toa noite de parranda, e tot lo día... Si o Sr. Dandy no insiste, ancora e a la piltra de Osasti - Corma no pudo evitar reír.
- ¡Quina sort que tene! Posa pie o porto, salele femina - Hidie suspiró- E la nostra ni nos mira, be un poquino al jugar, e quins ollos tan fermosos que te...
- Os ollos, les mans, les orelles, tot lo cos... ¡ E que ben que toca a flauta!
- ¿Nos quedamos acá fins que cride a capitana?
- Oc, e testamos lo fax, pa cando Sra. Lotte envíe la nota o baile.
- Crido Ereleig, i le ensenamos com funciona.
- Oc, segur le gusta, es bon rapaz, e curra muxo.

Hidie salió del puente y fue hasta Ereleig, le tocó el hombro y le indicó que lo siguiera. Egane volvió a su camarote y la Sra. Lotte a la sala de estudio. John fue a por té a la cocina.
Kuncita se fue calmando, se sonó otra vez y apretó la mano de la capitana, para indicarle que ya le pasaba. Miró al cielo y constató que la luz comenzaba a declinar, el crepúsculo se acercaba.

- Gracias Larimar, ya estoy sereno. Ya puedes ir con tu trasto, si Emma no puede enviar la respuesta a Madame Leire, nos dará la cena.
- Sí, y nos merecemos una buena cena, después de tanto susto. ¿Te viene lo que puede ser?
- No, no es una imagen clara, ni un pensamiento concreto, es de Emmerald seguro, porque sí he visto el puerto.
- Ya se aclarará - Larimar le golpeó el brazo afectuosamente y lo dejó para volver a la cabina.

El reducido espacio para las comunicaciones con el exterior, estaba bastante colapsado, Erelig estaba entusiasmado con el aparato y los Uxián contentos de enseñarle,por lo que la capitana, una vez Corma le entregó la carta, se fue a su camarote a leerla. Al abrirla lo primero que le llamó la atención fue la banda negra. El corazón le dio un vuelco. Y la vista le fue directa al nombre. Ahora pudo comprender lo sucedido con el segundo. Se obligó a leerla antes de salir a buscar a Kuncita.

 Capitana O'Brian,
Se le informa que ayer, a las 22:22 h falleció Maeve Vynchi. La Sra. de Vynchi le ruega que informe de ello a su oficial Kuncita Lay Malone, y le indique un puerto dónde enviar un paquete para él, que preparó su hija antes de fallecer.
Saludos Cordiales,
Elder Rombolt
Telecomunicaciones
Capitanía de Emmerald

Se le planteó un dilema, le informaba cuanto antes, o esperaba. Paseó por el camarote unos minutos. El Sr. Dandy cruzó la puerta y se subió a la mesa y al instante Larimar escuchó el gemido del Sr. Eivioc, por lo que le abrió la puerta.

- Bien señores, tenemos muy malas noticias que dar a Lay -los perros la miraron atentos- ¿Le informamos ya o esperamos a mañana?

Dandy saltó de la mesa al ojo de buey y salió del camarote. Eivioc se le acercó y empujó su mano para que lo acariciara. Larimar le rascó entre las orejas un ratito y se decidió, Kuncita ya lo había presentido, y la crisis había sido a tener en cuenta, mejor dejarlo para mañana.
- Deja para mañana lo que no quieres hacer hoy... Voy a prepararte la cena, vamos Sr. Eivioc.

Tras dar de comer al perro, y antes de la cena de la tripulación, Larimar contestó a la carta, informando de su próxima estancia en An-Dro. Puerto ideal para recibir el paquete. Vio la carta en el casillero de Kuncita, por respeto no se tocaba la correspondencia ajena, pero Larimar se decidió a hacer uso de su potestad como capitana y tomando el sobre leyó el remitente. Era de Saoirse O'toole, otra de las novias de Kuncita en Emmerald. A Saoirse la recordaba, era una muchacha bajita y agradable. Trabajaba en una de las lecherías de Emmerald y, si recordaba bien, era muy amiga de Ciara. No recordaba si era la número dos, la tres o la cuatro. Maeve había sido la primera, y también era una chica agradable, pero muy tímida. Recordó lo ruborizada que se puso cuando Kuncita la sacó a bailar por primera vez. Larimar volvió a poner la carta en su sitio ya que no era, cómo había pensado en un primer momento, de la madre de Maeve.

