Este Abril que comienza traerá bastante movimiento, de momento una nueva entrega de Aventuras en La Marygalante. Seguiremos informando...
Miss Egane no podía
dormir, se sentía extraña a falta de una palabra mejor con la que definir la
mezcla de sentimientos que iban y venían. La partida de Destino del Cisne la
había distraído un tanto y estaba bastante sorprendida de que la capitana se hubiera
comportado de una manera que casi rozaba la falta de respeto. El lord le había
parecido un hombre fascinante y muy atractivo. Desde luego el gusto en hombres
de la capitana era muy peculiar.
Por otro lado estaban los Uxián, ya comenzaba
a cansarse de esa posesión que tenían para con ella. Al principio le había
parecido gracioso, y casi halagador, ver la de detalles y atenciones que tenían
con ella, pero ya estaban sobrepasando el límite. Ignoraba lo que hubieran hablado
con Kuncita cuando ella dejó el pasillo y habían captado que de momento ni se
les ocurriera acercarse a ella.
Kuncita era encantador
cuando se lo proponía, y era guapo aún con esa cicatriz cruzándole la cara,
pero tenía tantas relaciones. Desde luego era estupendo para ella y su
actuación que una de sus novias fuera nada más y nada menos que la supervisora
de proyectos del Ateneo, tener la sala para ella sola a su total disposición
era un lujo.
Roc, la discusión con
él le estaba doliendo de una manera inexplicable. Recordar la escena la volvía
a enfurecer, pero también la apenaba. Nunca antes habían discutido, ni se había
mostrado tan entrometido. Era muy inusual en él mantener una conversación tan
larga, ya que era muy parco en palabras. Acostumbraba a responder con
monosílabos o refranes.
En las ocasiones que habían pasado horas conversando,
ella hablaba y él asentía, negaba y sólo daba su opinión en frases breves y
concisas. ¿Qué le habría pasado por la cabeza para que se hubiera puesto así?
Ni los Uxián se tomaban tanta confianza. Y era extraño que la tomara con
Kuncita, porque él siempre lo defendía en cuanto alguien hacía el menor
comentario reprobatorio sobre su vida o relaciones, nadie podía criticar al
segundo estando presente Roc Refrany. ¿La defendía de esa manera a ella
también? Algo en su interior le decía que sí, que el viejo timonel no
permitiría que nadie dijera el menor chisme sobre ella.
Recordó el día de la
entrevista para el puesto de ayudante. Estaba muy nerviosa, ya que era la única
mujer y recién licenciada, mientras que el resto de la docena de marineros que
esperaban su turno rezumaban experiencia marítima. Y contra todo pronóstico, la
capitana salió con el cuarto marinero que había entrevistado, agradeciendo el
tiempo de espera y anunciando que todos podían marcharse, a excepción de Miss
Dulac, ya que la decisión acababa de ser tomada. Egane quedó en shock, ya que
la había elegido a ella sin ni siquiera entrevistarla. Las palabras de Larimar
se quedaron grabadas a fuego en su interior: " Bienvenida a bordo, espero
de vos que estéis dispuesta a trabajar arduo, ya que yo deseaba un piloto
experimentado, pero mi oficial me ha hecho cambiar de opinión, sería la mejor
manera de agradecer la confianza que os depositamos". Egane había trabajado
con entusiasmo, ardor y sin la menor queja y pronto le quedó patente que tenía
el puesto asegurado mientras quisiera navegar a bordo de La Marygalante.
Se acercó a la ventana
y descorrió la cortina, comenzaba a amanecer y el cielo adquiría un hermoso
tono anaranjado. Abrió la ventana para
respirar un poco de aire fresco y le llegó el rumor lejano de una alarma.
El anticuado peinado de
Larimar O'Brian amortiguó el impacto y en vez de quedar inconsciente sólo quedó
aturdida por unas milésimas de segundo, lo que le permitió esquivar el nuevo
golpe. Una vez localizada la agresión, y ante la precaria luz de la que
disponía para defenderse con un mínimo de eficacia, la capitana optó por huir.
