Este Solsticio de Verano coincide con el cambio de la Luna, según la Astrología de la Tierra, así que os dejo otra leyenda sobre los Clanes Elementales, esta vez la del Clan del Agua.
Que este verano sea estupendo para tod@s vosotr@s!!
Por qué algunas ranas salieron del agua
Hace
mucho, mucho tiempo, las ranas vivían en todos los charcos, lagos y ríos del
mundo, del mismo modo que muchas de ellas hacen hoy. Eran felices
cantando sus canciones, sentadas en sus hojas de nenúfar y poniendo sus huevos,
que se convertirían en renacuajos y después, como por arte de magia, en ranas.
Era ésta una buena vida y la mayoría de ranas eran felices.
Entonces, un día, uno de los jefes de las ranas, llamado
Ripid-dú, llegó a sentirse insatisfecho. Cada día, desde su hoja de nenúfar,
veía algo en la distancia. Esa cosa que veía era grande, más grande que todo lo
que había visto anteriormente. Era verde en su mayor parte y, en la parte de
arriba, blanca. Mientras la observaba, muchos de los otros animales se subían a
ella aparentemente hambrientos y, horas más tarde bajaban, al parecer,
habiéndose hartado de comer. Ripid-dú empezaba a sentirse insatisfecho con las
moscas, mosquitos y chinches de agua que usualmente comía.
—Sobre esa cosa grande —pensó— tiene que haber cosas
deliciosas para comer. Es por eso que los otros animales parecen tan saciados y
felices cuando bajan de ella. No es justo que nosotras, las ranas, tengamos que
permanecer siempre en este charco, comiendo siempre las mismas cosas de
siempre. Yo quiero ir a esa gran cosa y coger algunas de las cosas buenas que
ellos siempre tienen para comer.
Un día, llamó a una serpiente que había visto
deslizándose bajo la gran cosa y le preguntó dónde había estado y qué había
comido.
—Esa gran cosa —dijo la serpiente— es una montaña. En su
cima están los más grandes, jugosos y deliciosos bichos que jamás he comido.
Hacen que nuestras moscas más grandes parezcan mosquitos. Mmm, ¡qué feliz estoy
de poder ir a la montaña!
Ripid-dú reflexionó acerca de lo que le había explicado
la serpiente y llegó a sentirse terriblemente hambriento por las delicias que
ésta describía. Empezó a hablar de ello a todas las otras ranas. Hacía que
sonara tan bien, que todas las ranas desearon fervientemente tener la
oportunidad de probar aquellas delicias. Al poco tiempo, las ranas del charco
se lo comentaron a las ranas de la charca vecina y pronto se extendió la
noticia a todas las ranas, en todas las charcas, riachuelos, lagos y ríos
alrededor de la montaña; y como resultado, todas se sentían insatisfechas con
lo que el Gran Espíritu les había dado.
Finalmente, Ripid-dú hizo una audaz sugerencia:
—Compañeras ranas —propuso—, ya que el Gran Espíritu está
tratando de mantenernos fuera de todo lo mejor de la vida para nosotros,
vayamos por nuestra cuenta, escalemos esa montaña y olvidémonos por completo de
los lugares donde ahora vivimos.
Algunas de las ranas estaban de acuerdo. Habían llegado a
creer, verdaderamente, que habían sido olvidadas o ignoradas por el Gran
Espíritu. Otras sintieron que, aunque esos otros bichos podían parecer más
grandes, a ellas les resultaría difícil vivir en una montaña, fuera del agua.
—Sois cobardes —les gritó Ripid-dú a aquellas ranas—.
Nosotras podemos vivir sobre tierra. Podemos hacer cualquier cosa. ¿No estamos
todo el día sentadas en las hojas de nenúfar fuera del agua? El Gran Espíritu
solamente nos dijo que tenemos que estar en el agua para mantenernos alejadas
de todas las cosas buenas que tienen los otros animales. ¡Vamos a la montaña!
Cuando hubo concluido su discurso, mientras era transmitido
a todas las otras ranas de todos los otros charcos, Ripid-dú escuchó una voz en
su mente.
—Pequeño hermano —dijo la voz—, te he dado todo lo que
necesitas para vivir bien. No codicies las cosas que otros animales tienen. Sé
feliz y canta tus canciones de gratitud por las buenas cosas que te he dado. No
vayas hoy a la montaña. Si lo haces, las cosas no te irán bien.
