CAPÍTULO
5
ESPERADOS
E INESPERADOS REENCUENTROS
Un estruendoso
Kikirikííííííí rasgó el sereno silencio de la noche. Opalena no había dormido
muy bien y tras el susto que le produjo aquel canto tan sonoro fue incapaz de
seguir durmiendo; por ello cuando la Sra. Lotte llamó a su puerta ya estaba
levantada, vestida y con su equipaje recogido, las sábanas en el cesto de la
ropa sucia, la manta doblada y la ventana abierta.
Ereleig se acababa de
lavar la cara cuando llamaron a su puerta. Abrió y ya estaban allí la Sra.
Lotte y Opalena vestidas y esperando. El chico se puso los zapatos y cogió su
petate.
- Ya estoy listo.
La Sra. Lotte le sonrió
y le señaló la cama. El muchacho la miró confuso.
- No, no la entiendo
Sra. Lotte.
- Lo siento Ereleig, me
cuesta recordar que no estás acostumbrado a viajar y pernoctar fuera de casa.
Una excelente norma a seguir, cuando estamos fuera de nuestro hogar, es dejar
todos los lugares en los que estamos mejor que como los hemos encontrado. En
ocasiones no es posible, pues el lugar es inmejorable, entonces lo dejamos tal
cual lo hayamos. En este caso, al ser una posada la dejaremos en las mejores
condiciones para su limpieza. Las sábanas sucias en el cesto de la ropa sucia,
la manta bien doblada sobre el taburete. Las toallas que has utilizado, si
están secas, al cesto y si están mojadas en el suelo. La ventana abierta y
cuando el personal de limpieza venga podrá realizar su trabajo y te estará muy
agradecido por facilitarle la tarea.
- Muy bien Sra. Lotte.
El chico dejó su petate
e hizo tal como la mujer le había explicado. Una vez la habitación estuvo lista
cogió de nuevo sus cosas y bajaron a desayunar. Dejaron el equipaje en la sala
de guarda de la posada, así podrían hacer las compras con soltura.
Al ir a salir a la
calle se encontraron con el Sr. Lay que entraba. Tenía la capa mojada, una fina
capa de barba y su habitual sonrisa.
- Buenos días Sra.
Lotte, Opalena, Ereleig.
- Buenos días Kuncita,
te has levantado muy temprano o no has dormido en la posada...
- Tuve que madrugar
Sra. Lotte. Esta vez puedo quedarme con Ereleig, si no lo necesitáis para algo
en concreto.
-¿Que dices Ereleig, te
quedas con el Sr. Lay o vienes con nosotras?
Por primera vez en su
vida el muchacho tenía que elegir, hasta el momento siempre le habían dicho lo
que tenía que hacer, a dónde ir o con quien estar. Por un lado le apetecía
pasear con el Sr. Lay pero también quería volver a la biblioteca, quería ver
aquellas estanterías una vez más, se había pasado la noche soñando con ellas.
La Sra. Lotte notó su duda e intentó ayudarle.
-Ir de compras es
bastante corriente, puede ser incluso repetitivo. Acompañar al señor Lay suele
ser, por norma, una aventura diferente, nunca se sabe por dónde puede acabar un
paseo con él.
En lugar de ayudar lo
que consiguió fue confundir al chico.
- Sra. Lotte, por
favor, está usted exagerando. Ereleig no voy a ofenderme porque no quieras
acompañarme. Si te apetece más ir de compras adelante.
-Es que, me gustaría
poder ir otra vez a la biblioteca- se excusó el muchacho.
-Si es sólo por eso no
hay problema, ve con el Sr. Lay y hacia las doce nos encontramos en la
biblioteca. ¿Te parece bien Kuncita?
-Me parece estupendo-
respondió el hombre.
- Resuelto entonces,
Opalena se queda conmigo y Ereleig que pasee por el puerto. Nos vemos en la
biblioteca a las doce. ¿Está lloviznando?
- No, es el rocío de
madrugada, tuve que salir muy, muy temprano. Que tengáis una mañana estupenda y
encontréis todo lo que precisáis.
- Gracias Sr. Lay, lo
mismo os deseamos. ¡Hasta luego!
La Sra. Lotte salió
seguida por Opalena. Ereleig les dijo adiós con la mano desde el ventanal de la
posada.