Se encaramó al primer alfeizar que encontró y trepó por la pared hasta el
tejado del edificio. Desde esa altura pudo comprobar dos cosas, que el amanecer
se acercaba y que su agresor la seguía persiguiendo.
Con la mayor rapidez que
pudo, ya que el tejado en el que se encontraba no era precisamente amplio y
pensado para correr por él, se acercó al extremo y estudió el nuevo tejado al
que saltar. El que tenía más cerca era aún mas puntiagudo que en el que se
encontraba. El salto al tejado que parecía más seguro era considerable; y
Larimar no estaba muy en forma, ya que en los últimos dos años no se había
implicado en ningún rescate, ni acción en la que necesitara pericia
físico-acrobática. Se volvió para detectar la nueva posición del perseguidor y
comprobó que le costaba trepar, por lo que disponía de algunos minutos. Cerró
los ojos, se concentró y llamó a La
Marygalante. La nave contestó de inmediato y Larimar sintió cómo se iban
transformando su pelo y su piel. Sintió como las horquillas salían disparadas
en todas direcciones al no poder soportar el peso del cabello, que libre ondeó
al viento.
Cuando tubo el largo preciso, lo incrustó a la cornisa del tejado al
que quería ir, y se lanzó al vacío. Amortiguó el golpe con las piernas y trepó
por la fachada hasta su nueva posición. Una vez lejos de su perseguidor, sacó
el cortaplumas y cortó su pelo, liberándose del apoyo para el salto. Algo más
segura, caminó hasta el tejado contiguo y de allí alcanzó el de una catedral,
lo que le permitió moverse con mayor rapidez, a la vez que la acercaba al
puerto.
El secuaz trepaba lo
más rápido que le permitían sus cortas extremidades, pero al llegar a la meta
no vio a la humana allí. Olfateó el aire en busca de su rastro, pero no lo
encontró. La presa se había volatilizado. Envió una señal a sus compañeros
pidiendo ayuda.
En la pantalla de
seguridad aérea, del centro de vigilancia preventiva, un punto azul comenzó a
parpadear, mientras la alarma aumentaba su volumen; sacando al vigilante
nocturno del sopor con el que se había aletargado tras tantas horas de servicio
en completo silencio.
El hombre miró la
pantalla y tecleó con rapidez. La información que apareció hizo que soltara un
baldón e inmediatamente hiciera sonar la alarma.
La alarma de seguridad
resonó en el amanecer de An-Dro. Larimar comprendió que la habían detectado,
tenía que bajar al suelo de inmediato. Volvió a fijar los zarcillos del pelo y
se deslizó por la pared. Al llegar a la altura de los ventanales de la primera
planta, volvió a cortarse el pelo para poder moverse con total libertad.
Afianzó los pies en los postigos de las contraventanas de la planta baja,
calculó el salto y se dejó caer. El impacto fue mayor del que esperaba, le
falló el equilibrio y se torció el tobillo derecho. Aguantó el grito de dolor,
pero no pudo moverse durante unos segundos.
Una fortísima sacudida
recorrió a La Marygalante, de manera
tan inesperada que zozobró ostensiblemente. Todo utensilio que no estaba bien
fijado rodó por cubierta y tanto Ereleig como Kuncita, cayeron de sus
respectivas literas. John y Roc no cayeron, pues su litera era más grande, pero
ambos se despertaron sobresaltados.
Kuncita tuvo una
corazonada y de inmediato se vistió y salió del camarote. En el pasillo se
encontró con el resto de la tripulación que, a medio vestir o en pijama, habían
salido a ver qué ocurría. Trató de tranquilizarlos, ya que él tampoco estaba
seguro de lo cierta de su corazonada.
- Voy a salir de
inmediato a puerto. Roc, por favor, ayúdame a arriar el bote. Ereleig, tu
recogerás y ordenarás todo lo que haya quedado fuera de su lugar y haz una
lista de material que encuentres roto o estropeado y déjalo en una caja bajo el
palo mayor. John, casi mejor que lo hagáis juntos.