La cena transcurrió sin incidentes, la Sra. Lotte volvió a monopolizar la conversación explicando sus ideas para el baile, y acabó contagiando a Egane, a la que propuso que preparara un pequeño recital para la Noche de la Música y ante la duda de la timonel de si hacerlo de flauta o violín, Emma le sugirió que de ambos. Corma y Hidie se ofrecieron a hacerle una pequeña escenografía, para dar realce a la actuación, y tras esta propuesta los cuatro se retiraron a la sala de estudio para organizarse.

Kuncita salió a cubierta y se acodó en la amura de popa mirando el reflejo de la luna sobre el mar, y las ondulaciones del agua en la estela de La Marygalante. El pensamiento le voló a Emmerald y visualizó a Maeve, frágil, tímida y muy dulce en la intimidad. Saoirse, tan agradable y alegre. Ciara fogosa, salvaje y con aquel carácter tan difícil. Anne, siempre desafiando los límites, y la misteriosa Clare, la última de sus amores. Cinco mujeres a las que atender. Recordó que Ciara había roto con él, así que ahora sólo cuatro. Cuatro mujeres en las que pensar, y a las que recordar su amor por ellas. El secreto para que no se sintieran dejadas era muy simple: una buena correspondencia.

Miró la cabina de comunicaciones. Estaba libre y con el fax a punto. Entró para enviar unas notas breves a sus amadas emmeraldianas. Vio que en su casillero tenía una carta. Estos Uxián no eran muy eficaces como recaderos, ya les recordaría que la correspondencia tenía prioridad, sobre todo la suya, pues mantener al día a sus 43 novias le exigía una gran concentración y un riguroso método. La abrió y la leyó.

" Mi amado Kunlay,
Deseo que cuando leas estas letras te encuentres bien de salud y naveguéis sin contratiempo alguno. Esta carta es en realidad de parte de Maeve, por eso te escribo en azul sus palabras:

"Querido Layma,
Quería darte las gracias por tu visita. Me sorprendió, porque era el turno de Ciara. Siento no haber estado en condiciones de atenderte bien, pero lo inesperado de tu llegada y lo avanzado de la hora. Bueno, como vistes no estaba en condiciones. Por eso quiero agradecerte aún más lo maravilloso que has sido conmigo. Aún no entiendo muy bien por qué me elegiste, pero quiero que sepas que ha sido el mayor privilegio que he sentido nunca. Te amo tanto Layma, bueno de hecho no he amado a nadie más que a ti y me siento muy feliz y afortunada de cada una de tus palabras, cada una de tus cartas, cada una de tus visitas. Gracias por el tiempo que me has dedicado. Gracias por ser tan equitativo que nunca me he sentido desatendida, ni celosa de Saoirse, de Ciara, de Anne o de Clare. Tampoco de la Mar, que es tu más grande amor. No me quisiste decir dónde vais en esta singladura, pero quiero que sepas que estas en mi pensamiento cada instante y lo estarás hasta mi último aliento. Te amo, te amo, te amo."

Yo también te amo y reitero sus palabras, gracias por ser equitativo y no mostrar predilección por una u otra. Maeve no quiere que lo sepas, pero yo considero que es asunto tuyo. Está enferma y parece que es grave, porque no tiene fuerzas ni para escribir. Su madre la envía al balneario así que escríbele allí, su madre lo desaprueba, pero a ella le ayudará leerte.
Esperando mi carta, en dos días me toca ¿verdad?, te envío un achuchón de medio minuto y un beso de cinco.
Saoirse
P.D: ¿De verdad vuestro fax ensobra las cartas? Porque me cuesta de creer, el de Capitanía no lo hace, espero que el vuestro sí... "

Kuncita besó la carta. Afortunado era él de tener en su vida mujeres tan maravillosas. Aunque algunas ignoraban la existencia de las otras; las de los puertos en las que tenía más de una, eran, sin lugar a dudas, las mejores del lugar. Porque aceptarle como novio compartido no era muy usual.

