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lunes, 1 de abril de 2019

AVENTURAS EN LA MARYGALANTE Cap. 16

Querid@s Seguidor@s

Este Abril que comienza traerá bastante movimiento, de momento una nueva entrega de Aventuras en La Marygalante. Seguiremos informando...




Miss Egane no podía dormir, se sentía extraña a falta de una palabra mejor con la que definir la mezcla de sentimientos que iban y venían. La partida de Destino del Cisne la había distraído un tanto y estaba bastante sorprendida de que la capitana se hubiera comportado de una manera que casi rozaba la falta de respeto. El lord le había parecido un hombre fascinante y muy atractivo. Desde luego el gusto en hombres de la capitana era muy peculiar.

 Por otro lado estaban los Uxián, ya comenzaba a cansarse de esa posesión que tenían para con ella. Al principio le había parecido gracioso, y casi halagador, ver la de detalles y atenciones que tenían con ella, pero ya estaban sobrepasando el límite. Ignoraba lo que hubieran hablado con Kuncita cuando ella dejó el pasillo y habían captado que de momento ni se les ocurriera acercarse a ella.

Kuncita era encantador cuando se lo proponía, y era guapo aún con esa cicatriz cruzándole la cara, pero tenía tantas relaciones. Desde luego era estupendo para ella y su actuación que una de sus novias fuera nada más y nada menos que la supervisora de proyectos del Ateneo, tener la sala para ella sola a su total disposición era un lujo.

Roc, la discusión con él le estaba doliendo de una manera inexplicable. Recordar la escena la volvía a enfurecer, pero también la apenaba. Nunca antes habían discutido, ni se había mostrado tan entrometido. Era muy inusual en él mantener una conversación tan larga, ya que era muy parco en palabras. Acostumbraba a responder con monosílabos o refranes.
 En las ocasiones que habían pasado horas conversando, ella hablaba y él asentía, negaba y sólo daba su opinión en frases breves y concisas. ¿Qué le habría pasado por la cabeza para que se hubiera puesto así? Ni los Uxián se tomaban tanta confianza. Y era extraño que la tomara con Kuncita, porque él siempre lo defendía en cuanto alguien hacía el menor comentario reprobatorio sobre su vida o relaciones, nadie podía criticar al segundo estando presente Roc Refrany. ¿La defendía de esa manera a ella también? Algo en su interior le decía que sí, que el viejo timonel no permitiría que nadie dijera el menor chisme sobre ella.
Recordó el día de la entrevista para el puesto de ayudante. Estaba muy nerviosa, ya que era la única mujer y recién licenciada, mientras que el resto de la docena de marineros que esperaban su turno rezumaban experiencia marítima. Y contra todo pronóstico, la capitana salió con el cuarto marinero que había entrevistado, agradeciendo el tiempo de espera y anunciando que todos podían marcharse, a excepción de Miss Dulac, ya que la decisión acababa de ser tomada. Egane quedó en shock, ya que la había elegido a ella sin ni siquiera entrevistarla. Las palabras de Larimar se quedaron grabadas a fuego en su interior: " Bienvenida a bordo, espero de vos que estéis dispuesta a trabajar arduo, ya que yo deseaba un piloto experimentado, pero mi oficial me ha hecho cambiar de opinión, sería la mejor manera de agradecer la confianza que os depositamos". Egane había trabajado con entusiasmo, ardor y sin la menor queja y pronto le quedó patente que tenía el puesto asegurado mientras quisiera navegar a bordo de La Marygalante.
Se acercó a la ventana y descorrió la cortina, comenzaba a amanecer y el cielo adquiría un hermoso tono anaranjado. Abrió la ventana para respirar un poco de aire fresco y le llegó el rumor lejano de una alarma.