- De acuerdo, me acabo
de vestir y subo - dijo el cocinero volviendo a entrar en su camarote.
- ¿Dónde hago la lista
señor? -Preguntó el grumete.
- En una de tus
libretas, ya lo pasaremos a limpio en la bitácora cuando vuelva. Ve a vestirte primero.
- Sí señor - respondió
el chico y salió disparado para su camarote.
Timonel y segundo
salieron a cubierta y con aquella precisión que solían compartir arriaron el
bote. Justo antes de que comenzara a bogar Roc hizo la pregunta.
- Le ha pasado algo
malo a Larimar ¿Verdad?
- Eso me temo, pero
puedo estar equivocado.
El timonel asintió y
dando media vuelta volvió al camarote a terminar de vestirse. Kuncita asió los
remos y comenzó a bogar con energía, pero de manera rítmica para no agotarse de
inmediato, esta vez no soplaba ningún tipo de viento y la vela no le ayudaba
mucho, precisamente ahora que tenía más prisa que nunca por llegar lo antes
posible al puerto.
Larimar había
recuperado su color original tanto de pelo como de piel. El cabello le caía
lacio sobre los hombros, lo que le hacía sentirse algo vulnerable, le
dificultaba la visión, pero no tenía manera de recogérselos en una cola, ya que
no tenía nada a mano para sujetarlo. El tobillo comenzaba a dolerle cada vez
más y haciendo acopio de valor comenzó a incorporarse. Tenía unos minutos antes
de que la lesión se enfriará y no le permitiera mover para nada el pie.
A pocos metros tenía un
hostal con las luces de la planta baja encendidas, un buen lugar para esperar
hasta que Lay viniera a buscarla. Pero antes quería estar segura de que su
perseguidor la había perdido por completo, puesto que ahora correr no era una
posibilidad. La alarma había cesado, lo que significaba que desde seguridad
habrían perdido su rastro, pero los agentes de seguridad llegarían en breve al
lugar donde se encontraba. Tenía que moverse ya, y deprisa. Se incorporó y el
dolor le recorrió la pierna, pero aún era soportable, lo más recta que pudo se
dirigió, a paso lento hacia el hostal. Justo al llegar al umbral del
establecimiento llegaron los agentes de seguridad al edificio donde se había
lastimado.
Traían consigo un
rastreador-trep, que de inmediato trepó por la pared hasta el punto donde
Larimar había apoyado manos y pies por última vez trasformada. El rastreador
emitió aquel desagradable maullido y siguió subiendo por el tejado hasta el
punto donde permanecían fijados los cabellos de Larimar. El animal los arrancó ayudándose
de sus ásperas zarpas y cogiéndolos con la boca bajó de nuevo hasta el suelo,
donde los depositó a los pies de su responsable. El guarda los tomó con unas
pinzas y se dirigió a su superior.
- Habrá que analizarlo,
pero a simple vista diría que sí, que es Nola, estas ramas son demasiado
evidentes.
- Tricks, lo tuyo con
esa bruja es casi obsesivo, la ves por todas partes, aunque esta vez sí hay
algo tangible que analizar. Vamos a cerrar todo el perímetro del puerto. Aunque
ya no sea detectable en la pantalla podría seguir aquí, no puede haberse
disuelto en el aire.
- Puede, te lo aseguro,
es lo que ocurre siempre, de alguna manera inexplicable está y después no está.
Maldita bruja escurridiza, pero la atraparé lo juro, aunque me cueste toda la
vida, la atraparé y pienso pincharle Veriten hasta que le salga por las orejas
y me diga qué hizo con Denisse.
- Tricks, por favor,
contrólate, de ser un civil tendría que sancionarte- el superior le arrebató la
rama que el guarda había estado a punto de pulverizar entre sus manos- Bien,
cerraremos un perímetro de un kilómetro en derredor a este punto y comenzaremos
el registro de todos los edificios. Voy a pedir una unidad de refuerzo, para
que registren los hogares privados, ahora concentrémonos en locales, almacenes
y hostales, pero hostales lo último, que ya sabéis que los chismes se propagan
más rápido que el rayo.