Así que Maeve estaba enferma. Comprendió su corazonada de aquella noche en Emmerald y se alegró de haberse presentado de improviso y no haber dormido. Incluso dejó de importarle el plantón de Ciara. Mejor así y que encontrara un hombre en exclusiva para ella, a pesar de su carácter tan airado era una mujer hermosa y especial, se merecía alguien que la amara cómo ella deseaba.

De repente tuvo una inspiración. En An-Dro sólo tenía a Clarissa y, seguramente, estaría muy liada con los preparativos de las fiestas, así que mejor esperar a que ella lo llamara, y mientras tanto le pediría a Larimar permiso para ir a Emmerald un par de días, e ir al balneario a ver a Maeve. Era una estupenda idea. Fue de inmediato a pedírselo a la capitana.

miércoles, 1 de agosto de 2018

AVENTURAS EN LA MARYGALANTE Cap. 9

Querid@s Seguidor@s del Blog,

Si agosto es calienten en comparación con la situación de ADE es frío. Se están haciendo cargo de un rescate de 35 caballos PRE Pura Raza Español, la mayoría yeguas preñadas y ante esta situación se necesita toda la ayuda posible. Los animales están en una situación no muy saludable, algunos precisas hospitalización, así que una vez más estoy ayudando a difundir, con mis novelas, que podéis adquirir en su tienda solidaria, y también con mis terápias, si te apetece una sesión de Reiki, Cambio de Punto de Ensamblaje, Lectura de Astrología de la Tierra o un Masaje para tu Mascota ponte en contacto conmigo por privado en mi Pg. Facebook M.V.Pirenne, es donación voluntaria escojas la terapia que escojas y ya sin más el capítulo mensual:



CAPÍTULO 9

ASUMIR LAS CONSECUENCIAS

Kuncita puso rumbo a Puerto Principal, si el viento no amainaba ni cambiaba de dirección llegarían en muy poco. Se había enrollado en un brazo el cabo de la botavara, para poder poner mayor atención al timón. Larimar había envuelto a Opalena en una manta y ahora limpiaba el agua que había vomitado el Sr. Eivioc. El animal se sacudió nuevamente y vomitó otra vez, pero se esforzaba por mantenerse sobre las cuatro patas, lo que era buena señal.

Esa fue una de las ocasiones en las que ambos tripulantes se impacientaban por llegar a puerto y al unísono gritaron un "Gracias, Gracias, Gracias" al entrar por la bocana. No podían ir mucho más allá, ya que el puerto estaba al completo. Una vez anclada La Marygalante se permitieron un momento de descanso. Se quedaron sentados espalda contra espalda mientras respiraban. El Sr. Eivioc se echó al lado de Larimar y le puso la cabeza sobre las piernas, la mujer le acarició entre las orejas. Tras un rato, y ya calmados, Kuncita buscó la mano derecha de Larimar y se la apretó.

- Menudo susto, tenía ganar de bañarme, pero en la bañera y con Osasti.
- Si te das prisa y el viento no arrecia podrías llegar a tiempo de una cena tardía, mira si hay algún carro que vaya a Cetreo.
-Lo dudo, y no sé si es muy prudente dejaros solas.
-Lay, prefiero que mires si puedes llegar y vayas al hostal, Opalena sólo necesita seguir durmiendo, al igual que nosotros. Si das el aviso a la comandancia te lo agradeceré mucho, así cierro La Marygalante, tal cual está, hasta mañana y podremos descansar todos.
- ¿Estás segura?
- Completamente, resuélveme el papeleo y mañana, con calma, ya decidiré cuando proseguimos-la mujer miró el cielo- date prisa, antes de que comience a llover más intensamente.
- Voy calado hasta los huesos, me cambio y voy. Ábreme una puerta, y ya de paso puedo bajar a Opalena.
- Ahora mismo, déjame un segundo que cojo la documentación de la bitácora.

La capitana abrió la portezuela y sacó el cuaderno y la documentación de La Marygalante. Luego fue a la popa y abrió una puerta. Kuncita cogió en brazos a Opalena y la bajó hasta el camarote. La dejó en la litera de abajo y, por si acaso, le ató la correa de seguridad. Al salir Larimar le tendió una bolsa con la documentación y el dinero para pagar el amarre y el hostal.