El anticuado peinado de Larimar O'Brian amortiguó el impacto y en vez de quedar inconsciente sólo quedó aturdida por unas milésimas de segundo, lo que le permitió esquivar el nuevo golpe. Una vez localizada la agresión, y ante la precaria luz de la que disponía para defenderse con un mínimo de eficacia, la capitana optó por huir. Se encaramó al primer alfeizar que encontró y trepó por la pared hasta el tejado del edificio. Desde esa altura pudo comprobar dos cosas, que el amanecer se acercaba y que su agresor la seguía persiguiendo.
Con la mayor rapidez que pudo, ya que el tejado en el que se encontraba no era precisamente amplio y pensado para correr por él, se acercó al extremo y estudió el nuevo tejado al que saltar. El que tenía más cerca era aún mas puntiagudo que en el que se encontraba. El salto al tejado que parecía más seguro era considerable; y Larimar no estaba muy en forma, ya que en los últimos dos años no se había implicado en ningún rescate, ni acción en la que necesitara pericia físico-acrobática. Se volvió para detectar la nueva posición del perseguidor y comprobó que le costaba trepar, por lo que disponía de algunos minutos. Cerró los ojos, se concentró y llamó a La Marygalante. La nave contestó de inmediato y Larimar sintió cómo se iban transformando su pelo y su piel. Sintió como las horquillas salían disparadas en todas direcciones al no poder soportar el peso del cabello, que libre ondeó al viento. 
Cuando tubo el largo preciso, lo incrustó a la cornisa del tejado al que quería ir, y se lanzó al vacío. Amortiguó el golpe con las piernas y trepó por la fachada hasta su nueva posición. Una vez lejos de su perseguidor, sacó el cortaplumas y cortó su pelo, liberándose del apoyo para el salto. Algo más segura, caminó hasta el tejado contiguo y de allí alcanzó el de una catedral, lo que le permitió moverse con mayor rapidez, a la vez que la acercaba al puerto.
El secuaz trepaba lo más rápido que le permitían sus cortas extremidades, pero al llegar a la meta no vio a la humana allí. Olfateó el aire en busca de su rastro, pero no lo encontró. La presa se había volatilizado. Envió una señal a sus compañeros pidiendo ayuda.
En la pantalla de seguridad aérea, del centro de vigilancia preventiva, un punto azul comenzó a parpadear, mientras la alarma aumentaba su volumen; sacando al vigilante nocturno del sopor con el que se había aletargado tras tantas horas de servicio en completo silencio.
El hombre miró la pantalla y tecleó con rapidez. La información que apareció hizo que soltara un baldón e inmediatamente hiciera sonar la alarma.

La alarma de seguridad resonó en el amanecer de An-Dro. Larimar comprendió que la habían detectado, tenía que bajar al suelo de inmediato. Volvió a fijar los zarcillos del pelo y se deslizó por la pared. Al llegar a la altura de los ventanales de la primera planta, volvió a cortarse el pelo para poder moverse con total libertad. Afianzó los pies en los postigos de las contraventanas de la planta baja, calculó el salto y se dejó caer. El impacto fue mayor del que esperaba, le falló el equilibrio y se torció el tobillo derecho. Aguantó el grito de dolor, pero no pudo moverse durante unos segundos.

Una fortísima sacudida recorrió a La Marygalante, de manera tan inesperada que zozobró ostensiblemente. Todo utensilio que no estaba bien fijado rodó por cubierta y tanto Ereleig como Kuncita, cayeron de sus respectivas literas. John y Roc no cayeron, pues su litera era más grande, pero ambos se despertaron sobresaltados.
Kuncita tuvo una corazonada y de inmediato se vistió y salió del camarote. En el pasillo se encontró con el resto de la tripulación que, a medio vestir o en pijama, habían salido a ver qué ocurría. Trató de tranquilizarlos, ya que él tampoco estaba seguro de lo cierta de su corazonada.

