CAPÍTULO 2
LA CAPITANA
Larimar O’brian leía
tumbada en la hamaca de su camarote. Tenía al Sr. Dandy enroscado junto
a sus pies y al Sr. Eivioc bajo la hamaca, ambos dormidos
como troncos. Sintió el aviso y cogió la fotografía de Lara y Altan que le servía de punto de libro, la miró un instante y
la metió entre las páginas. Instantáneamente el Sr. Dandy irguió las
orejas, miró a la capitana y se desperezó. El Sr. Eivioc se había
levantado y la miraba interrogativo.
-Bien señores, Kunzita
está de vuelta, a sus puestos por favor.
La mujer salió de la
hamaca, se colocó la chaqueta de terciopelo rojo oscuro, se calzó las botas y
se atusó el moño. Dandy subió por la
pared y salió por el tragaluz, trepando por el palo mayor hasta su puesto en la
cofa. Eivioc esperó a que la capitana
abriera la puerta y se fue hasta su sitio junto al timón, echándose en posición
de esfinge, que le daba un aire atento sin cansarse.
La capitana comprobó
que todo estaba en orden, bajó a la cubierta de mantenimiento, entró un momento
en la cocina y le pidió al cocinero que subiera con ella a la cubierta de
recreo, donde estaba el resto de la tripulación. En cuanto pasó la puerta todos
dejaron lo que estaban haciendo y formaron un círculo.
-El señor Lay llegará
en breve, una vez demos la bienvenida a los nuevos grumetes zarparemos de inmediato,
me gustaría estar en Emmerald antes del ocaso, así ustedes podrán dormir hoy en
el hotel. Nos aprovisionaremos y mañana a primera hora de la tarde saldremos para Hobrén.
Muchas gracias.
La tripulación asintió
y cada uno fue a su puesto. La capitana se quedó sola con el cocinero.
- Espero que Kuni me
haya hecho caso esta vez y traiga un pinche con experiencia.
- Tranquilo señor Cook,
yo también le pedí grumetes con experiencia, a ser posible del buque Lymeryk, la travesía a Hobrén no es apacible precisamente y menos con tanto
retraso, pero si partimos mañana al alba pasaremos la nebulosa de Marna antes
de dos jornadas y evitaremos el inicio del monzón, que es en sí la parte más
arriesgada del viaje, una vez lleguemos al puerto de An-Dro podremos salir ha
espacio libre y allí mientras sigamos las indicaciones del almirantazgo no
hemos de tener mayor problema.
- Confías en exceso en
la Mary…. ¡Llevar sal a Hobrén! Menudo cargamento, menudo sitio, menuda panda
de salvajes…
-Señor Cook, conozco
perfectamente sus reservas, pero alguien tiene que hacerlo y sabe perfectamente
que nuestra misión es ayudar donde más se necesita, para el resto ya está la
flota mercante.
- Sí niña sí, pero
luego no llores cuando esos salvajes te dejen sin pelo.
El cocinero salió de la
sala y tras él la capitana, que fue hasta el timón, acarició la cabeza de Eivioc y sacando la bitácora comenzó a
rellenarla. Al poco, los sonoros ladridos de
Dandy anunciaron el regreso del segundo de a bordo con los nuevos grumetes.
Ereleig contemplaba
asombrado el barco. Ya le había parecido grande desde el malecón del puerto,
pero ahora se hacía cada vez más inmenso a medida que la barca se aproximaba a
él. Al llegar a poco menos de tres metros pudo distinguir un rótulo justo
debajo de la borda de proa. Pensó que seguramente era el nombre del barco, a
veces era un fastidio no saber leer. Kunzita remaba con fuerza y al poco se
encontraban justo en medio del buque, donde una bonita escalera les permitiría
subir.
Opalena suspiró
aliviada al ver aquella escalera, por lo que ella había oído a los barcos se
subía por escalas de cuerdas, dificilísimas de trepar. También había oído que
usaban una especie de columpios rígidos para elevar las mercancías hasta el
barco; y ya se veía volando por los aires en uno de esos columpios, pues subir
por una escala de cuerda le parecía impensable. Pero la preocupación por cómo
llegaría a la nave se fue al ver aquella escalera, más propia de una casita de
campo que de un barco mercante.
Kuncita pidió a los chicos
que bajaran de la barca y los dejó en el primer peldaño, en el que podían estar
al menos diez personas. Desde arriba le lanzaron un par de cabos y el hombre
los pasó por las argollas que la barca tenía en cada punta. Los cabos se
tensaron y la barca comenzó a elevarse más allá de la borda, desapareciendo de
la vista al poco. Una vez listo el asunto de la barca, Kuncita comenzó a subir
la escalera indicando a Ereleig que lo siguiera. Opalena subió la última.