- En principio quedaos en Cetreo hasta que os avise, a ver qué tal pasamos la noche y cómo se levanta mañana. Llévate al Sr. Eivioc, necesita una buena comida, que duerma con el Sr. Cook. Gracias Lay.
- Opalena también está bastante calada.
- Gracias, en cuanto salgáis iré con ella -Larimar acarició al perro- bien Sr. Eivioc, vas a ir con Lay, sé buen chico y no lo pierdas.

El can miró a Larimar y le restregó el morro en la pierna, la mujer lo abrazó, le rascó entre las orejas, le dio un beso sobre el principio del puente del morro y lo dejó ir. Kuncita dejó pasar al perro y salió a cubierta. En cuanto pisaron el suelo, La Marygalante, recogió la pasarela y se cerró por completo.

En la comandancia lo estaban esperando. Se apuntó la entrada de la nave y le comentaron que el temporal amainaba. La previsión bajaba a 2 la magnitud del temporal, así que el segundo no tuvo mucho problema en conseguir trasporte a Cetreo.

Larimar bajó al camarote. Opalena seguía inconsciente, así que con cuidado le fue quitando la ropa mojada y se la cambió por un camisón. La tapó con una manta seca y le pasó las correas de seguridad. Salió para tender la ropa y cambiarse también ella.

Ante la puerta de su camarote encontró un atado de ropa mojada. Lo cogió y lo entro a su camarote. En su cubo de ropa dejó todo lo que llevaba en las manos y, tras cambiarse y ponerse también un camisón, la ropa que había llevado puesta. De uno de los cajones de su escritorio sacó el cordel de tender y pinzas. Puso su cubo de limpieza al lado del de la ropa y fue escurriendo bien cada prenda, con cuidado de no salpicar el suelo. Tras su ropa y la de Opalena, le llegó el turno al atado. Deshizo el nudo y se encontró con el peine, la camisa y la muda interior de la muchacha, se fijó en la tela de dónde lo había sacado; era el pañuelo de Opalena. Una sospecha cruzó su mente.

- Mary ¿Cómo ha llegado todo esto a la puerta de mi camarote? -sintió la respuesta de la nave- ¿Qué? ¿Estás segura? Pero, entonces, es como si hubiera planeado huir.

La mujer acabó de tender la ropa en absoluto silencio. Era la primera vez que se encontraba ante un caso de deserción. La normativa en la Marina Mercante era muy estricta en estos casos: tatuaje y destierro en Mastrara, dos años los tripulantes, cinco los oficiales, e inhabilitación, tres años para los tripulantes, quince para los oficiales. A los grumetes se los tatuaba por dos años, lo que les dificultaba poder enrolarse en otro barco, hasta que la piel absorbía la tinta y el tatuaje desaparecía.

Volvió al camarote de la chica, a comprobar su estado. Seguía dormida o, lo simulaba. La duda tocó el ánimo de la mujer, que ajustó las correas de seguridad y les trabó la apertura, ahora no podría salir de la litera hasta que ella lo decidiera. Una vez terminada esta precaución volvió a su camarote y se concentró en reparar el bauprés. Una vez a punto decidió preparar un poco de estopa y brea para reparar el calafateado.

Sacó la caja de los hierros. La desenvolvió con cuidado. Con el índice resiguió la N grabada y recordó a Narmor, el maestro calafate que se la había regalado. En cualquier otro momento se le habría instalado una sonrisa al evocar sus días con Narmor, pero hoy, tras todo lo sucedido, y con la impresión de la fuga de la muchacha, un torrente de lágrimas salió sin control de sus ojos y, la sensación de pérdida se le hizo tan insoportable que volvió a guardar la caja. Fue a la cocina y se sirvió una taza de té blanco, con media dosis de esencia de clavo, en cuestión de quince minutos la capitana estaba dormida.

En el Marítim la tripulación se apiñaba junto a la chimenea. Cada uno ensimismado con sus pensamientos. Sin pretenderlo todos esperaban el regreso de Kuncita. Una enorme ola había golpeado el edificio y, pese a que no había ocasionado ningún desperfecto, todos los pensamientos de la tripulación fueron hacia los oficiales, ya que estaban expuestos a la tormenta.