- Voy a salir de inmediato a puerto. Roc, por favor, ayúdame a arriar el bote. Ereleig, tu recogerás y ordenarás todo lo que haya quedado fuera de su lugar y haz una lista de material que encuentres roto o estropeado y déjalo en una caja bajo el palo mayor. John, casi mejor que lo hagáis juntos.
- De acuerdo, me acabo de vestir y subo - dijo el cocinero volviendo a entrar en su camarote.
- ¿Dónde hago la lista señor? -Preguntó el grumete.
- En una de tus libretas, ya lo pasaremos a limpio en la bitácora cuando vuelva. Ve a vestirte primero.
- Sí señor - respondió el chico y salió disparado para su camarote.
Timonel y segundo salieron a cubierta y con aquella precisión que solían compartir arriaron el bote. Justo antes de que comenzara a bogar Roc hizo la pregunta.
- Le ha pasado algo malo a Larimar ¿Verdad?
- Eso me temo, pero puedo estar equivocado.

El timonel asintió y dando media vuelta volvió al camarote a terminar de vestirse. Kuncita asió los remos y comenzó a bogar con energía, pero de manera rítmica para no agotarse de inmediato, esta vez no soplaba ningún tipo de viento y la vela no le ayudaba mucho, precisamente ahora que tenía más prisa que nunca por llegar lo antes posible al puerto.

Larimar había recuperado su color original tanto de pelo como de piel. El cabello le caía lacio sobre los hombros, lo que le hacía sentirse algo vulnerable, le dificultaba la visión, pero no tenía manera de recogérselos en una cola, ya que no tenía nada a mano para sujetarlo. El tobillo comenzaba a dolerle cada vez más y haciendo acopio de valor comenzó a incorporarse. Tenía unos minutos antes de que la lesión se enfriará y no le permitiera mover para nada el pie.

A pocos metros tenía un hostal con las luces de la planta baja encendidas, un buen lugar para esperar hasta que Lay viniera a buscarla. Pero antes quería estar segura de que su perseguidor la había perdido por completo, puesto que ahora correr no era una posibilidad. La alarma había cesado, lo que significaba que desde seguridad habrían perdido su rastro, pero los agentes de seguridad llegarían en breve al lugar donde se encontraba. Tenía que moverse ya, y deprisa. Se incorporó y el dolor le recorrió la pierna, pero aún era soportable, lo más recta que pudo se dirigió, a paso lento hacia el hostal. Justo al llegar al umbral del establecimiento llegaron los agentes de seguridad al edificio donde se había lastimado.

Traían consigo un rastreador-trep, que de inmediato trepó por la pared hasta el punto donde Larimar había apoyado manos y pies por última vez trasformada. El rastreador emitió aquel desagradable maullido y siguió subiendo por el tejado hasta el punto donde permanecían fijados los cabellos de Larimar. El animal los arrancó ayudándose de sus ásperas zarpas y cogiéndolos con la boca bajó de nuevo hasta el suelo, donde los depositó a los pies de su responsable. El guarda los tomó con unas pinzas y se dirigió a su superior.

- Habrá que analizarlo, pero a simple vista diría que sí, que es Nola, estas ramas son demasiado evidentes.
- Tricks, lo tuyo con esa bruja es casi obsesivo, la ves por todas partes, aunque esta vez sí hay algo tangible que analizar. Vamos a cerrar todo el perímetro del puerto. Aunque ya no sea detectable en la pantalla podría seguir aquí, no puede haberse disuelto en el aire.
- Puede, te lo aseguro, es lo que ocurre siempre, de alguna manera inexplicable está y después no está. Maldita bruja escurridiza, pero la atraparé lo juro, aunque me cueste toda la vida, la atraparé y pienso pincharle Veriten hasta que le salga por las orejas y me diga qué hizo con Denisse.
- Tricks, por favor, contrólate, de ser un civil tendría que sancionarte- el superior le arrebató la rama que el guarda había estado a punto de pulverizar entre sus manos- Bien, cerraremos un perímetro de un kilómetro en derredor a este punto y comenzaremos el registro de todos los edificios. Voy a pedir una unidad de refuerzo, para que registren los hogares privados, ahora concentrémonos en locales, almacenes y hostales, pero hostales lo último, que ya sabéis que los chismes se propagan más rápido que el rayo.