En cuanto el rastreador
descubrió la rama, Larimar, entró en el hostal. Se dirigió a la barra de la
sala y pidió un chocolate caliente, se sentó en una mesa al lado de la ventana,
que daba al puerto, y dónde podía observar el mar. Cerró los ojos y envió un
mensaje a La Marygalante. La nave le
contestó que no se preocupara, que Lay ya iba al rescate.
Cuando Egane salió de
la ducha la Sra. Lotte la informó con pelos y señales de lo que ocurría. Según
se comentaba, de madrugada, justo tras el toque de queda, la guarda de
seguridad había detectado a una banda de piratas que se disponían a saquear la
sección D-99 del puerto. Pero había podido llegar a tiempo y detenido a la
banda, que se encontraba ya en la prisión del castillo del faro. Egane le
comentó que ella había oído la alarma de seguridad, pero que había sido muy
breve.
La joven timonel se
cayó lo asombrada que se sentía al comprobar, una vez más, la rapidez de la
Sra. Lotte en enterarse de todos los chismes del lugar donde recalasen. De
repente le pasó por la cabeza la idea de si habría notado algo de su situación
con los Uxián, deseó con todas sus fuerzas que no, que lo hubiera disimulado
bien.
- Por cierto Egane,
¿Qué tal con los Uxián? - preguntó Emma.
- ¿Por?
- Porque queda poco
para el concurso y parecía que se estaban complicando un poco la vida con la
escenografía, y creo que deberías ensayar ya con ella.
- Sí, el plan es
hacerlo hoy mismo, con la parte que esté terminada. Bien, voy a vestirme,
desayunaré en el Ateneo, seguro que los Uxián están allí desde primera hora y
trabajando a toda velocidad.
- Sí, hay que admitir
que son muy concienzudos y habilidosos, y no reparan en gastos cuando de ti se
trata. Es algo a tener en cuenta- la mujer le guiñó un ojo y sonrió con
picardía-.
- Sí, ciertamente son
buenos en su trabajo, muy buenos, si no hace tiempo que no navegarían en La
Marygalante. Tengo mucha prisa, hasta luego.
Consternada y con la
certeza de que Emma lo sabía todo, la timonel se vistió apresuradamente, cogió
su violín y su flauta y salió del hotel preguntándose una y otra vez cómo era
posible que Emma lo supiera todo de todos. ¿Sería de esas personas capaces de oír
el pensamiento? Una de sus tías tenía esa capacidad, oía los pensamientos de
las personas, por lo que no podías esconderle nada y pese a que te sabía
aconsejar muy bien, era algo incómodo estar en su compañía, por lo que había
vivido siempre sola en su casita del faro sur de Marsetta.
Larimar había
respondido con aplomo y brevedad el interrogatorio de los guardas de seguridad.
Había sabido elegir un buen lugar para esconderse, en el hostal sólo se
alojaban estibadores portuarios y un viejo capitán retirado, por lo que el
registro fue breve. Pero las dos horas que tardó Kuncita en llegar le
parecieron un lustro. El pié se le comenzaba a hinchar, lo notaba bajo la bota,
que comenzaba a apretar de manera alarmante. El segundo no pudo llegar a su
destino hasta que levantaron el precinto a la zona; pero el corazón lo guió
directamente al hostal donde encontró a su capitana, que parecía salida de una
escuela de aprendices de peluquería de primer trimestre.
Gracias a su altura,
cogió a Larimar por la cintura y salieron del lugar, y caminaron por el puerto,
como una pareja recién enamorada y, dado el anterior registro, tuvieron la
suerte de no encontrarse con ninguna patrulla, ya que los habrían multado de
inmediato. Una vez en el bote y rumbo a La
Marygalante, el segundo pidió una explicación. Larimar, pudiendo
desahogarse con tranquilidad, le explicó, entre lágrimas, hipidos y sollozos,
el encuentro con su atacante.
