En facebook anuncié que retomaba la actividad y que mejor momento que con la primavera.
Inicio una fase de entrega por capítulos de una novela para chic@s a partir de 9 años. Tiene unas preciosas ilustraciones a acuarela de Mercedes Escobar.
Un abrazo enorme a todos y gracias por seguir leyendo!!!
Este cuento está dedicado a mis sobrinos, los
pequeños:
Daniel,
Asier y Alma.
A Petit, que ahora vive en el cielo.
Al Refugio-Santuario de Animales de A.D.E.
donde Petit vivió y cabalgó hacia el cielo.
¡GRACIAS!
M.V.Pirenne
Nº registro de la propiedad: 02/2012/6638
CAPÍTULO 1
“QUIEN ALGO QUIERE, ALGO LE CUESTA”
A veces ocurre que la vida de
un niño de nueve años cambia por completo. A Daniel le pasó aquel otoño.
Su tía Lola le hacía de
canguro, mientras sus padres hacían una escapada de fin de semana; ella también
tenía sus planes y decidió no alterarlos sólo porque su hermano quisiera
viajar. Así que se llevó a Daniel al refugio de animales y fue allí donde lo
conoció.
Qué vio Daniel en aquel
caballo, sólo la tía Lola pudo entenderlo. Era uno de los muchos caballos que
vivían en el refugio. Lo habían rescatado de una hípica donde el sufrido animal
había trabajado toda su vida. Estaba en los huesos, tenía unos veinte años y
una pata delantera un poco deforme.
Daniel lo cepilló y le dio de
comer. También le limpió de estiércol (caca de caballo) su espacio y por la
tarde quería llevárselo a casa. Pero claro, no puedes tener un caballo viviendo
en un piso. La responsable del refugio, Matilde, le explicó lo que se necesita para
poder tener un caballo y la gran cantidad de dinero que cuesta mantenerlo. Pero
no penséis ni por un momento que esto desalentó a Daniel, todo lo contrario, le
ayudó a que por primera vez entendiera lo útiles que son las matemáticas.
Para ser sinceros a él no le
gustaban mucho las matemáticas, sacaba buenas notas, pero no les había
encontrado aún la utilidad. Esa noche cogió un folio, del montón de folios de reciclar
de su tía, un lápiz y aunque quería utilizar la calculadora, su tía le dijo que
no. Seguramente estaba conchabada con su padre para que estudiara, pero por
esta vez no le importó.
Escribió con letras grandes “PETIT” (era como se llamaba el caballo),
debajo y a la izquierda, con números grandes “250 euros”. Después con ayuda de
una regla, que le dio la tía Lola tras ver lo torcidas que le salían las rayas,
dibujó una cuadrícula. Pero no tenía las doscientas cincuenta casillas que
necesitaba.
Lola le unió dos hojas y media
y allí dibujó la cuadrícula, le salieron más de las que necesitaba; pero la tía
le dijo que pusiera una marca en la que hacía doscientos cincuenta. Daniel
dibujó un caballo y al final borró las casillas que le sobraban.
En otro folio reciclado (este
era de un anuncio de la feria medieval y tenía una foto de un caballero, lo que
a Daniel le pareció muy adecuado porque pronto él también tendría un caballo)
comenzó a apuntar todo lo que necesitaba para quedarse con Petit, la lista quedó así:
“Permiso de papá, 250 euros,
una silla de montar, unas riendas, unas espuelas, una sabana de esas de
caballero, un traje de caballero, una espada, un arco, una lanza de esas largas
que son muy “guachis”!!!!!!”
-¿Puedo ver lo que estás
haciendo? –le preguntó la tía.
-Es la lista de lo que
necesito para comprarme a Petit.
-¿Quieres comprarte a Petit?
-Sí, la señora me ha dicho que
es un buen caballo para un niño.
-¿Y dónde lo vas a tener?
Porque está prohibido tener caballos en la ciudad.
-Aquí, papá siempre dice que
como vives sola y te gustan los bichos; siempre te quedas con los animales de
tus amigos cuando se van de vacaciones. Pero yo vendré los fines de semana.
-¿Y cuanto me vas a pagar para
que te lo cuide?
-¿No lo haces gratis?
-Cuando son sólo unos días sí,
pero un caballo hay que cuidarlo muy bien.
-¿Y cuanto vale eso?
-Como soy tu tía te cobraré
poquito, por ejemplo veinticinco euros y aparte la comida.
-¿Cuánto vale la comida?
-Pues si le quieres dar muy
bien de comer unos cien euros al mes.
-¿Cien euros? ¿Cien euros cada
mes cuanto es?
-Haz el cálculo.
Daniel cogió otro folio y
multiplicó cien por doce, le salieron mil doscientos. Después multiplicó doce
por veinticinco y le dieron trescientos. Sumó las dos cantidades y obtuvo mil quinientos.
Esta cifra sí lo desalentó un poco y por ese día prefirió no sumar lo que
costaría la silla, las riendas, las espuelas y todo lo demás. Se fue a dormir
un poco triste y pensó que si viviera en el campo como la tía Lola tal vez
fuera más fácil tener un caballo.
Continuará...