En cuanto el rastreador descubrió la rama, Larimar, entró en el hostal. Se dirigió a la barra de la sala y pidió un chocolate caliente, se sentó en una mesa al lado de la ventana, que daba al puerto, y dónde podía observar el mar. Cerró los ojos y envió un mensaje a La Marygalante. La nave le contestó que no se preocupara, que Lay ya iba al rescate.

Cuando Egane salió de la ducha la Sra. Lotte la informó con pelos y señales de lo que ocurría. Según se comentaba, de madrugada, justo tras el toque de queda, la guarda de seguridad había detectado a una banda de piratas que se disponían a saquear la sección D-99 del puerto. Pero había podido llegar a tiempo y detenido a la banda, que se encontraba ya en la prisión del castillo del faro. Egane le comentó que ella había oído la alarma de seguridad, pero que había sido muy breve.

La joven timonel se cayó lo asombrada que se sentía al comprobar, una vez más, la rapidez de la Sra. Lotte en enterarse de todos los chismes del lugar donde recalasen. De repente le pasó por la cabeza la idea de si habría notado algo de su situación con los Uxián, deseó con todas sus fuerzas que no, que lo hubiera disimulado bien.

- Por cierto Egane, ¿Qué tal con los Uxián? - preguntó Emma.
- ¿Por?
- Porque queda poco para el concurso y parecía que se estaban complicando un poco la vida con la escenografía, y creo que deberías ensayar ya con ella.
- Sí, el plan es hacerlo hoy mismo, con la parte que esté terminada. Bien, voy a vestirme, desayunaré en el Ateneo, seguro que los Uxián están allí desde primera hora y trabajando a toda velocidad.
- Sí, hay que admitir que son muy concienzudos y habilidosos, y no reparan en gastos cuando de ti se trata. Es algo a tener en cuenta- la mujer le guiñó un ojo y sonrió con picardía-.
- Sí, ciertamente son buenos en su trabajo, muy buenos, si no hace tiempo que no navegarían en  La Marygalante. Tengo mucha prisa, hasta luego.

Consternada y con la certeza de que Emma lo sabía todo, la timonel se vistió apresuradamente, cogió su violín y su flauta y salió del hotel preguntándose una y otra vez cómo era posible que Emma lo supiera todo de todos. ¿Sería de esas personas capaces de oír el pensamiento? Una de sus tías tenía esa capacidad, oía los pensamientos de las personas, por lo que no podías esconderle nada y pese a que te sabía aconsejar muy bien, era algo incómodo estar en su compañía, por lo que había vivido siempre sola en su casita del faro sur de Marsetta.

Larimar había respondido con aplomo y brevedad el interrogatorio de los guardas de seguridad. Había sabido elegir un buen lugar para esconderse, en el hostal sólo se alojaban estibadores portuarios y un viejo capitán retirado, por lo que el registro fue breve. Pero las dos horas que tardó Kuncita en llegar le parecieron un lustro. El pié se le comenzaba a hinchar, lo notaba bajo la bota, que comenzaba a apretar de manera alarmante. El segundo no pudo llegar a su destino hasta que levantaron el precinto a la zona; pero el corazón lo guió directamente al hostal donde encontró a su capitana, que parecía salida de una escuela de aprendices de peluquería de primer trimestre.

Gracias a su altura, cogió a Larimar por la cintura y salieron del lugar, y caminaron por el puerto, como una pareja recién enamorada y, dado el anterior registro, tuvieron la suerte de no encontrarse con ninguna patrulla, ya que los habrían multado de inmediato. Una vez en el bote y rumbo a La Marygalante, el segundo pidió una explicación. Larimar, pudiendo desahogarse con tranquilidad, le explicó, entre lágrimas, hipidos y sollozos, el encuentro con su atacante.

