Ante una ola de frío nada mejor,para mí, que un tazón de cacao caliente y un libro.
Gracias a los que seguís esta nueva aventura y muchas gracias por vuestros comentarios!!
EMMERALD
LA RESPLANDECIENTE
Emmerald es la menor de
las islas del océano Argio, pero la mejor situada, por ello paso ineludible
para cualquier travesía en el hemisferio austral de Komorial. Allí dónde fueses
de la isla siempre tenías como mínimo una tetería y un club. La aldea de Cler
se componía únicamente de estos dos establecimientos, ya que se encontraba en
la encrucijada del centro de la isla, y todo aquel que viajaba hacia un alto allí.
El Antro era la tetería más famosa de la isla, tanto en Emmerald
County, la capital, como del resto; y eso que era la región de Slaigo la que
tenía mayor tradición de té. El edificio era de piedra azul, con una bonita
valla de madera naranja, en la que se enredaban diversos ejemplares de plumbago
blanco, de tallos finísimos y grandes flores de tres pétalos.
Al entrar les recibió
la clara y alegre luz de velas colgantes, y el agradable aroma de la madera
naranja de todo el mobiliario. Dos enormes chimeneas competían en los lados
este y oeste del local. En el lado norte se alzaba un pequeño escenario con
cortinas de color verde. En el sur la mesa grande, que en el Antro medía nueve metros, estaba
abarrotada de clientes que charlaban o bebían. El mostrador estaba en la
esquina noreste y la Sra. Lotte se dirigió hacia allí seguida por los chicos.
-¡Hola! ¿Hay que
servirse uno mismo en este antro?
Del interior salió un
hombre delgado. Miró a la Sra. Lotte entrecerrando los ojos y tras unos
instantes una amplia sonrisa se instaló en el rostro del tabernero.
-¡Emma! ¿Cómo es
posible que cada año que pasa estés más bella?
- Duncan, siempre tan
halagador.
- ¿Ya te has decidido a
casarte conmigo?
- No, por el momento
sigo en La Marygalante, tenemos
nuevos grumetes.
- Me destrozas el alma
Emma, llevo un lustro esperando a que dejes de navegar en ese cascarón y te
cases conmigo, si tengo que esperar otro lustro más me plantearé retirarte mi
oferta.
-Duncan, ya te dije que
no tengo planes de volver a casarme.
- Eso mismo le dijiste
a Yoel y a los tres meses ya eras la Sra. Lotte.
- Duncan, por favor,
¿Podemos hablar de ello en otra ocasión? Es la primera vez que mis alumnos
están en Emmerald y mañana zarpamos de nuevo. Hay tanto que quiero enseñarles.
- Siempre ocupada, siempre
más tarde, siempre el último - el hombre alzó la voz y se dirigió a los
parroquianos de la mesa grande- ¿porqué me enamoraría yo de la única mujer que
no sabe apreciar la buena vida de la camarera?
- ¡Porque fue, es y
será la bibliotecaria más bella! -respondieron a coro todos los de la mesa
grande y alzando sus bebidas saludaron a la mujer, bebieron y volvieron a sus
conversaciones.
- ¡Ay Duncan, no
cambiarás nunca! Y hablando de no cambiar, supongo que el tuyo sigue siendo el
mejor cacao caliente de Emmerald.
-¡Por supuesto! ¿Tres
jarras de mi especial?
-Sí, por favor.
- Id a la chimenea
este, os lo llevo en un momento.
- Gracias Duncan.
La Sra. Lotte y los
chicos se sentaron en la mesa más cercana a la chimenea este.
- Disculpad a Duncan,
es un antiguo pretendiente que no quiere aceptar un "no" por
respuesta, y con lo testarudo que es se va a quedar soltero esperando a que lo
acepte en vez de buscar una buena compañera. Ereleig, tú no seas tan cabezota y
si te dicen no, ve a otra cosa.
- Sí, Sra. Lotte
-respondió el chico-.
El dueño se dirigió a
la mesa con una bandeja dónde humeaban cuatro jarras. Sirvió una a Opalena,
otra a Ereleig, a la Sra. Lotte y la última se la quedó él.
- No me negarás que
tome un cacao con vosotros ¿no?
- Por supuesto que no.
Es todo un placer y un privilegio. Opalena es la nueva ayudante del Sr. Cook y
Ereleig está bajo la tutela del Sr. Lay y los hermanos Uxián.
- ¿Sigue la misma
tripulación?
- Sí, seguimos todos en
esta travesía.
- Pasarán a tomar algo,
espero. Menos Kuncita, que seguramente estará muy ocupado, ya que te ha dejado
a su pupilo.
