Hace poco descubrí la Asociación Auxilio Animal es muy pequeñita aún y ayudan a toda clase de animales.
Los encontrarás en ferias veganas dónde venden deliciosa comida hecha en casa y de esta manera sufragan los gastos de la asociación, que por el momento no cuenta con ningún apoyo a nivel estatal.
En facebook encontráis su tienda benéfica DORTOKA DISTRO
Desde hoy y hasta el 15 de Abril para ayudar a REGALIZ, una de las muchas aves a las que atiende la asociación, la donación de las ventas de FRÈRE serán para Auxilio Animal y por eso este cuento va de aves:
HESTIA
La maestra tuvo que imponer orden por
cuarta vez aquella mañana, pero no era de extrañar, ya que leer en voz alta las
redacciones siempre hacía que los alumnos se pusieran muy nerviosos.
En esa
ocasión los relatos tenían como tema “Si hubiera sabido que…” y las historias
que hasta ahora se habían leído, eran de lo más cómico que la maestra escuchaba
en mucho tiempo.
-Ahora escucharemos a Javier J. -anunció la maestra.
Javier se levantó y fue hasta la
pizarra, cogió tiza y escribió “Hestia”.
-La protagonista de mi historia tiene
este nombre y se escribe así, y no es que me haya equivocado – Javier dejó la
tiza, desdobló el folio y empezó a leer-. “Si hubiera sabido que”; Hestia es el
nombre de una diosa griega, la diosa del hogar, esa fue la razón por la que le
puse ese nombre a mi lechuza.
Todo empezó en Navidad, fui con mi canguro a ver
“Harry Potter y la Piedra Filosofal”,
cuando salimos del cine ya sabía qué quería como regalo de Reyes, una lechuza
igual que la de Harry.
Primero me dijeron que no, que aquello
no se podía comprar en cualquier centro comercial, pero yo les insistí y les
insistí hasta que al final me la compraron. Mientras esperaba que me la
enviaran por mensajero, busqué nombres que empezaran por hache, para que se
pareciera más a la de Harry. Casi me había decidido por Helena si era hembra y
Herminio si era macho, pero mi padre me dijo que no le parecía bien ponerles
nombre humano a los animales y que lo mismo su primo Herminio se lo tomaba mal.
Mi prima Alba fue la que me dijo que buscara en la mitología griega y fue allí
donde encontré el nombre para la hembra de lechuza nival que llegó a las 12’38 de
la mañana del 5 de enero.
La saqué de la caja y la verdad me decepcionó un
poco, no se parecía en nada a la de Harry. Era mucho más pequeña, le faltaban
algunas plumas y olía muy mal, la razón era que sólo tenía seis meses de vida,
el transporte la había estresado y era normal que se ensuciase, estaba
encerrada.
La puse en la percha que habíamos comprado para ella y cuando leímos
la documentación y supimos que era hembra, cogí el rotulador y escribí “Hestia” en la base de la percha que ahora
sería su nido. Llamamos al teléfono que nos ponían en la documentación y por la
tarde vino un señor que nos explicó cómo cuidar de Hestia.
Al principio todo era muy emocionante,
aprendía muchas cosas de la vida de las lechuzas, cada vez que venía alguien a
casa alucinaba con Hestia y todos mis
primos me tenían mucha envidia. Una vez compré un hámster vivo para ver cómo lo
cazaba, no fue muy agradable y no lo hice más, porque a las horas regurgitó una
egagrópila; las egagrópilas son las partes de las presas que no digieren, el
pelo y los huesos, queda todo compactado en una masa oscura de forma ovalada.
Verla vomitar aquello me dio mucho asco y casi vomito yo también.
Hestia creció y se
puso tan bonita como Hedwig, pero no
volaba, ni traía correo. Se pasaba el día en su percha, comiendo y mirando con sus
grandes ojos, ululando de vez en cuando.
Un fin de semana fuimos a la casa de
unos amigos de mis padres, tenían un guacamayo precioso que recitaba poemas de
Lope de Vega. Le pregunté al dueño como lo había conseguido y me explicó que
durante mucho tiempo se los había leído, cada tarde a la misma hora, lo repetía
una y otra vez hasta que el guacamayo lo recitaba entero y entonces le enseñaba
otro, sabía siete poesías y el famoso poema del Soneto. Le pregunté si podría
enseñarle a Hestia a hablar y me dijo
que no lo creía posible, pero que lo intentara. Durante un mes estuve leyéndole
una poesía de cinco líneas, pero no repitió nada, sólo ululaba de vez en
cuando.
Una noche comenzó a chillar muy fuerte, no entendía qué le pasaba y no
se callaba con nada. Los vecinos se quejaron y comenzamos a tener muchos
problemas. Mi madre llamó a una conocida suya que vivía en el campo y se la
regaló. La señora vino para llevársela, al principio yo no quería, pero ella me
explicó que si realmente quería a Hestia era mejor sacarla del piso. Al poco me envió
una carta donde me explicó que la había cedido a un cetrero.
Dos años después,
visitando una feria medieval, asistí a un espectáculo de cetrería y allí estaba
Hestia. El cetrero explicó su
historia y yo quedé muy avergonzado. Supe que mantener encerrado en casa a un
animal salvaje le provoca ansiedad y le produce atrofia en la musculatura. Supe que
comprándola ayudaba a los cazadores furtivos. Supe que con mi capricho estaba
destruyendo su especie. Si hubiera sabido todo esto, si mis padres hubieran
sabido todo esto, tal vez, no me la hubieran comprado. He querido explicarlo
para que no cometáis el mismo error.
Javier dobló de nuevo el folio y esperó
por si alguien le quería hacer alguna pregunta.
-¿Es verdad o es una bola? –preguntó
Gustavo.
-Es cierto, lo he dicho desde el
principio -contestó Javier.
-¿Le dijiste al cetrero quien eras?
–preguntó Martina.
-No, no me atreví aquel día. Me quedé
una tarjeta suya y le escribí un poco después.
-¿Y te puso una denuncia ahora que sabía
quién eras? –le volvió a preguntar Martina.
-No, me sugirió que me hiciera
voluntario o colaborara con alguna asociación de animales y que cuando
estuviera preparado compartiera mi experiencia, ya que así podría ayudar a
acabar con el tráfico de animales.
-¿Y lo has hecho? – preguntó Manuel.
-Sí, ahora por mi cumpleaños pido dinero
que dono a una protectora de animales, por cierto, este domingo hacen una
caminata solidaria, podéis sacar a pasear a los perros del refugio ¿Quién se
apunta? -un coro de manos se alzó y la maestra
sugirió dejarlo para la hora del recreo.
Tras dos lecturas más finalizó la
clase y los chicos salieron al patio. Javier les explicó cómo llegar al
refugio.
La maestra miraba desde la ventana de la
sala de profesores, se sentía contenta por la decisión del chico, se notaba lo
mucho que había aprendido desde la tarde que fue a su casa a recoger a Hestia para llevarla al Centro de
Recuperación de Fauna Silvestre. Era un primer paso hacia una conciencia mayor
de la naturaleza y el respeto a los animales, que esperaba supiera transmitir a
sus amigos.
Espero que te haya gustado, si quieres conocerlos mejor o hacerte socio de DORTOKA DISTRO los encontrarás en Facebook:
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Les puedes hacer una donación directamente a su cuenta:
La Caixa: 2100-0448-66-0100359511
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