Habían cenado en silencio,  retirado a uno de los sillones junto a la chimenea, y allí continuaban. Osasti se les unió al terminar sus tareas. Llevó su mecedora y su labor y se puso a terminar el jersey que le tejía a Kuncita, se lo tendría que probar, porque desde la última vez que habían estado juntos había crecido, o de tanto tiempo había olvidado lo alto y fornido que era. Lo que más le gustaba a Osasti del cuerpo del marino eran sus brazos, tan fuertes y cálidos. Un abrazo suyo la hacía sentir segura y protegida. Tal vez por eso le costaba tanto renunciar a ser su novia en Cetreo, porque ella sabía que el hombre tenía muchas otras novias. Una en cada puerto, en algunos dos y en otros aún más, pero en Cetreo ella era la única y lo amaba, lo amaba de una manera muy especial. Sus padres la entendían y no le insistían en que buscara otra relación más próxima. Otros no lo comprendían en absoluto, pero ella se sentía muy afortunada con los escasos momentos que compartían juntos y con las hermosas cartas que recibía de él, puntualmente, cada tres meses. Además, una relación así le permitía seguir con su vida y sus aficiones sin restricción de ningún tipo. Pero en estos momentos, a pesar de procurar no estarlo, se sentía intranquila. Su mayor deseo era que se abriera la puerta y entrara. Mientras tejía comenzó a rezar a Deva, la diosa de las aguas, a pedirle que calmase aquella tempestad y guiase a su amor, con seguridad, hasta el umbral del hostal.

Llamaron a la puerta y ésta se abrió. Kuncita cruzó el umbral con una sonrisa, lo que calmó de inmediato a la tripulación. Osasti se levanto y fue corriendo hasta él, abrazándolo tan fuertemente que el hombre se puso a reír.

-¡Cariño! ¿Se te ha ocurrido pensar que no iba a volver? ¿Que iba a perderme una noche deliciosa contigo? ¡Nada podría impedírmelo! Ni las olas de diez metros, ni la mismísima Deva que me lo pidiera -Sin esperar respuesta la besó.

Detrás de la pareja asomó un fino morro marrón claro y blanco. El Sr. Eivioc no se atrevía a ir más allá. El cocinero lo descubrió y lo llamó con suavidad.

-Sr. Eivioc, adelante pasa. Ven, anda ven aquí.
Kuncita recordó al can y el encargo de la capitana.
-John, por favor, Larimar te pide que le prepares una buena cena y que esta noche duerma contigo, si Roc está de acuerdo.
El timonel asintió con la cabeza y el perro entró en la sala y fue hasta la chimenea, dónde se estiró en la alfombra y cerró los ojos. La Sra. Lotte se levantó y fue hacia el segundo.
-¿Opalena se queda en el barco y el Sr. Eivioc no?
- Sí Sra. Lotte y, con todos mis respetos, su curiosidad tendrá que esperar a mañana, por orden de la capitana estoy libre de servicio hasta mañana a su señal, así que con permiso-el hombre cogió a Osasti en brazos y subió las escaleras hasta el primer piso, se giró y grito- ¡Buenas noches!
-¡Buenas noches! -coreó el resto de la tripulación.

Emma volvió a la chimenea, John salió hacia la cocina a pedir permiso y preparar comida para el perro. Roc sacó una libreta y se puso a escribir. Miss Egane se levantó y los hermanos Uxián la imitaron. Corma se adelantó un paso a la mujer y tendiéndole el brazo le propuso.

-Yo pujo a tu las escaleras a braços. ¿Querés?
- No, gracias Corma, me gusta subir las escaleras por mí misma.
- Es dóra, ¿Querés jogar una partida de Senet?-le preguntó Hidie.
- Eso estaría bien, sí, pero sólo una.

Hidie siguió a la mujer, se giró y le guiñó el ojo al timonel, que al oír la propuesta había alzado la vista de su libreta. El Sr. Refrany le respondió con un gesto de la cabeza y el mayor de los Uxián subió a la habitación de la timonel más contento que en un día de paga. Corma se encaró con el timonel.