- Sí, seguro que todos
vienen a hacerte una visita, nosotros tenemos un poco de prisa, los quiero
llevar a la biblioteca.
- ¡Salud entonces!
Gracias Etxacoalt por ofrecernos tu más preciado tesoro para alegrar nuestros
paladares.
El hombre levantó su
jarra y dio un largo trago de la bebida. La Sra. Lotte lo imitó. Ereleig y
Opalena también bebieron. Ninguno de los chicos había tomado jamás cacao.
Ereleig no conocía ni la palabra y Opalena lo había visto preparar en las
fiestas más importantes de la casa, pero ni le habían permitido olerlo
siquiera. Ambos quedaron maravillados del sabor de aquella bebida.
-¿ A que es el mejor
cacao que habéis tomado?
- ¡Sí señor! Es la cosa
más rica que he bebido nunca -respondió Ereleig-.
- ¿Más que el cacao de
Komga?
- Bueno, es que es la
primera vez que lo tomo señor - dijo el chico, Duncan miró a Opalena y ésta se
sonrojó y bajó aún más la mirada-.
- Bien, pues entonces
tendréis que volver dentro de un tiempo, cuando hayáis probado cacao de otras
regiones y podáis comparar. Aunque ya os digo que soy muy buen preparador de
cacao, he ganado el premio Cacao Maravillao más de siete veces. La casa invita
Emma. Bebed y disfrutad este regalo de la naturaleza -el hombre tomó de nuevo
su jarra y la apuró- Encantado de conoceros chicos. Emma, tenemos una larga
charla pendiente y, por favor, no tardes años en volver. ¡Feliz visita a la
biblioteca!
Se levantó y tras una sonrisa dejó al grupo con
su cacao y volvió a desaparecer tras el mostrador. La Sra. Lotte fue dando
pequeños sorbos a su jarra. Los chicos hicieron lo mismo y durante un rato sólo
disfrutaron de la dulce bebida. Una vez las jarras estaban vacías la Sra. Lotte
las llevó al mostrador y salieron a la calle, dónde fueron recibidos por una
hermosa luna llena de color anaranjado.
El edificio de la biblioteca
sobresalía del resto, sus torres se elevaban muy por encima de los tejados de
las casas, ya que contaba con cinco plantas. La construcción era redondeada,
con amplias ventanas de formas caprichosas. Una de las curiosidades es que todo
era redondeado, por mucho que buscaras no encontrabas líneas rectas ni ángulos.
El vestíbulo era
amplio, de techo altísimo, con bonitas columnas decoradas por toda clase de
fauna y flora. En el centro estaba la recepción. Era un óvalo de madera verde,
tan hermosamente trabajada como las columnas. De la recepción subían unas
anchas escalinatas, de las que no podías saber si eran de madera trabajada con
forma de árboles, o eran árboles auténticos cuyo ramaje formaba los escalones.
El silencio era tan cálido como la temperatura. La Sra. Lotte les fue mostrando
cada uno de sus lugares favoritos entre susurros.
Ciertamente la biblioteca era muy hermosa y cuidada
con gran esmero. Las estanterías, atiborradas de libros impecablemente
ordenados, eran de madera de sándalo y desprendían un aroma suave y relajante
que te acompañaba por todo el edificio.
La Sra. Lotte les pidió
un ratito para recordar viejos tiempos y dejó a los chicos en la sala infantil,
dónde había libros de primeras lecturas. Les informó que volvería cuando
cerraran la biblioteca, y lo sabrían porque oirían el carillón. Opalena cogió un
libro y fue hacia la ventana.
En la biblioteca de
Emmerald todas las ventanas tenían el alféizar tapizado, era uno de los lugares
favoritos de lectura para la mayoría de los usuarios; Opalena se acomodó en él
y abrió el libro, era un ejemplar ilustrado del abecedario de Komorial y cada
página estaba dedicada a una letra, los dibujos tenían un colorido muy
llamativo y Opalena quedó abstraída con ellos. Ereleig también lo estaba,
aunque no por un libro, sino por los grabados de la madera de las estanterías.
Eran tan elaborados y bellos que los fue siguiendo de estante en estante. Cuando
la Sra. Lotte entro en la sala sonrió al ver a Opalena en el alféizar, tal como
ella había hecho durante tantos años, y a Ereleig de pié mirando fijamente la
estantería. El prístino y suave repicar de un centenar de campanillas resonó en
el edificio. Opalena alzó el rostro del libro y vio a la Sra. Lotte en la
entrada de la sala. Ereleig también fue hacia la entrada, pero muy despacio,
repasando nuevamente aquellos grabados tan hermosos.
- He hablado con el
Bibliotecario Mayor y nos deja que lo acompañemos al desván.