Toda la tripulación les
esperaba en cubierta. Los chicos se fijaron en la mujer que les observaba junto
al palo mayor. Vestía una chaqueta de terciopelo rojo oscuro y pantalones, algo
que Ereleig nunca había visto en una mujer. Los galones en los hombros la
indicaban como la capitana.
-¡Bienvenidos a La Marygalante! la mejor nave de uno a
otro confín de este planeta, muchos otros, varias galaxias y universos
distantes. Nombre, rango y último barco en el que habéis estado por favor.
Ereleig hizo una
pequeña inclinación de cuerpo, tal como acostumbraba en el hotel ante los
clientes de rango.
- Ereleig, cuidador de
mascotas del Gran Hotel Colchones Excelsos.
- Opalena señora,
barredora de cloacas.
La capitana miró a
Kuncita y arqueó visiblemente la ceja derecha.
-Señor Lay, a mi
camarote por favor. Sra. Lotte, si es tan amable de acomodar a los grumetes en
sus camarotes –una mujer pequeña y algo redonda se adelanto y con una seña
indicó a los chicos que lo siguieran, cosa que hicieron en el acto-. Bien
tripulación, zarpamos, rumbo sur-oeste a Emmerald.
Dadas las órdenes se
encaminó a su camarote seguido por el segundo de a bordo. Una vez dentro
recogió la hamaca y se sentó tras su escritorio.
- Grumetes
experimentados, a ser posible del Lymeryk. Eso es lo que le pedí, ¿No había en
todo Komo un par de grumetes que hayan viajado al menos una vez en su vida?
Vamos a Hobrén Sr. Lay, lo último que queremos son niños a los que enseñar.
- Es una corazonada
capitana, sabéis que no puedo ignorarlas.
- Pues la próxima vez
que le encargue algo deje el corazón en su camarote señor Lay – la mujer
suspiró y paseó la mirada por la estancia-. ¿Dónde los ha encontrado?
- En la subasta de
Nidena, restos de serie, nadie los quería.
- Bien, está bien, no
es en absoluto lo que tenía planeado, pero para una vida fácil ya está la flota
mercante. ¿La muchacha tiene experiencia en la cocina?
- Pues no lo sé, habrá
que preguntarle. El chico parece muy adaptable y espabilado, será un buen
grumete. Pero ella, bueno, es muy cerrada y teme a los perros, trabajó para los
Pema.
- ¡Pandilla de
inconscientes y descorazonados! No me extraña que los tema. Bueno tenemos al Sr. Dandy que remediará eso y el resto
con el tiempo. Bien señor Lay, rezad para que la chica sea buena en la cocina,
no soy la única a quien habéis decepcionado, y el señor Cook no es tan
comprensivo como yo. ¡Buena suerte!
El hombre saludó, dio media
vuelta y salió del camarote. La capitana se arrellanó en la butaca y suspiró.
- Un viaje normal. Por
esta vez quería un viaje normal Mary, Hobrén no es fácil y he tenido que
aceptar. Nadie más les llevaría sal; ni sal, ni nada, ningún barco ni nave va
por allí, y siendo así desde hace tantos años por algo debe ser. Bueno, no
vamos a enfadarnos justo al inicio de un viaje largo y difícil. Tenemos buena
mar, sepámosla aprovechar. ¡Vaya! empiezo a parecerme al señor Refrany –unos
toques en la puerta sacaron a la capitana de su monólogo-.
- Permiso para entrar
capitana.
- Adelante Sra. Lotte.
La puerta se abrió y
entró la redonda mujer, seguida por los perros del barco. El Sr. Dandy subió al escritorio y el Sr. Eivioc se echó a los pies de la
capitana.
- He dejado a los chicos
en los camarotes para que acomoden sus cosas, no tienen casi nada, si se quedan
todo el viaje habrá que comprarles ropas en An-dro. Y cuadernos, ninguno sabe
leer ni escribir.
- Haced una lista con
lo que necesitéis, pero procurad sed precisa, este viaje podría no dejarnos
ningún beneficio económico.
- ¿No sería mejor
devolver el cargamento y dedicarnos sólo a los niños?
- ¡Sra. Lotte! ¿Usted
también está en desacuerdo?
- Es que… ir a Hobrén…
Un lugar del que sólo se habla mal, no puede ser bueno.