Aunque eso hizo que Ripid-dú vacilara, estaba tan
determinado y tan seguro de que se perdía algo, que ignoró la advertencia del
Gran Espíritu. Al poco, Ripid-dú y sus seguidores partieron hacia la montaña.
Mientras comenzaban el ascenso, notaron que todos los otros animales que
normalmente iban allí arriba para comer bajaban corriendo apresurados.
—Hoy las cosas de la montaña no están como deberían —dijo
la serpiente con la que había hablado con anterioridad—. Volved a vuestros
charcos.
Las ranas estaban decididas. Ripid-dú sentía que el Gran
Espíritu había dicho a los animales que actuaran de esta manera para
engañarlas, y que los animales estaban de acuerdo en hacerlo porque no tenían
ganas de compartir la comida que tenían con aquel ejército de ranas que
marchaba hacia la cumbre.
Y hacia arriba que marcharon en busca de los deliciosos
bichos que creían que iban a encontrar. La verdad es que algunas de las ranas
sí encontraron algunos bichos y eran éstos los más grandes y deliciosos que
jamás habían visto. Pero la mayoría de los insectos también estaban bajando de
la montaña, volando en grandes enjambres.
Mientras continuaban su ascenso, notaron que la blanca
nieve de la cumbre de la montaña se derretía y torrentes de agua empezaban a
correr montaña abajo. Al verlo, algunas de las ranas empezaron a tener miedo y
quisieron dar la vuelta. Pero, Ripid-dú las llamó cobardes y las desafió a continuar.
Al poco, a los torrentes de agua se unieron rocas
derretidas que se deslizaban hacia abajo, por la ladera de la montaña, y una
larga nube de vapor empezó a envolver a todas las ranas, quemando su piel.
—No demos la vuelta ahora, hermanos y hermanas —gritó
Ripid-dú—. Si mostramos al Gran Espíritu que no caemos en sus trampas, todo
esto cesará en breve.
No cesó, sino que empeoró. El volcán seguía en erupción.
Ripid-dú no estaba seguro de lo que hacer. En el último minuto, se dio cuenta
de que había llevado a muchos de sus hermanos y hermanas al peligro,
simplemente porque sentía que lo que él quería era más importante que aquello
que les había dado el Gran Espíritu.
—Gran Espíritu —rezó Ripid-dú con todas sus fuerzas—, me
sacrifico con gusto si tú, de alguna manera, salvas a todas estas ranas que me
han seguido. No es justo que ellas sufran por mi error. Yo tenía que haber
hecho caso de tu advertencia y de la de los otros animales.
—Pequeño hermano —escuchó decir a una voz en su oreja—,
salvaré a todos los que te siguen, porque ellos han aprendido su lección.
Hazlos saltar dentro de la cascada de agua que ves más adelante. Les llevaré
con seguridad de vuelta a sus charcos, riachuelos y ríos. Pero tú, no saltes.
Ripid-dú hizo lo que le dijo. Al poco tiempo, todas las
otras ranas eran llevadas por el agua a un lugar seguro.
Ripid-dú se sentó allí mientras el vapor se hacía más
denso. Esperaba su destino, consciente de lo mal que había actuado. De repente,
una ráfaga de viento llegó y sopló sobre él llevándoselo hacia un árbol que
estaba tan alto en la montaña que el vapor no llegaba. Ripid-dú estaba a salvo,
y miraba como el volcán acababa su erupción.
—Pequeño hermano —escuchó decir de nuevo a la voz—, ya
que has tenido tantas ganas de vivir en la montaña, es donde estarás a partir
de ahora. Serás más pequeño de lo que has sido y, probablemente, no vivirás más
en el agua. Los árboles serán tu hogar y el de tus hijos por todas las
generaciones que vendrán.
Así fue como las ranas de los árboles, esos extraños
seres nacidos de la tierra y parientes de las felices ranas de agua, llegaron a
existir.
Os dejo link al blos de La Rueda Medicinal Astrología de la Tierra, con la entrada sobre esta Luna:
http://laruedamedicinalastrologiadelatierra.blogspot.com.es/2015/06/septima-luna-del-ano.html
Buen Verano!!!!
http://laruedamedicinalastrologiadelatierra.blogspot.com.es/2015/06/septima-luna-del-ano.html
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