- Bien muchacho -dijo
Kuncita-, voy a asearme un poco y a recoger mis cosas e iremos a capitanía a
arreglar un asunto para la capitana. No tardaré mucho, si te apetece toma una
taza de cacao, le dices a la camarera un especial Kuni, verás que delicia te
prepara mientras esperas.
- Sí Sr. Lay, gracias.
El hombre subió a su
cuarto y el chico fue al comedor de la posada. Tras la barra estaba la mujer
alta y delgada que les había recibido la noche anterior. Ereleig le hizo una
pequeña inclinación de cabeza, tal como le habían enseñado en el hotel.
- Buenos días señora,
el Sr. Lay me ha pedido que lo espere y mientras lo hago que tome una taza de
cacao especial Kuni.
-Vaxa, exo sí ex una
novedad. E un privilexio, ex la primera veis que Kuncita reconoxe que tenemox
una bebida expexial para él. Axí me decix xi tambén la encontraix exquixita.
El dulce acento de la
posadera le recordó a Ereleig a una "familia bien" del planeta
Ciagali, que había pasado una semana en el hotel, pero a diferencia de la
posadera, toda la familia era de estatura más bien baja y con grandes músculos.
La forma de hablar fue lo que le llamó más la atención por lo diferente del
acento, se preguntó si la mujer también sería de aquel planeta. Al cabo de un
ratito la posadera salió con una gran taza humeante. Le indicó a Ereleig que la
siguiera y se la dejó sobre una mesita junto a la ventana.
- ¡Bon provexo! ¿Queréx
extar xolo o queréx que ox haga un poco de compañía? -la expresión sorprendida
del muchacho le hizo gracia-. Te explicaré una leyenda de Emmerald. Vox comex
el cacao que no xe enfríe.
Al meter la cuchara en
la taza, el chico comprobó que la consistencia de aquel cacao era totalmente
diferente al que había tomado en el Antro.
Este cacao tenía una consistencia parecida al puré de patata. Al probarlo le
supo tan rico como el del Antro,
aunque era diferente. La mujer le sonrió.
- ¿Te guxta?
- ¡Es delicioso señora!
- Uno de lox xecretos
ex la leise de dada. Aquí en Emmerald la leise de dada tiene un xabor expexial
por la herva de Ebanno. ¿Xabex quien ex Ebanno?
- No, señora.
- Ebanno era un creador,
viajaba por muchox lugarex y creaba coxax. Aquí en Emmerald llegó con la luna
grix, haxe muxos muxos muxos xiglox y xe enamoró de una muxaxa de la ixla, era
la bibliotecaria, entonxes la biblioteca no era tan grande como ahora, xolo
tenía la planta baxa, que ahora ex el dexván. Toda la ixla era muy diferente,
puix caxi todo eran rocax y xolo en el xentro había pradeiras com herva, e la
gente que vivía tenía que vigilar muixo las provixionex. Ebanno quería millorar
la calidad de vida de las xentes, en expexial la de la fermoxa Xabela, que era
la muxaxa de quien extaba enamorado y creó una herva nova, que podía crexer
xobre lax rocax, y toda la ixla xe llenó de verde, y los dadas que vivían aquí
comenxaron a multiplicarxe, y a dar una leise con un xabor diferente y muy
bona. Graxiax a esta leise el comerxio de la ixla comenxó a florexer. Ebanno le
pidió matrimonio a Xabela y le dijo que como regalo iba a fer un libro
expexial, con toda la flora y fauna de todox os lugarex a lox que xe podía ir
en una vida. Pero el creador olvidó que la vida de una emmeraldiana ex muito
max corta que la de un creador. Cuando Ebanno volvió con el libro, Xabela era
viexita viexita, yuxto duró para morir en braxos del creador que le regalaba el
libro max formoso que ella había vixto. Dixen que el libro está en el dexván de
la biblioteca de Emmerald, que al dia xiguiente tenía doix plantax. Nadie vio
maix a Ebanno ni xe xabe dónde extá el corpo de Xabela, pero xuxede en
ocaxiones que la biblioteca a crexido por xi mateixa y por exo ara tene xinco
plantax y xolo el bibliotecario Mayor e contadax perxonax pueden xubir al
dexván.