- Tú trampa, tú faces cop de má a Hidie.
- A quien madruga el creador ayuda.
El hombre volvió a su libreta sin hacer el menor caso de los refunfuños de Corma.
- Corma, si quieres podemos jugar una partida al Destino del Cisne.
- No gracias Seña Lotte, mi no gusta jogar.
- Pues es lástima, a Egane le encanta el Destino del Cisne.
-¡Pronto! ¿Com se joga?

Emma pidió una baraja en recepción y enseñó a jugar a Corma y a Ereleig. John regresó de la cocina con un bol que contenía algo realmente suculento, ya que el Sr. Eivioc, que parecía profundamente dormido, levantó la cabeza y, al ver al cocinero, se alzó de un salto y moviendo la cola como un abanico ladró.
- Venga Sr. Eivioc, lo come en la habitación. Roc, yo ya me quedo arriba, dejo la puerta abierta, ven cuando quieras.
- Cuando acabe esto, gracias John.

El cocinero y el perro subieron las escaleras hasta el segundo piso. Los aprendices de Destino del Cisne siguieron enfrascados en su partida hasta bien entrada la noche. A Egane le costó bastante derrotar a su adversario, y era ya pasada la media noche, cuando sus chacales acorralaban por completo a los perros de Hidie. Kuncita disfrutó el baño caliente, el masaje y la amplia cama de Osasti que deshicieron varias veces a lo largo de la noche.

Cuando el sol comenzó a apuntar por el horizonte Opalena se fue despertando. Había tenido sueños extraños. El cuerpo le pesaba tanto que no era capaz de levantar los brazos. A medida que se hacía más consciente comenzaba a recordar los sucesos del día ¿Anterior? Abrió los ojos y miró en derredor. Estaba en un lugar oscuro, pero cálido.

Larimar comenzó a despertar del sueño inducido, con una sensación de sopor en la cabeza que la obligaba a moverse muy lentamente. Salió a cubierta para que el aire la despejara un poco. La ligera brisa de la madrugada jugó con su cabello. Contempló el horizonte que comenzaba a clarear por el este. Las estrellas aún brillaban con intensidad en el cielo. Aspiró el aroma del salitre y, siguiendo la tradición materna, alzó los brazos ante ella mostrando las palmas al lugar por dónde saldría el sol, y en su mente dio las gracias por estar un día más en este universo y ofrecerse a su servicio. Agradeció el privilegio de capitanear a La Marygalante, agradeció el contar con una tripulación tan especial y pidió el valor, y la coherencia suficiente, para resolver la deserción de Opalena de la manera más rápida posible. Se quedó en esa misma posición hasta que sintió los rayos del sol en las palmas de las manos. La Marygalante la avisó de que Opalena se había despertado.

La chica intentó incorporarse, pero algo se lo impedía. Al querer mover los brazos comprendió lo que sucedía, estaba atada. Entonces los recuerdos volvieron de golpe y supo que volvía a estar en la nave, a merced de aquella bruja. Forcejeó inútilmente, aquellas correas la atrapaban por completo y, aunque no le herían la piel, le impedían el más mínimo movimiento. Un sentimiento de derrotismo se apoderó de su ánimo y simplemente se rindió. Cerró de nuevo los ojos y deseó dejar de existir.

Larimar había barrido y fregado su camarote, limpiado los cristales, recogido la ropa, que ya estaba seca, y la había doblado y apilado sobre su escritorio. Después se había vestido y peinado. Una vez serena y con las ideas claras fue al camarote de Opalena. Antes de entrar  pidió a La Marygalante que retirara las correas de la litera.

La chica sintió un roce en los brazos y piernas. Asustada se encogió, instintivamente, sobre sí misma y descubrió que estaba libre de sus ataduras. Ni lo pensó. Se incorporó y abrió la puerta. Allí estaba la capitana. La muchacha bajó la cabeza y se quedó allí, inmóvil, a esperar su castigo.

- A mi camarote por favor.

La chica salió por la puerta sin levantar la vista. Ando por el pasillo y entró en el camarote de la capitana. Se atrevió a mirar un poco, sobre el escritorio estaban su pañuelo y sus escasas pertenencias. Cuando la mujer entró tras ella, y se sentó en su silla, Opalena volvió a mirar al suelo, a la punta de sus pies descalzos. Durante un momento sólo hubo silencio. Luego Larimar comenzó a hablar.