- ¿Recuerda lo que
decían sobre mí cuando me hice cargo de La
Marygalante?
- Porque no la conocían
y era una niña, era normal que dudasen de sus aptitudes, pero unos años y ha
demostrado ser una buena capitana. ¿Sabéis cuantos años dura el bloqueo a
Hobrén? ¡Desde antes de que yo naciera! Así que imaginad… No es un lugar
adecuado para llevar a unos niños, ni siquiera usted debería ir.
- Sra. Lotte, mi
aprecio por sus servicios es muy grande, ya lo sabe, pero el rumbo está fijado
y nada va a cambiarlo. Si desea quedarse en Emmerald lo entenderé, pero lo hará
sola. Los chicos ahora son parte de la tripulación, irán allí a donde se dirija
la nave, están bajo mi custodia y la de La
Marygalante, ya sabe lo que ello significa.
- De acuerdo, sea pues,
procuraré que para cuando lleguemos a An-dro ambos tengan un mínimo de
educación.
- ¡Gracias Sra. Lotte!
Esa es la actitud que preciso. Hablando de aptitudes Sr. Dandy, Sr. Eivioc, la
muchacha tiene miedo de ustedes, así que sean muy cuidadosos – el Sr. Dandy ladró a modo de aceptación y
se sentó sobre sus patas traseras, subiendo las delanteras en un saludo muy
gracioso-. Exacto Sr. Dandy usted
será el encargado principal de conseguir que les mire de otra manera. Sra.
Lotte, ¿Desea algo más?
- No, por el momento,
no –la mujer salía por la puerta, pero se detuvo y se dio una palmada en la
frente-. ¡Se me olvidaba! Madame Leire me envió una carta hace unas semanas,
está preparando el Baile del Farol en el palacete de comandancia de An-Dro.
¿Habría alguna posibilidad de asistir?
- Me temo que esta vez
no Sra. Lotte, ya vamos con algo de retraso.
- El sitio al que vamos
no va a empeorar por unos días que nos retrasemos.
- Sra Lotte, no empiece
de nuevo.
- De acuerdo, de
acuerdo…
La mujer salió y
cerraba la puerta cuando el Sr. Dandy
saltó del escritorio y salió con ella. El Sr.
Eivioc gruñó bajito.
- No se enfade, debe
entender que su aspecto es más intimidatorio – el perro suspiró-. Dedíquese a
Ereleig, apreciará mejor sus talentos. Bien, vamos a ver qué tal anda todo por
ahí fuera, ¿Me acompaña Sr. Eivioc? –
el perro se hizo un rosco junto al escritorio-. Como quiera, en una hora
comenzará su guardia, hasta luego.
La capitana salió y
cerró la puerta, aún la sorprendía lo sensible que era aquel perro. Fue a la
cocina, además del señor Cook se hallaba Miss Egane, la ayudante del señor
Refrany el piloto, un marinero de edad avanzada del que se decía que había
servido de primer oficial en el Bonjorn,
la nave del comandante Lars y en La
Atrevida, la nave del almirante O’brian, padre de la capitana. Muchas
historias corrían sobre el porqué un avezado y experto marino, que bien podría
capitanear su propio barco, había decidido ponerse bajo las órdenes de una
mujer y como patrón; cuando su experiencia era mayor que la del segundo de a
bordo Kuncita Lay-Malone. Era otro de los muchos misterios que rodeaban a la
nave. Miss Egane además de ayudar al Sr. Refrany, ser una audaz piloto y
considerada la marinera más bella de Marsetta, su país de origen, tocaba la
flauta y el violín. Esta sería su tercera travesía a bordo de La Marygalante.
En cuanto la capitana
cruzó la puerta de la cocina el Sr. Cook se encaró con ella.
- Muy bien niña, dejar
la elección a ese cabeza hueca de Kuni te va a dejar comiendo galletas una
buena temporada.
- Estoy tan sorprendida
como vos, Sr. Cook, pocas veces le doy peticiones precisas, pero tuvo una
corazonada.
- ¿Otra? ¿Por qué no deja el corazón a bordo de vez en cuando? Espero que la muchacha sea buena,
porque de lo contrario le voy a tener a régimen todo el viaje…
- Sr. Cook, no sea tan
duro con el guardián – Miss Egane le sonrió con dulzura, algo que solía
apaciguar los ánimos del cocinero-. Yo pienso que esos chicos serán excelentes,
deles una oportunidad.
- ¿Y si no lo son,
vendrás tú a pelar patatas?