La mujer los precedió
por las escaleras y subieron de piso en piso hasta llegar a la planta cuarta.
Allí un anciano, vestido de librea municipal, les esperaba con una lamparilla
de luz niérnaga, la única permitida en los archivos, que desprendía un
aterciopelado resplandor azul. Subieron en silencio los veintiún escalones de
llevaban a la quinta planta, la planta de los libros reservados, y de allí los
diez escalones al desván. Se detuvieron ante la puerta que, como el resto del
mobiliario, estaba profusamente grabada. El anciano sacó una llave de cobre de
gran tamaño, se la mostró a los chicos.
- Este es un privilegio
que se os concede por ser los alumnos de una de las mejores bibliotecarias que
ha tenido esta biblioteca. Espero que me la cuidéis muy bien, pues dejó de
trabajar aquí para enseñar a chicos como vosotros.
El anciano metió la
llave en la cerradura y la giró con suavidad. La puerta se abrió sin ningún
esfuerzo y todos pasaron dentro. El desván estaba muy oscuro y la lamparilla de
luz niérnaga sólo iluminaba poco más de dos metros, tanto Ereleig como Opalena
se acercaron al bibliotecario. La Sra. Lotte no parecía necesitar la luz, pues
caminó decidida en dirección opuesta al trío, lejos del azulado resplandor. El
hombre paró ante un atril dónde un voluminoso ejemplar, abierto justo en la
mitad, mostraba su contenido.
- Esta es la joya de la
biblioteca, el primer ejemplar del Compendio de Flora y Fauna del Sistema
Kaido. Manuscrito e ilustrado por el mismísimo Ebanno, según cuenta la leyenda.
Puedes preguntar cualquier cosa sobre plantas y animales de todo el sistema, te
lo explica absolutamente todo, pero como todo objeto extraordinario es algo
caprichoso y puede ocurrir que no te responda a lo que quieres saber. En alguna
ocasión incluso se ha negado a responder y lo único que ves son páginas en
blanco. ¿Queréis probar?
El hombre alzó un poco
la lámpara para poder verles el rostro. Opalena bajó la mirada al suelo.
Ereleig miraba el libro y un tanto avergonzado confesó.
- No sabemos leer
señor.
- No es problema, si tu
pregunta a de ser contestada la respuesta te vendrá de manera que puedas
entenderla.
El chico pensó un
momento y dirigiéndose al libro preguntó.
- ¿Por qué los bromen
comen Coshu si es venenoso para ellos?
El libro se iluminó
brevemente mientras las páginas se movieron por sí solas. Se detuvieron en un
punto y dejaron ver el dibujo de un bromen. Una suave voz, que procedía del
interior del libro, comenzó a explicar.
" El Bromen es una
de las especies más delicadas de la familia Bromerae, que comprende las razas
Bromen, Merabro, Bromane y Bramero. El largo pelo característico del Bromen se
nutre de proteína piscícola. La glándula bomeronasal, que es como un trocito de
piel redondeado que está en la parte más interior del hocico, le sirve para que
pueda distinguir entre vegetal, mamífero y pez, pero no más allá de esas
posibilidades, por lo tanto habrá que ir con mucho cuidado al alimentarlo y
vigilar que nunca coman Coshu, Articte, Rémora o Calio, ya que aunque
inofensivos para los humanos son mortales para el Bromen. ¿Quieres saber algo
más?"
- Eso -comentó el
anciano-es buena señal, le gustas al libro, aprovecha, no sucede todos los
días.
-Muchas gracias libro -
Ereleig pensó un poco- ¿Qué tipo de hierba es la mejor para que los dadas
tengan pelo de calidad carey?
El libro resplandeció
de nuevo y las páginas pasaron. Se detuvieron y mostraron un precioso dada de
larguísima melena. La suave voz del libro volvió a oírse en la estancia.
"El dada es uno de
los animales cuya relación entre calidad de comida y calidad de pelo es de las
más evidentes. Para conseguir un pelo tipo carey se han de alimentar de hierba
Mullein, que les transmite el tacto suave, cálido y esponjoso que hacen del
tipo carey el más apreciado de entre los diversos tipos de pelo. Para que
además sea impermeable han de combinar la hierba Mullein con hojas de caucho,
en una proporción de un kilo de hojas de caucho por cada día de pasto de
Mullein."
- Muchas gracias libro.
Ahora entiendo porqué nunca conseguí pelo carey, en Gora-Gura no hay ninguna
hierba que se llame de esa manera. Bueno, ahora ya no importa, porque ahora soy
grumete y no hay dadas a bordo.
- Emma, ¿Se puede
retirar ya la cortina? -Preguntó el bibliotecario-.
-En un momento, me
faltan sólo los nudos de la base -contestó la voz de la Sra. Lotte desde la
oscuridad-.