- Ante todo quiero presentarte mis disculpas, quiero disculparme por no haberte informado correctamente de las normas a bordo de La Marygalante. He sido negligente en mis deberes de anfitriona dejándolos en un último plano y ocupándome en exclusiva de los mapas de rutas. Lo siento mucho Opalena -la chica siguió callada y mirando al suelo- Siento no haber mostrado el interés suficiente en ti y en Ereleig, no haberos ofrecido el tiempo necesario, ni la debida atención como nuevos tripulantes de la nave, he delegado por completo todo lo referente a vosotros en la Sra. Lotte y en el Sr. Lay. Lo siento, lo siento mucho, espero que puedas perdonarme -Opalena no respondió, así que se hizo un largo silencio. 

La muchacha no comprendía lo que estaba oyendo y el tono sereno de la capitana la había desconcertado, ella esperaba una agria reprimenda, como las que solía dar la Archiduquesa, o una retahíla de gritos e insultos, como los del mayordomo de la casa de los Pema, o el frío desprecio de las broncas de su gerente en las cloacas. Y, si había entendido bien, la capitana le había pedido que la perdonara. Le pedía disculpas y perdón ¡A ella! El silencio se alargaba y la chica comenzó a sentirse confusa e incómoda. Lentamente alzó el rostro y se atrevió a mirar a la capitana a la cara y lo que encontró fue una mirada serena, que no logró sostener, así que bajó de nuevo el rostro.

- Comprendo que te sea difícil por el momento, así que vamos al segundo punto de esta charla. Por lo que deduzco de la situación, y por tus pertenencias empaquetadas, no deseas seguir con nosotros. La deserción es una falta muy grave, y está penalizada duramente. Puesto que has estado muy poco en el barco y ya que la responsabilidad de lo sucedido es en gran parte mía, asumo las consecuencias de tal responsabilidad, y por mi potestad como capitana de esta nave declaro este incidente "no ocurrido" -ahora la chica alzó el rostro y miró a la mujer completamente sorprendida- Sólo lo sabemos tu, La Marygalante y yo, si tú lo borras de tu memoria, nosotras también lo haremos. ¿Estás de acuerdo?- Ante el silencio de la muchacha la mujer repitió la pregunta a la que Opalena respondió con un gesto afirmativo de la cabeza- Bien, asunto anulado y ahora el tercer punto. Por mi parte no tengo ninguna queja de tu servicio como grumete y me consta que el Sr. Cook tampoco, por ello te pido que reconsideres tu decisión de dejar la nave. De querer hacerlo te llevaré al Orfanato Estatal, aunque ahora seas una trabajadora libre, por tu edad, es mejor que te quedes allí mientras buscas un nuevo empleo, aunque te repito que por nuestra parte no tenemos queja alguna de tus servicios y nos satisfaría seguir contando con ellos.

Opalena no era capaz de entender lo que la mujer decía. ¿Le estaba pidiendo que se quedara en el barco? ¿Le decía que la dejaba en el orfanato si ella quería?¿Había dicho trabajadora libre?

- Opalena, es un poco difícil mantener esta conversación si no hablas, sé honesta, di lo que prefieres. Si lo necesitas te doy un poco de tiempo. ¿Quieres desayunar? No has comido nada desde ayer por la mañana y el encuentro con el barco y, bueno todo en general. ¿Te apetecen hojas bretonas? Con mermelada de ciruela son deliciosas -Opalena siguió sin responder- Bien pues como hasta que te decidas a marchar soy la capitana, vamos a comer.

Larimar se levantó y salió del camarote, no esperó a ver si la chica la seguía o no, acababa de decidir que si volvía a escaparse no la detendría, enviaría un aviso al orfanato para que la retuvieran y le llevarían su ropa, su sueldo de aquellos días, un extra para que se apañara mientras encontraba trabajo, y una carta de recomendación, para que lo hiciera rápido. Cocinar también la ayudaba a calmarse cuando se ponía nerviosa, así que cogió harina de sarraceno, de garbanzo, leche de almendras y se puso a batirlo hasta conseguir una crema homogénea y espumosa. La fue cocinando por cucharadas sobre la placa de piedra hasta conseguir unas doradas hojas, flexibles y apetitosas. Una vez terminó de cocinarlas las fue rellenando de mermelada y enrollándolas. Al ir a coger los platos vio que Opalena estaba en la puerta de la cocina.