Kuncita le quitó la bota con sumo cuidado, aunque no pudo evitar mover el pié, ante lo que Larimar gritó de dolor. Una vez liberado de la bota y el calcetín, comprobaron el alcance del daño. El moretón bajo el tobillo mostraba claramente el punto donde se había producido la rotura de fibras. Pero ambos estuvieron de acuerdo en que era leve y en dos o tres días se habría resuelto. Justo para el concurso.

Los Uxián no habían notado nada. Cierto que al despertar se asombraron al hallar sus cobertores en el suelo, a lo que achacaron el despertarse una hora antes de lo que tenían previsto. Una de las peculiaridades de los Uxián era que dormían tan profundamente que prácticamente nada los despertaba. Pero a la vez tenían la capacidad de despertarse a la hora que hubieran decidido antes de cerrar los ojos, ya fuera una siesta de diez minutos, como una cabezada de tres horas o una buena dormida de más de veinticuatro. También podían pasar en vela más de tres días seguidos sin ningún tipo de cansancio, aunque tras esto necesitaban otros tantos días de descanso total.

Lo que les alarmó fue el azulado color de la pared de su camarote. Al salir a cubierta se encontraron con Ereleig que miraba algo asomado peligrosamente en la amura de proa de estribor. Se acercaron y comprobaron que esa parte de la nave, desde la línea de flotación hasta casi la mitad del primer sollado presentaba un tono morado que azuleaba a medida que se acercaba a la borda.

Los hermanos se miraron y asintieron. Ereleig los observó pero no se atrevió a preguntar, así que los siguió cuando éstos se dirigieron a la cocina.

- John, ¿Ca pasao? ¿On es la capitana?
- Buenos días Hidie, no lo sabemos, esperemos que nada grave.
- A Mary está tot morada -añadió Corma-.
- ¿Qué?- John miró a Roc y éste a los hermanos, que asintieron con la cabeza- ¿Exactamente dónde?
- A proa, bajo el tot, por estribor -aclaró Hidie-.
- Bien, no podemos hacer más que esperar de momento. Ereleig, ¿Tienes las notas de todo?
- Sí Sr. Cook.
- Pues id a pasarlas a limpio a la bitácora. Hidie, Corma, desayunad y estad listos, ya tendríais que estar en el Ateneo.
- Lay se ha llevado el bote, y el esquife estaba en puerto, para cuando volviera Larimar- aclaró Roc-.
- Pues entonces sólo nos queda esperar. Y enviar una nota a Emma, por si ella sabe algo. Voy a hacerlo de inmediato.

El cocinero salió apresurado de la cocina, dónde el resto de la tripulación lo esperó con ansias por saber algo de la capitana.

Larimar, tras llorar a gusto, se había calmado del todo y tranquilizaba a la nave, que solía tardar más en asimilar los desperfectos de su anclaje en este universo. Fue una larga conversación que no cesó hasta que el bote estuvo izado y anclado. Para entonces Larimar ya no podía mover el pie y Kuncita, tomándola en brazos la llevó hasta su camarote. La somnolencia comenzó a hacerle efecto de inmediato una vez sintiéndose segura en la nave, y cuando el segundo la dejó con suavidad en la litera, Larimar estaba más dormida que despierta.

Kuncita se encargó de tranquilizar a la tripulación y llevar de nuevo a los Uxián a puerto, allí recogería a la Sra. Lotte, para que viniera a reconocer a la capitana y hacer la cura apropiada, de las alumnas de masaje de Mudra era la más aplicada y la que constantemente repasaba las notas y apuntes.

Los Uxián se dirigieron directamente al Ateneo. Le habían pedido al cocinero que les preparara fiambrera, así no tendrían que salir de la sala y recuperar las horas que habían perdido.