- Entonces hay tiempo
para otra pregunta. Señorita Opalena, ¿No hay nada que le gustaría preguntar al
libro? -el anciano procuró no mirar a la muchacha para no incomodarla,
únicamente dirigió la luz hacia ella un poco-.
-No, no señor, gracias.
La Sra. Lotte llegó en
ese momento.
- Ereleig, por favor,
¿Me puedes ayudar a subir la cortina?
- Claro Sra. Lotte.
- Dame la mano, te
guiaré.
El chico tomó la mano
que la mujer le tendía y se internó con ella en la oscuridad. Le dio un poco de
miedo caminar sin ver nada, pero la mano de la señora Lotte lo cogía con
firmeza y se dejó guiar. La Sra. Lotte se paró y le llevó la mano hasta una
cuerda que Ereleig asió. La mujer le dijo que al oír la señal tirara de la
cuerda hacia abajo.
-¿Preparado Ereleig?
- Sí, Sra. Lotte.
El bibliotecario apagó
la lamparilla y el desván se sumió en una total oscuridad por unos momentos.
- Ahora Ereleig.
El chico tiró con
fuerza hacia sí la cuerda y vio como una pesada cortina ascendía hacia el
techo. La pared norte del desván era una cristalera en forma de mariposa. Desde
allí podías ver toda la ciudad, el puerto y los acantilados de la costa de
Emmerald. Bajo la luz de la luna Naranja los acantilados resplandecían con una
hermosa fosforescencia esmeralda.
Opalena quedó tan
impresionada que se acercó a la cristalera sin pedir permiso. Ereleig se acercó
a ella, así como el bibliotecario y la Sra. Lotte.
- ¡¡Ohh!! Se ve toda la
costa como si fuera de día -comentó entusiasmado Ereleig y miró a Opalena-. Es
una pasada ¿Verdad?
La muchacha lo miró y
asintió con la cabeza.
- Ahora sabéis porqué a
Emmerald se la llama "la resplandeciente", la fosforescencia la
producen las rocas esmeralda de los acantilados, aquí es dónde hay la mayor
concentración de esas rocas, y sólo gracias a la luz naranja de nuestra luna
las rocas regalan su resplandor. Pero hay que estar justo encima del acantilado
para poder disfrutar del espectáculo, o estar en el mar, o estar en el edificio
más alto de toda Emmerald, y eso sólo es posible si el desván os admite, claro
que ser pupilos de Emma de Lotte deja esa admisión asegurada - el anciano miró
a la mujer con una gran sonrisa-.
- Gracias Sr. Reuel,
fue un privilegio trabajar para usted.
- Hiciste una gran
labor que es recordada. Bien, contemplemos esta maravilla de la naturaleza unos
minutos más y tendremos que despedirnos. He de cerrar la biblioteca.
Ereleig ayudó de nuevo
a la Sra. Lotte a bajar la cortina y todos salieron del desván. Ayudaron al
bibliotecario a cerrar las puertas de entrada y se despidieron. Cuando
regresaron para dormir la luna estaba muy alta en el cielo. La Sra. Lotte les
dijo que era un extra, por ser su primera salida en puerto, y que los
despertaría algo temprano pues quería comprarles algunas cosas más y llevarlos de
nuevo a la biblioteca a recoger unos libros. Les acompañó hasta sus
habitaciones y les dio las buenas noches.
En la cama Opalena no
podía dormir, una extraña sensación de desasosiego le llenaba el corazón. Ciertamente
no era capaz de entender muy bien cómo se sentía. Se levantó de la cama y fue a
la ventana, desde allí no se veían los acantilados. Lo que sí vio es una pareja
que caminaba despacio por la calle, y paraba justo en la puerta del hostal.
Opalena reconoció al Sr. Lay por la cicatriz que tenía en el rostro y que la
luz del farol mostró con claridad cuando éste se quitó el sombrero. Se retiró
de inmediato de la ventana, era mejor no ver lo que estaba a punto de ocurrir.
Se metió en la cama tratando de reprimir las imágenes que desfilaron por su
mente. Había visto demasiadas veces lo que ocurría cuando un hombre se quitaba
el sombrero, ante una dama, frente a una puerta y, de forma irremediable
recordó al joven barón de Ketnekassenn. El desaliento se instaló nuevamente en
su corazón y las dudas sobre lo que sería de ella. Aparentemente todo era
bueno, aquellas parecían ser buenas personas, eran amables con ella y los
perros no se le habían acercado pero, había algo extraño en todo, y lo más raro
era el barco. No sabía por qué, pero aquel barco le daba un poco de miedo. E
irremediablemente, al amanecer, volvería a aquel barco.
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