- Yo he subido, ayer
con la Sra. Lotte, y ví el libro, ¡y me habló!
- Vaxa, exo xí ex toda
una xorprexa, e un gran gran privilexio. També lo ex navegar en La Marygalante, pocox barcox xon com
ella, yo no conoxco ningún otro. ¿E cual ex tu nombre futuro marinero?
- Ereleig señora.
- ¡Ma coxa! Exo ex
xuertudo en lengua kogán. ¿De on erex?
-Soy de Letuga, durante
unos años viví en Gora-Gura y luego me trajeron a Komo a trabajar en el Gran
Hotel, pero sin querer un bromen se intoxicó y me enviaron al mercado, allí nos
compró el Sr. Lay. ¿De dónde es usted?
- Del exte de Ciagali.
- Usted perdone, pero
su acento me sonaba de allí. Una vez vinieron clientes al hotel y hablaban como
usted, aunque eran muy diferentes de usted.
-¿Eran baxox e fuertex?
-Sí.
-Nortenos, de Ñacoru.
Lax xentex del oexte lox Lucux xon muy peludox, hombrex e muxeres. Lox del sur
Xenoure tenen la piel dorada e no xon ni tan altos como noxotros ni tan fortex
como los norteñox. E noxotros los de Vedraponte semos ¡lox max guapox! Ja ja ja
ja jaaaa.
- Creía que los más
guapos éramos nosotros los de Eyre-replicó Kuncita mientras se acercaba al dúo.
- Exo depende de a quien
le preguntex, ja ja ja ja ja. ¿No xe levantan aún tux compañerox?
- No, no creo que lo
hagan hasta las once, ayer cerraron el Antro.
Duncan quiso aprovechar que Mis Egaine llevaba la flauta y montaron una velada
musical improvisada. Pero zarpamos esta tarde con la primera pleamar así que a
las doce seguramente tienes las habitaciones desocupadas. ¿Qué te ha parecido
mi especial Ereleig?
-Delicioso señor y la
señora me ha explicado una leyenda muy interesante.
-Para leyendax
interexantex la capitana, Larimar O´brian sabe contar cuentox, xi un dia querex
xaber max coxax de Ebanno le pidex, ella fue la que me lox contó a mí.
-Gracias por acompañar
al chico Andurinna. Vamos a terminar de arreglar unos asuntos y antes de zarpar
vengo a pagar la cuenta.
-Que tengaix un matí
provexoxo.
Kuncita y Ereleig
salieron de la posada cuando ya el sol se abría camino en un cielo azul
salpicado de gavimetas que salían a buscar el almuerzo a alta mar.
El puerto, que cuando
llegaron estaba tranquilo, era un hervidero de gente, animales y vegetales de
todas las formas y colores posibles. El día anterior Ereleig se había limitado
a seguir a la tripulación, sin reparar en los muchos barcos, buques, veleros y
barcas que se mecían tranquilos en sus amarres.
El edificio de
capitanía era pequeño y de una bonita piedra marrón claro. El techo estaba
tapizado de hierba verde y el muchacho descubrió un pequeño dada que pacía
allí, tan tranquilamente. Dentro había casi tanto bullicio como fuera. Fueron
hasta una puerta con un letrero de bonitas letras entrelazadas. Como Kuncita le
dijo que lo esperar fuera el chico se entretuvo en descifrar el letrero.
-" La p con la a
pa, la te con la e y la ene ten, pa-ten, tes, pa-ten-tes. ¡Patentes! Debe ser
el sitio de las patentes. ¿Que serán las patentes?"
Mientras el chico
pensaba en las patentes el Sr. Lay se giró y lo saludó desde dentro. Con gestos
le indicó que le faltaba aún un poco. El chico asintió y levanto los dedos
índice y corazón de la mano derecha en señal de recibido; se lo había enseñado Corma
en su primera lección como grumete. El gesto llamó la atención de unos cuantos
chicos que estaban esperando en el rincón de la tetera.
- ¿Habéis visto a quien
le ha dado el recibido?- preguntó el más alto de todos, llamando la atención de
sus compañeros.
- ¿Quien?
- Ese chico junto a la
puerta de Patentes-el chico alto señaló a Ereleig.
- No. ¿A quién?
-preguntó otro chico alzándose y fijando la mirada en la cristalera.
