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lunes, 1 de abril de 2019

AVENTURAS EN LA MARYGALANTE Cap. 16

Querid@s Seguidor@s

Este Abril que comienza traerá bastante movimiento, de momento una nueva entrega de Aventuras en La Marygalante. Seguiremos informando...




Miss Egane no podía dormir, se sentía extraña a falta de una palabra mejor con la que definir la mezcla de sentimientos que iban y venían. La partida de Destino del Cisne la había distraído un tanto y estaba bastante sorprendida de que la capitana se hubiera comportado de una manera que casi rozaba la falta de respeto. El lord le había parecido un hombre fascinante y muy atractivo. Desde luego el gusto en hombres de la capitana era muy peculiar.

 Por otro lado estaban los Uxián, ya comenzaba a cansarse de esa posesión que tenían para con ella. Al principio le había parecido gracioso, y casi halagador, ver la de detalles y atenciones que tenían con ella, pero ya estaban sobrepasando el límite. Ignoraba lo que hubieran hablado con Kuncita cuando ella dejó el pasillo y habían captado que de momento ni se les ocurriera acercarse a ella.

Kuncita era encantador cuando se lo proponía, y era guapo aún con esa cicatriz cruzándole la cara, pero tenía tantas relaciones. Desde luego era estupendo para ella y su actuación que una de sus novias fuera nada más y nada menos que la supervisora de proyectos del Ateneo, tener la sala para ella sola a su total disposición era un lujo.

Roc, la discusión con él le estaba doliendo de una manera inexplicable. Recordar la escena la volvía a enfurecer, pero también la apenaba. Nunca antes habían discutido, ni se había mostrado tan entrometido. Era muy inusual en él mantener una conversación tan larga, ya que era muy parco en palabras. Acostumbraba a responder con monosílabos o refranes.
 En las ocasiones que habían pasado horas conversando, ella hablaba y él asentía, negaba y sólo daba su opinión en frases breves y concisas. ¿Qué le habría pasado por la cabeza para que se hubiera puesto así? Ni los Uxián se tomaban tanta confianza. Y era extraño que la tomara con Kuncita, porque él siempre lo defendía en cuanto alguien hacía el menor comentario reprobatorio sobre su vida o relaciones, nadie podía criticar al segundo estando presente Roc Refrany. ¿La defendía de esa manera a ella también? Algo en su interior le decía que sí, que el viejo timonel no permitiría que nadie dijera el menor chisme sobre ella.
Recordó el día de la entrevista para el puesto de ayudante. Estaba muy nerviosa, ya que era la única mujer y recién licenciada, mientras que el resto de la docena de marineros que esperaban su turno rezumaban experiencia marítima. Y contra todo pronóstico, la capitana salió con el cuarto marinero que había entrevistado, agradeciendo el tiempo de espera y anunciando que todos podían marcharse, a excepción de Miss Dulac, ya que la decisión acababa de ser tomada. Egane quedó en shock, ya que la había elegido a ella sin ni siquiera entrevistarla. Las palabras de Larimar se quedaron grabadas a fuego en su interior: " Bienvenida a bordo, espero de vos que estéis dispuesta a trabajar arduo, ya que yo deseaba un piloto experimentado, pero mi oficial me ha hecho cambiar de opinión, sería la mejor manera de agradecer la confianza que os depositamos". Egane había trabajado con entusiasmo, ardor y sin la menor queja y pronto le quedó patente que tenía el puesto asegurado mientras quisiera navegar a bordo de La Marygalante.
Se acercó a la ventana y descorrió la cortina, comenzaba a amanecer y el cielo adquiría un hermoso tono anaranjado. Abrió la ventana para respirar un poco de aire fresco y le llegó el rumor lejano de una alarma.

El anticuado peinado de Larimar O'Brian amortiguó el impacto y en vez de quedar inconsciente sólo quedó aturdida por unas milésimas de segundo, lo que le permitió esquivar el nuevo golpe. Una vez localizada la agresión, y ante la precaria luz de la que disponía para defenderse con un mínimo de eficacia, la capitana optó por huir. Se encaramó al primer alfeizar que encontró y trepó por la pared hasta el tejado del edificio. Desde esa altura pudo comprobar dos cosas, que el amanecer se acercaba y que su agresor la seguía persiguiendo.
Con la mayor rapidez que pudo, ya que el tejado en el que se encontraba no era precisamente amplio y pensado para correr por él, se acercó al extremo y estudió el nuevo tejado al que saltar. El que tenía más cerca era aún mas puntiagudo que en el que se encontraba. El salto al tejado que parecía más seguro era considerable; y Larimar no estaba muy en forma, ya que en los últimos dos años no se había implicado en ningún rescate, ni acción en la que necesitara pericia físico-acrobática. Se volvió para detectar la nueva posición del perseguidor y comprobó que le costaba trepar, por lo que disponía de algunos minutos. Cerró los ojos, se concentró y llamó a La Marygalante. La nave contestó de inmediato y Larimar sintió cómo se iban transformando su pelo y su piel. Sintió como las horquillas salían disparadas en todas direcciones al no poder soportar el peso del cabello, que libre ondeó al viento. 
Cuando tubo el largo preciso, lo incrustó a la cornisa del tejado al que quería ir, y se lanzó al vacío. Amortiguó el golpe con las piernas y trepó por la fachada hasta su nueva posición. Una vez lejos de su perseguidor, sacó el cortaplumas y cortó su pelo, liberándose del apoyo para el salto. Algo más segura, caminó hasta el tejado contiguo y de allí alcanzó el de una catedral, lo que le permitió moverse con mayor rapidez, a la vez que la acercaba al puerto.
El secuaz trepaba lo más rápido que le permitían sus cortas extremidades, pero al llegar a la meta no vio a la humana allí. Olfateó el aire en busca de su rastro, pero no lo encontró. La presa se había volatilizado. Envió una señal a sus compañeros pidiendo ayuda.
En la pantalla de seguridad aérea, del centro de vigilancia preventiva, un punto azul comenzó a parpadear, mientras la alarma aumentaba su volumen; sacando al vigilante nocturno del sopor con el que se había aletargado tras tantas horas de servicio en completo silencio.
El hombre miró la pantalla y tecleó con rapidez. La información que apareció hizo que soltara un baldón e inmediatamente hiciera sonar la alarma.