Egane, que en principio había estado inmersa en el ensayo, comenzó a notar la ausencia de sus compañeros. Salió un momento de la sala y subió a preguntar al recepcionista. Éste la informó de que no se habían presentado aún. Volvió a la sala y tras una hora más de ensayo, comenzó a inquietarse. Justo iba a volver a subir y preguntar por ellos, cuando la puerta se abrió y entraron, disculpándose atropelladamente. Egane, una vez con ellos allí, retomó su actitud distante, aunque no tan fría como el día anterior. Pero los Uxián habían visto claramente la fugaz sonrisa de alegría de Egane al verlos entrar.

Aprovechando que ella se tomaba un descanso, y subía a almorzar al restaurante del Ateneo, destaparon la escenografía ya montada y le aplicaron la savia de caracola iridiscente, cuando se enfocara con luz niernaga quedaría sorprendente.

- Hidie ¿Pensas que Egane nos perdona?
- Després d'esto... Espero. Com no, tamos apañaos.
- A sonrigut, com hem trigat a venir... ¿ Pensas que estaba amoinada por nos?
- Espero. Mes val femina amoinada que escaldada...
- Ja ja ja ja... Ja parles com maese Roc.
- Menys parlar i muxo currar, que falta molt entavía...

Los hombres siguieron trabajando durante horas hasta que todo estuvo de acuerdo con los planos. Por la tarde comenzarían el ensayo con ella, lo que les llenaba de emoción, era la primera vez que la tenían tantas horas, para ellos solos, a solas.

Larimar se fue despertando al sentir las manos cálidas y seguras de la Sra. Lotte. Le fue poniendo stippers en multitud de puntos de los pies, tobillos y piernas. Los stippers eran unos discos de celulosa vegetal impregnados de silicio y hacían el mismo efecto que una aguja de acupuntura, con la ventaja de no ser agujas, no tener que pinchar y poder llevarlos varios días. En ocasiones escocían e incluso supuraban, pero eso era señal de que era muy necesario. Tras los stippers la untó con crema de árnica y gel Activo y le vendó el pie.

- No parece muy grave, yo pienso que en dos o tres días estarás andando.
- Gracias Sra. Lotte, me siento algo mareada, creo que me quedaré en la cama unas cuantas horas más. Puede volver al hotel.
- ¿Seguro? ¿No sería mejor que me quede? Por si hay que cambiar algún stipper.
- No, de veras, lo peor ya ha pasado. Incluso pienso que podré bajar a cenar por mis propios medios. Y le agradecería si se llevara a Ereleig, que pasee un poco por tierra firme, es el único que aún no ha pisado An-Dro.
- Por su puesto, lo llevaré al Ateneo, hoy hay un espectáculo al que quería llevar a Opalena y con él se sentirá más a gusto. Y tras la cena puede volver con los Uxián.
- Sí, será perfecto. Creo recordar que hay una gorra extra, de talla pequeña, en el armario de velamen. Y un pañuelo, que le irá algo grande. ¿Le puedes encargar uno de su talla a Madame Tomás?
- Lo haré nada más llegar. Si necesitas cualquier cosa, me lo dices.
- Gracias Sra. Lotte, muchísimas gracias.

La redonda mujer le besó la frente y le revolvió el flequillo, solamente cuando se sentía indispuesta, enferma o estaba accidentada la capitana se dejaba mimar como una niña.
A la hora de la cena no podía bajar por su propio pie. El Sr. Eivioc, que se había pasado la tarde bajo la litera salió y buscó al segundo. Kuncita volvió a coger a la capitana en brazos, y como ahora ya estaba mejor, le hizo todo tipo de bromas, llegando incluso a bailar con ella alrededor del palo de mesana, y fue cuando la capitana advirtió la caja llena de objetos rotos.

- ¡Para Lay, para! ¿Qué hace ahí todo eso?
- La sacudida ha sido muy fuerte y hemos tenido algunos desperfectos. Por cierto ¿Porqué te has transformado en Nola?
- Porque no estaba segura de poder arreglármelas simplemente como Larimar, estoy algo desentrenada. A partir de que pueda volver a caminar, Estilo Mumasa...