- Fijaos en el
tricornio y la capa -les puntualizó el chico alto señalando a Kuncita.
- ¡El Sr. Lay-Malone!
Eso quiere decir que La Marygalante
está en puerto- dijo un muchacho cuya piel estaba cubierta de pecas verdes.
- No, la hubiéramos
visto, pero si él está aquí seguramente arriba a puerto y ese chico debe ser
grumete de la nave.
- Uauuuuu. ¡Vamos a preguntarle!-
propuso el muchacho de las pecas.
- Tranquilos, ya lo hago
yo- sentenció el chico alto.
- No, vamos todos. ¿O te
crees que por ser primer grumete del Jacaré
eres el que manda?
- Mira quién habla, el
sub grumete de La Astutichia , la
única nave con el gran privilegio de no salir jamás a alta mar...
- Al menos tenemos la
Patente de Costa, de "toda" la costa, algo que jamás ha tenido el
capitán Cox, ni siquiera ha tenido una patente ni de mercante.
- El Jacaré es un buque explorador; surca
mares, conoce nuevos horizontes, descubre nuevas costas, algo que no sabría ver
el capitán Eóghan ni aunque surgiera una nueva isla frente a Emmerald.
- ¿Le vamos a decir algo
o vais a discutir sobre qué barco es el mejor?-preguntó el chico de las pecas.
Se acercaron a Ereleig
en tropel y comenzaron a preguntar al mismo tiempo, por lo que el chico no
entendió a ninguno de ellos. Instintivamente le salió el gesto de permiso para
hablar, llevando dos dedos de la mano izquierda a la comisura de los labios. El
efecto fue inmediato y los chicos se callaron. Pero entonces el Sr. Lay salió
del despacho.
-¿Sucede algo señores?
- Nada en absoluto Sr.
Lay -contestó el chico alto.
- Pues que tengan buen
día. Vamos Ereleig.
Los chicos les abrieron
paso y se quedaron mirando cómo salían de capitanía. Corrieron hasta las
cristaleras para ver si podían verlos. El chico de las pecas propuso salir al
puerto en cuanto les dieran permiso, a ver si podían ver aquel barco del que
tantas historias corrían y que tan pocos habían visto con sus propios ojos.
Kuncita propuso ir ya directamente a la biblioteca y Ereleig estuvo más que de
acuerdo. Tenía muchas ganas de volver a ver las estanterías.
A la luz del día las
puertas le parecieron al chico aún más impresionantes y hermosas. Sin darse
cuenta subió los escalones de dos en dos y se quedó frente a ellas admirando
los grabados. Kuncita sonrió al ver al chico subir las escaleras corriendo. Se
disponía a subir muy lentamente, para que Ereleig disfrutara de las vistas,
cuando una voz lo llamó.
- ¡Kuncita Lay-Malone!
Eres el hombre más abominablemente desconsiderado que he conocido hasta el
momento, y he conocido unos cuantos.
El hombre se giró y
supo que tenía un pequeño problema. La voz era la de Ciara, la más malhumorada
de sus novias de Emmerald. Con tan poco tiempo en puerto había tenido que
decidir a quién ir a visitar. Se había decidido por Saoirse, que era a quien no
había visitado la última vez que estuvo en la isla. Estaba convencido de que no
habría problema y para cuando el resto se enterara ya habrían zarpado. Pero la
visita de madrugada había sido advertida por más personas de las que él
pensaba. Se acercó a Ciara con la más encantadora de sus sonrisas.
- Querida Ciara, siento
mucho no haberte avisado, pero llegamos ayer, ya tarde, y partimos dentro de
poco. Te mereces una visita en condiciones, no un simple hola y adiós.
Por toda respuesta la
mujer le tiró a la cara un fajo de cartas.
- No quiero volver a
saber nada de ti.
La mujer dio media
vuelta y se fue caminando a grandes zancadas. Kuncita recogió las cartas y las
guardó en su bolsa de viaje. Ereleig seguía ensimismado con la puerta, por lo
que no había visto nada. El hombre suspiró y subió las escaleras despacio, pero
ahora ya no era por dejar tiempo al chico, sino por darse tiempo él. Tuvo que
carraspear un par de veces antes de que Ereleig advirtiera su presencia.