Kuncita le quitó la
bota con sumo cuidado, aunque no pudo evitar mover el pié, ante lo que Larimar
gritó de dolor. Una vez liberado de la bota y el calcetín, comprobaron el
alcance del daño. El moretón bajo el tobillo mostraba claramente el punto donde
se había producido la rotura de fibras. Pero ambos estuvieron de acuerdo en que
era leve y en dos o tres días se habría resuelto. Justo para el concurso.
Los Uxián no habían
notado nada. Cierto que al despertar se asombraron al hallar sus cobertores en
el suelo, a lo que achacaron el despertarse una hora antes de lo que tenían
previsto. Una de las peculiaridades de los Uxián era que dormían tan
profundamente que prácticamente nada los despertaba. Pero a la vez tenían la
capacidad de despertarse a la hora que hubieran decidido antes de cerrar los
ojos, ya fuera una siesta de diez minutos, como una cabezada de tres horas o
una buena dormida de más de veinticuatro. También podían pasar en vela más de
tres días seguidos sin ningún tipo de cansancio, aunque tras esto necesitaban
otros tantos días de descanso total.
Lo que les alarmó fue
el azulado color de la pared de su camarote. Al salir a cubierta se encontraron
con Ereleig que miraba algo asomado peligrosamente en la amura de proa de
estribor. Se acercaron y comprobaron que esa parte de la nave, desde la línea
de flotación hasta casi la mitad del primer sollado presentaba un tono morado
que azuleaba a medida que se acercaba a la borda.
Los hermanos se miraron
y asintieron. Ereleig los observó pero no se atrevió a preguntar, así que los
siguió cuando éstos se dirigieron a la cocina.
- John, ¿Ca pasao? ¿On
es la capitana?
- Buenos días Hidie, no
lo sabemos, esperemos que nada grave.
- A Mary está tot
morada -añadió Corma-.
- ¿Qué?- John miró a
Roc y éste a los hermanos, que asintieron con la cabeza- ¿Exactamente dónde?
- A proa, bajo el tot,
por estribor -aclaró Hidie-.
- Bien, no podemos
hacer más que esperar de momento. Ereleig, ¿Tienes las notas de todo?
- Sí Sr. Cook.
- Pues id a pasarlas a
limpio a la bitácora. Hidie, Corma, desayunad y estad listos, ya tendríais que
estar en el Ateneo.
- Lay se ha llevado el
bote, y el esquife estaba en puerto, para cuando volviera Larimar- aclaró Roc-.
- Pues entonces sólo
nos queda esperar. Y enviar una nota a Emma, por si ella sabe algo. Voy a
hacerlo de inmediato.
El cocinero salió
apresurado de la cocina, dónde el resto de la tripulación lo esperó con ansias
por saber algo de la capitana.
Larimar, tras llorar a
gusto, se había calmado del todo y tranquilizaba a la nave, que solía tardar
más en asimilar los desperfectos de su anclaje en este universo. Fue una larga
conversación que no cesó hasta que el bote estuvo izado y anclado. Para
entonces Larimar ya no podía mover el pie y Kuncita, tomándola en brazos la
llevó hasta su camarote. La somnolencia comenzó a hacerle efecto de inmediato
una vez sintiéndose segura en la nave, y cuando el segundo la dejó con suavidad
en la litera, Larimar estaba más dormida que despierta.
Kuncita se encargó de
tranquilizar a la tripulación y llevar de nuevo a los Uxián a puerto, allí
recogería a la Sra. Lotte, para que viniera a reconocer a la capitana y hacer
la cura apropiada, de las alumnas de masaje de Mudra era la más aplicada y la
que constantemente repasaba las notas y apuntes.
Los Uxián se dirigieron
directamente al Ateneo. Le habían pedido al cocinero que les preparara
fiambrera, así no tendrían que salir de la sala y recuperar las horas que
habían perdido.
Egane, que en principio
había estado inmersa en el ensayo, comenzó a notar la ausencia de sus
compañeros. Salió un momento de la sala y subió a preguntar al recepcionista.