- Vendré yo misma, Sr.
Cook –dijo la capitana.
- ¿En serio? Muy bien,
sea pues – una sonrisa se instaló en el rostro del cocinero.
- Miss Egane, ¿Sería
tan amable de avisar a los chicos de que vengan aquí cuando hayan terminado de
instalarse?
- Claro capitana.
-¡Gracias!
La piloto salió de la
cocina para buscar a los grumetes. Poco después entraban el señor Refrany junto
a Kuncita, la Sra. Lotte y los hermanos Uxián, Corma y Hidie. Los hermanos
procedían de Mastrara y por ello su forma de hablar era muy particular, en
ocasiones se debía hacer un buen esfuerzo para entenderlos, pero eran
excelentes marineros de los que no temían nada, de hecho eran los únicos que no
se habían inmutado al oír el destino al que se dirigían. Ambos estaban
enamorados de Miss Egane y la seguían a cualquier barco en el que ésta se enrolara.
Pasar el examen de la capitana les costó, pero tras la primera singladura
demostraron que a trabajadores no les ganaba nadie, y esa, junto a ser ordenado,
era una cualidad muy apreciada en La
Marygalante, por lo que tenían ya su sitio adjudicado.
Una vez Miss Egane
entró con los chicos en la cocina, el Sr. Cook sacó copas para todos y las
llenó de Ambrossia. Las repartió
entre todos los presentes, quedándose con la suya, una copa de cristal azul de
Lovaquia. La capitana tomó la palabra.
- Opalena, Erelig, como
nuevos tripulantes de La Marygalante
participareis del brindis de inicio. Ahora formaremos un círculo y cada uno
podrá compartir lo que desee. Es tradición que comience el cocinero y concluya
el capitán. Tras cada comentario se toma un sorbo de la copa, que indica que se
ha terminado y otro puede hablar. Podéis decir aquello que queráis o podéis
pasar la palabra tomando un sorbo de vuestra copa. Sr. Cook si es tan amable de
comenzar -el cocinero levantó en alto su copa y dijo:
- Que esta travesía nos
sea dulce – y tomó un sorbo de su copa, al igual que el resto de la
tripulación.
- Que nos enseñe a
confiar- pronunció el Sr. Lay tomando otro sorbo.
- Que aprendamos cosas
útiles que mejoren nuestro ser y nuestro entorno – deseó la Sra. Lotte.
- Nudo hagas que
deshagas –sentenció el Sr. Refrany.
- Que suenen nuevas
melodías – dijo Miss Egane.
- Qu Sol nus sigu pur
tos lus horizantes… – comenzó Hidie.
- E qu derrite lus
yelos del cor que mos amos – terminó Corma y ambos hermanos bebieron de sus
copas.
- Que, que, que… -a
Ereleig no se le ocurría nada, al notar que los adultos lo miraban se puso muy
nervioso y soltó sin pensar-. ¡Que no nos hundamos! – y tomó un sorbo de su
copa, para su asombro nadie se rió de su comentario, se limitaron a beber.
Opalena, que había
quedado la última se limitó a tomar un sorbito de su copa, la capitana cerró el
círculo.
- Que sepamos ver las
oportunidades que la vida nos ofrece y las aceptemos agradecidos –dicho esto
vació su copa, al igual que el resto de la tripulación-. Bien, todos a sus
puestos. Opalena se quedará con el Sr. Cook. Ereleig usted irá con los hermanos
Uxián que lo introducirán en el arte de la marinería. Tras sus tareas irán a la
cubierta de recreo con la Sra. Lotte a comenzar sus clases. En unas horas
llegaremos a Emmerald, estén preparados para desembarcar por una noche.
Gracias.
Todos dejaron su copa y
salieron de la cocina menos Opalena. Ereleig siguió a los hermanos que le
dieron un cubo y un trapo y le dijeron, o al menos eso entendió él, que
limpiara la baranda de cubierta; tarea a la que se dedicó con ahínco durante
dos horas y que le gustó, ya que podía ver el mar y porque se sentía muy
alegre. Aquel ritual de la copa le había hecho sentir que les importaba a
aquellas personas. Era como ser parte de una familia o eso pensaba que debía de
ser, ya que él no había tenido familia. Tenía muchas ganas de trabajar y de
hacerlo bien y de quedarse en aquel barco donde todos parecían tan amables. Ya
era hora de que, como su nombre decía, tuviera suerte.
Esta historia me ha enganchado desde el principio. Quiero más :)
ResponderEliminarGracias!! En unas semanas el siguiente...
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