Entraron en el edificio y fueron a la sección de cartografía. Si las
estanterías de la sección infantil le habían gustado, las de cartografía, que
eran totalmente diferentes, le gustaron aún más, por lo que el chico volvió a
quedarse ensimismado siguiendo los intrincados dibujos. Kuncita fue a pedir
unas copias de algunos mapas y a preguntar por la Sra. Lotte.
La Sra. Lotte y Opalena
ya habían realizado la mayoría de las compras. Aunque a casi cada dos pasos
alguien paraba para saludar a Emma y ésta no dejaba pasar la ocasión de
preguntar por todo y todos. La muchacha se sentía terriblemente incómoda y se
sorprendió añorando su mesita del rincón, trinchando verduras, en la cocina del
barco, tranquila y sola. Cuando llegaron a las puertas de la biblioteca la
muchacha se sintió aliviada. La Sra. Lotte le dijo que la esperara en la sala
infantil, y que eligiera algún libro para el viaje, mientras ella recogía el
pedido que había hecho la tarde anterior. La chica cogió un álbum ilustrado y
se fue al alféizar de la ventana.
Al haber pasado la mayoría de la noche en
blanco, sin darse cuenta, se quedó dormida. Soñó con la casa de los Pema, ella
estaba en la Sala de Gala intentando encender el fuego, pero no había manera
por mucho que lo intentara. Una voz severa comenzó a increparla e insistirle en
que encendiera el fuego de una vez, pero cuanto más empeño ponía ella menos
conseguía la llama, hasta que la levantaron por el pelo y la apartaron a un
lado. La Archiduquesa la miraba con severidad "No sirves para nada,
tendremos que deshacernos de ti, te enviaremos al peor lugar que pueda existir,
sí allí vas a ir, al lugar del que nadie vuelve, dónde sólo hay desolación y
muerte". Entonces apareció la Sra. Lotte por detrás de la Archiduquesa y
la cogió por el hombro "Opalena, Opaleeenaa".
La chica despertó y se
encontró a la Sra. Lotte que la miraba mientras le sacudía ligeramente el
hombro. Tras ella vio al Sr. Lay que la miraba divertido y se avergonzó tanto
que al querer levantarse se enredó con la falda y cayó al suelo desde el
alféizar.
- Opalena, ¿Te has hecho
daño? -se preocupó la Sra. Lotte-.
- No, no es nada, lo, lo
siento Sra.
- Tranquila, todos nos
hemos dormido en las ventanas de la biblioteca, se está tan tranquilo, caliente
y seguro aquí que, simplemente ocurre. Vamos al mostrador a realizar el
préstamo y a almorzar al puerto. Kuncita, por favor, ve por Ereleig. Opalena,
por favor, puedes coger estos libros, creo que también los llevaremos, por si
el viaje se alarga más de lo previsto.
El hombre salió de la
sala, al igual que las mujeres. La Sra. Lotte fue al mostrador seguida por la
chica. Faltaban algo menos de dos metros para llegar cuando un hombre paró a la
Sra. Lotte.
- ¡Emma! He oído que
estabas en la ciudad y me he dicho: Harold aprovecha y dile algo o ves a saber
cuando la tendrás a tiro de nuevo. Estás estupenda, siempre tan bien vestida,
tan bien peinada, tan redondita y tan colorada. Una deliciosa manzana de Una.
- Harold, siempre tan
adulador.
- ¿Me harás el honor de
comer conmigo? Te invito, perdón vas con una pupila, os invito al Rama Roja.
- Lo siento, ya hemos
quedado con el resto de la tripulación, Kuncita ha ido a buscar a mi otro
alumno y en cuanto hagamos el préstamos vamos al puerto, salimos con la primera
pleamar de la tarde.
- ¡Oh qué pena! Debí
venir ayer, en cuanto me enteré de que estabas en Emmerald, hubiéramos cenado.
Tendré que esperar otro montón de meses hasta que vuelvas. ¿Dónde vais?
- A Hobrén - el nombre se le escapó sin darse cuenta.
A Opalena se le cayeron
los libros. El hombre miró a la Sra. Lotte y sonrió.
- ¡Que graciosa eres
Emma! Anda, sin bromas, ¿A dónde vais?