Cuando la capitana  había salido, lo primero que pensó la chica fue en coger su pañuelo e irse, pero entonces creyó oír una música. Prestó atención y lo volvió a escuchar, era como una especie de sonido grave, rítmico y profundo. Miró por la ventana del camarote y no vio más que agua. De nuevo, aquel sonido y esta vez fue claro, lo oyó como si penetrara por las paredes y sin entender porqué rememoró la sensación de tranquilidad que había sentido en la mesita del rincón, cuando trinchaba verduras, y una duda se instaló en su ánimo ¿Y si estaba equivocada? Salió del camarote y fue a la cocina. Se quedó en la puerta, sin hacer ruido ni entrar, y desde allí observó a la mujer que cocía las hojas bretonas.
Sus miradas se encontraron y Larimar la invitó, con un gesto, a entrar. Opalena se sentó y la capitana le sirvió un plato con cinco rollos de hoja bretona y, un gran vaso de leche de coco. Ella se sirvió lo mismo y, tras dejar los rollos restante en medio de las dos, hizo el gesto habitual ante el plato de Opalena y el suyo.

- Otsukaresama, Itadakimas.
- Gracias señora.
Larimar cogió el primer rollo con las manos y engulló más de la mitad.
-¡Uhhmmmm! - la mujer masticó ostensiblemente y tragó-¡Están deliciosos! Pensaba que no me quedarían bien, después de tanto tiempo, pero me han quedado riquísimos.

Opalena probó uno y sí, aquello estaba buenísimo. En un momento terminó los suyos, pues, de golpe, sintió un hambre atroz. Larimar le volvió a llenar el plato y la chica lo dejó limpio en poco tiempo. Acabaron los rollos, bebieron el vaso de leche y Larimar sonrió a la chica.

- Las penas, con el estómago lleno, son menos penas. Es lo que diría ahora el Sr. Refrany. El Sr. Lay seguramente diría ¿Dónde están las mías? Esto también ha de ser un secreto entre nosotras, si se entera que he preparado hojas y no le he guardado ni una se enfadaría mucho, le pirran las hojas bretonas. Es novio de Taraya únicamente porque las prepara bien.

Se hizo un nuevo silencio, que se prolongó hasta que Larimar se levantó, recogió los platos y se puso a fregarlos. Cuando terminó volvió a la mesa con dos tazas de infusión de frutos rojos. Se sentó frente a Opalena, tomó un trago de la infusión y se decidió a preguntarle.

- ¿Qué es lo que te preocupa Opalena?
- ¿Esto es un barco pirata?
- Corsaria, La Marygalante es una nave corsaria. Lo es, cuando la ocasión lo precisa - Opalena bajó el rostro decepcionada, pensaba que la mujer lo negaría- ¡Oh! Ahora entiendo, claro, trabajaste para los Pema. Has debido oír historias, historias de la Bruja Nola, la infame pirata que rapta a los herederos nobles para comerlos- Opalena asintió con la cabeza- Mírame Opalena, por favor - la chica alzó el rostro y la miró temerosa- Sí, es cierto, soy la Bruja Nola y sí, es cierto, he raptado a algunos jóvenes nobles. Hay ocasiones en los que mis actos no se han amoldado a la legalidad del lugar. En ciertos momentos de mi vida he tomado decisiones y asumido las consecuencias de ellas. Me fugué de la prisión de Barat-Dum y ello me incluyó en el catálogo de reos fugados del sistema Dagobá. También hay una orden de captura a la Bruja Nola en Hidún y en Bibuya. Pero procuro ser más consciente de mis actos a medida que aprendo y, pese a la mala fama, no me arrepiento de ellos - Opalena bajó de nuevo el rostro al oír aquello y se sintió mal, comenzó a sentir náuseas ante aquella confesión- pero hay algo que te quiero dejar muy claro. Algo que es totalmente falso hasta el momento. NO soy antropófaga, ni yo, ni nadie que haya pisado esta nave.