Éste la informó de que no se habían presentado aún. Volvió a la sala y tras una
hora más de ensayo, comenzó a inquietarse. Justo iba a volver a subir y
preguntar por ellos, cuando la puerta se abrió y entraron, disculpándose
atropelladamente. Egane, una vez con ellos allí, retomó su actitud distante,
aunque no tan fría como el día anterior. Pero los Uxián habían visto claramente
la fugaz sonrisa de alegría de Egane al verlos entrar.
Aprovechando que ella
se tomaba un descanso, y subía a almorzar al restaurante del Ateneo, destaparon
la escenografía ya montada y le aplicaron la savia de caracola iridiscente,
cuando se enfocara con luz niernaga quedaría sorprendente.
- Hidie ¿Pensas que
Egane nos perdona?
- Després d'esto... Espero.
Com no, tamos apañaos.
- A sonrigut, com hem
trigat a venir... ¿ Pensas que estaba amoinada por nos?
- Espero. Mes val
femina amoinada que escaldada...
- Ja ja ja ja... Ja
parles com maese Roc.
- Menys parlar i muxo
currar, que falta molt entavía...
Los hombres siguieron
trabajando durante horas hasta que todo estuvo de acuerdo con los planos. Por
la tarde comenzarían el ensayo con ella, lo que les llenaba de emoción, era la
primera vez que la tenían tantas horas, para ellos solos, a solas.
Larimar se fue
despertando al sentir las manos cálidas y seguras de la Sra. Lotte. Le fue
poniendo stippers en multitud de puntos de los pies, tobillos y piernas. Los
stippers eran unos discos de celulosa vegetal impregnados de silicio y hacían
el mismo efecto que una aguja de acupuntura, con la ventaja de no ser agujas,
no tener que pinchar y poder llevarlos varios días. En ocasiones escocían e
incluso supuraban, pero eso era señal de que era muy necesario. Tras los
stippers la untó con crema de árnica y gel Activo y le vendó el pie.
- No parece muy grave,
yo pienso que en dos o tres días estarás andando.
- Gracias Sra. Lotte,
me siento algo mareada, creo que me quedaré en la cama unas cuantas horas más.
Puede volver al hotel.
- ¿Seguro? ¿No sería
mejor que me quede? Por si hay que cambiar algún stipper.
- No, de veras, lo peor
ya ha pasado. Incluso pienso que podré bajar a cenar por mis propios medios. Y
le agradecería si se llevara a Ereleig, que pasee un poco por tierra firme, es
el único que aún no ha pisado An-Dro.
- Por su puesto, lo
llevaré al Ateneo, hoy hay un espectáculo al que quería llevar a Opalena y con
él se sentirá más a gusto. Y tras la cena puede volver con los Uxián.
- Sí, será perfecto. Creo
recordar que hay una gorra extra, de talla pequeña, en el armario de velamen. Y
un pañuelo, que le irá algo grande. ¿Le puedes encargar uno de su talla a
Madame Tomás?
- Lo haré nada más
llegar. Si necesitas cualquier cosa, me lo dices.
- Gracias Sra. Lotte,
muchísimas gracias.
La redonda mujer le
besó la frente y le revolvió el flequillo, solamente cuando se sentía
indispuesta, enferma o estaba accidentada la capitana se dejaba mimar como una
niña.
A la hora de la cena no
podía bajar por su propio pie. El Sr.
Eivioc, que se había pasado la tarde bajo la litera salió y buscó al
segundo. Kuncita volvió a coger a la capitana en brazos, y como ahora ya estaba
mejor, le hizo todo tipo de bromas, llegando incluso a bailar con ella
alrededor del palo de mesana, y fue cuando la capitana advirtió la caja llena
de objetos rotos.
- ¡Para Lay, para! ¿Qué
hace ahí todo eso?
- La sacudida ha sido
muy fuerte y hemos tenido algunos desperfectos. Por cierto ¿Porqué te has
transformado en Nola?
- Porque no estaba
segura de poder arreglármelas simplemente como Larimar, estoy algo desentrenada.
A partir de que pueda volver a caminar, Estilo Mumasa...