- ¡Ay! no sé, aún no
tenemos el destino fijo, de aquí zarpamos a An-Dro y de allí iremos a otro
sitio, pero no recuerdo dónde - el rostro de la mujer comenzó a sonrojarse.
La expresión risueña
del hombre cambió de inmediato.
- ¡Ajá, secretos! A
An-Dro y de allí no sabes dónde. ¿No será que esperas ver a "alguien"
en el Baile del Farol? Con la ilusión que he venido a verte y todo para
confirmar que sigo sin tener el menor interés para ti. Tanto navegar con esa
mujer te ha pegado sus extravagancias.
- Harold, te agradeceré
no hables de ese modo de Larimar O'Brian, por respeto a su cargo como mínimo.
- Lo siento Emma, es que
me siento decepcionado, preferir vivir en ese cascarón enseñando a unos chicos
que ves a saber de dónde proceden -el hombre miró a Opalena-, sin ánimo de
ofender pequeña, en vez de en mi mansión, me cuesta de entender.
- Harold, me halaga tu
interés pero, de momento, sigo al servicio de La Marygalante.
- En fin, la próxima
vez no te escaparás.
- Cuando venga a
Emmerald, de visita, prometo quedarme en tu casa Harold.
- Lo has dicho, y lo
dicho es ley.
Kuncita se acercó con
Ereleig, por lo que el hombre saludó y se fue. La Sra. Lotte llegó al mostrador
y por fin pudo hacer el préstamo, al no saber con exactitud la fecha de vuelta
dejó el préstamo abierto, otro de los privilegios de haber sido bibliotecaria.
La tripulación se
encontró al completo en el Lorely's, la taberna más antigua de la isla.
Curiosamente los cuadros, que atiborraban las paredes, tenían la misma temática:
Loreleis. Loreleis de todos los colores, solas o en grupo, en el mar o sobre
rocas y playas, alegres, risueñas,
juguetonas, tristes, enfadadas, meditabundas, luminosas, oscuras, nadando,
tomando el sol, acicalándose e incluso una te hacía burla desde su cuadro,
miraras a dónde miraras una o varias sirenas te devolvían la mirada. Ereleig lo
encontró divertido e intentó comentar algún cuadro con Opalena, pero la chica
le respondió de mala gana y sólo con monosílabos, así que el chico la dejó
tranquila.
La comida era buena, el
Sr. Cook hizo un comentario sobre cada
uno de los alimentos. El camarero que les sirvió, un joven de piel llena de
pecas verdes, agradeció cada uno de ellos y prometió informar a la cocinera.
Una vez terminados los postres se retiraron a tomar té y esperar a que el Sr. Dandy les indicara cuando bajar a
puerto. La mención del perro hizo que Ereleig se preguntara dónde había estado,
ya que desde que se separaron ante la puerta de la posada no lo había vuelto a
ver. Pidió permiso para salir a la puerta de la taberna. Kuncita se lo concedió
y el chico salió del recinto, quedándose a la vista desde la cristalera del
salón de té.
Su presencia llamó la
atención del grupo de grumetes que lo habían visto en capitanía. De nuevo
fueron el tropel y lo rodearon. Ereleig se sintió un tanto incómodo.
- Hola ¿Qué queréis?
- Niall, primer grumete
del Jacaré, capitán Freiser Cox. ¿Vas
con el Sr. Lay-Malone?
- Sí.
- Ciaran, Sub grumete de
La Astutichia, capitán Eóghan Moore.
¿Dónde está La Marygalante?
- En el mar.
- ¿Y eres...?
- Ereleig uno de los dos
grumetes.
- Sólo dos, eso quiere
decir que no van a ir muy lejos- dijo el chico alto-. ¡Eres el primer o el sub
grumete?
- No, no lo sé. Soy
nuevo en esto de navegar -confesó un tanto avergonzado.
- ¡Venga ya! Es bien
sabido que la capitana no admite a cualquiera en esa nave, no es un barco
corriente y dices que nunca has navegado.
Unos ladridos resonaron
desde el tejado de la taberna. Todo el grupo miró y sobre éste se hallaba el Sr. Dandy.
- ¡El perro maldito!
-gritó uno de los más pequeños señalando al can.
Los muchachos
retrocedieron y pusieron pies en polvorosa hacia sus respectivos barcos; todos
querían ver entrar a puerto a La
Marygalante y el perro era su pregonero. Ereleig se quedó un tanto confuso
y que el Sr. Dandy bajara tan
tranquilamente por la pared lo volvió a asombrar. El can se le acercó hasta
quedar a unos centímetros de sus pies y movió la cola con alegría. Dio un par
de vueltas sobre sí mismo y fue a la cristalera, dónde ladró, saltó y rodó
hasta que toda la tripulación le hizo el gesto de recibido.
Ante el amarre se
hallaba una carreta llena de provisiones. El Sr. Cook repasó el contenido. Tras
él la Sra. Lotte comprobó que, en la caja con su nombre, se hallaba todo lo
adquirido en las distintas tiendas, además de los libros de la biblioteca. Los
hermanos Uxián también comprobaron un par de cajas y dieron el visto bueno a
Kuncita. El segundo sacó su libreta e hizo unas cuantas anotaciones. Ereleig se
puso al lado de Opalena.
La muchacha seguía muda
y cabizbaja. Le había costado comer y en su mente resonaba una y otra vez aquel
nombre que había pronunciado la Sra. Lotte. Hobrén, después había dicho An-Dro
y la chica dudaba de si lo había escuchado bien o mal. El extraño sueño de la
biblioteca le volvía una y otra vez al pensamiento y aquel nombre, el nombre
del destierro, le había herido los oídos. Hobrén era conocido como "el
lugar del que nadie vuelve". An-Dro le sonaba de haberlo escuchado en
alguna fiesta del Archiduque, era uno de esos lugares dónde sólo eres admitido
si perteneces a la nobleza. El miedo volvía a apoderarse de su mente y aquel
animal tan cerca no la ayudaba mucho a controlarlo. Además el Sr. Lay estaba
extrañamente serio y la chica se preguntaba qué habría ido a hacer de madrugada
por la isla. El Sr. Dandy comenzó a
corretear alrededor del noray.
- Bien tripulación-
comenzó Kuncita- en breve subiremos a bordo. Si les parece bien pasaré ahora la
lista: Sr. Roc Refrany Primer Timonel.
- Presente.
- Miss Egane Dulac,
segunda timonel.
- Presente.
- Sra. Emma Lotte,
enfermera y docente.
- Presente.
- Sr. Hidie Uxián,
marinero y mecánico.
- Presto.
- Sr. Corma Uxián,
marinero y carpintero.
- Presto.
- Sr. John Cook,
cocinero.
- Presente.
- Srta. Opalena,
ayudante de cocina.
- Presente -contestó la
muchacha a media voz.
- Sr. Ereleig, grumete.
- Presente.
Una vez terminada la
lista, el segundo guardó la libreta en su petate y se puso tras el carro de
avituallamiento, con el Sr. Dandy a
su lado moviendo la cola alegremente. Al poco comenzó a avistarse la silueta de
La Marygalante entrando al puerto. La
capitana sostenía el timón con el Sr.
Eivioc a sus pies. Suavemente el buque se deslizó hasta su sitio y la
capitana lanzó un cabo, que los hermanos Uxián tomaron al vuelo y enrollaron
levemente en el noray. La nave comenzó a virar hasta que todo el costado
estribor quedó a escasos centímetros del embarcadero. Se abrió una puerta
corredera hacia la mitad del barco y una amplia rampa se desplegó lentamente
hasta unir el buque al amarradero. Era lo suficientemente amplia para que el
carro pudiera subir al barco. Lo que sucedió con la ayuda de toda la tripulación
adulta.
Una vez vaciado de su
contenido, el carro fue devuelto a tierra. Los chicos cruzaron la pasarela y
por último el Sr. Dandy subió a
bordo. La rampa se recogió, la puerta corredera volvió a su sitio y con un
hábil gesto el Sr. Lay desanudó y recogió el cabo que los sujetaba al noray. El
Sr. Refrany se hizo cargo del timón y la capitana les dio la bienvenida.
- Bienvendos de nuevo a
La Marygalante. Comienza nuestro
viaje. Rumbo nor-noreste a An-Dro.
Cada uno de los
tripulante fue a su camarote a prepararse para la singladura. Opalena miró
nuevamente la borda de estribor, con aquella puerta corredera. Ni rastro de las
escaleras por las que habían subido por primera vez a bordo.