La alarma de seguridad resonó en el amanecer de An-Dro. Larimar comprendió que la habían detectado, tenía que bajar al suelo de inmediato. Volvió a fijar los zarcillos del pelo y se deslizó por la pared. Al llegar a la altura de los ventanales de la primera planta, volvió a cortarse el pelo para poder moverse con total libertad. Afianzó los pies en los postigos de las contraventanas de la planta baja, calculó el salto y se dejó caer. El impacto fue mayor del que esperaba, le falló el equilibrio y se torció el tobillo derecho. Aguantó el grito de dolor, pero no pudo moverse durante unos segundos.

Una fortísima sacudida recorrió a La Marygalante, de manera tan inesperada que zozobró ostensiblemente. Todo utensilio que no estaba bien fijado rodó por cubierta y tanto Ereleig como Kuncita, cayeron de sus respectivas literas. John y Roc no cayeron, pues su litera era más grande, pero ambos se despertaron sobresaltados.
Kuncita tuvo una corazonada y de inmediato se vistió y salió del camarote. En el pasillo se encontró con el resto de la tripulación que, a medio vestir o en pijama, habían salido a ver qué ocurría. Trató de tranquilizarlos, ya que él tampoco estaba seguro de lo cierta de su corazonada.

- Voy a salir de inmediato a puerto. Roc, por favor, ayúdame a arriar el bote. Ereleig, tu recogerás y ordenarás todo lo que haya quedado fuera de su lugar y haz una lista de material que encuentres roto o estropeado y déjalo en una caja bajo el palo mayor. John, casi mejor que lo hagáis juntos.
- De acuerdo, me acabo de vestir y subo - dijo el cocinero volviendo a entrar en su camarote.
- ¿Dónde hago la lista señor? -Preguntó el grumete.
- En una de tus libretas, ya lo pasaremos a limpio en la bitácora cuando vuelva. Ve a vestirte primero.
- Sí señor - respondió el chico y salió disparado para su camarote.
Timonel y segundo salieron a cubierta y con aquella precisión que solían compartir arriaron el bote. Justo antes de que comenzara a bogar Roc hizo la pregunta.
- Le ha pasado algo malo a Larimar ¿Verdad?
- Eso me temo, pero puedo estar equivocado.

El timonel asintió y dando media vuelta volvió al camarote a terminar de vestirse. Kuncita asió los remos y comenzó a bogar con energía, pero de manera rítmica para no agotarse de inmediato, esta vez no soplaba ningún tipo de viento y la vela no le ayudaba mucho, precisamente ahora que tenía más prisa que nunca por llegar lo antes posible al puerto.

Larimar había recuperado su color original tanto de pelo como de piel. El cabello le caía lacio sobre los hombros, lo que le hacía sentirse algo vulnerable, le dificultaba la visión, pero no tenía manera de recogérselos en una cola, ya que no tenía nada a mano para sujetarlo. El tobillo comenzaba a dolerle cada vez más y haciendo acopio de valor comenzó a incorporarse. Tenía unos minutos antes de que la lesión se enfriará y no le permitiera mover para nada el pie.

A pocos metros tenía un hostal con las luces de la planta baja encendidas, un buen lugar para esperar hasta que Lay viniera a buscarla. Pero antes quería estar segura de que su perseguidor la había perdido por completo, puesto que ahora correr no era una posibilidad. La alarma había cesado, lo que significaba que desde seguridad habrían perdido su rastro, pero los agentes de seguridad llegarían en breve al lugar donde se encontraba. Tenía que moverse ya, y deprisa. Se incorporó y el dolor le recorrió la pierna, pero aún era soportable, lo más recta que pudo se dirigió, a paso lento hacia el hostal. Justo al llegar al umbral del establecimiento llegaron los agentes de seguridad al edificio donde se había lastimado.

Traían consigo un rastreador-trep, que de inmediato trepó por la pared hasta el punto donde Larimar había apoyado manos y pies por última vez trasformada. El rastreador emitió aquel desagradable maullido y siguió subiendo por el tejado hasta el punto donde permanecían fijados los cabellos de Larimar. El animal los arrancó ayudándose de sus ásperas zarpas y cogiéndolos con la boca bajó de nuevo hasta el suelo, donde los depositó a los pies de su responsable. El guarda los tomó con unas pinzas y se dirigió a su superior.

- Habrá que analizarlo, pero a simple vista diría que sí, que es Nola, estas ramas son demasiado evidentes.
- Tricks, lo tuyo con esa bruja es casi obsesivo, la ves por todas partes, aunque esta vez sí hay algo tangible que analizar. Vamos a cerrar todo el perímetro del puerto. Aunque ya no sea detectable en la pantalla podría seguir aquí, no puede haberse disuelto en el aire.
- Puede, te lo aseguro, es lo que ocurre siempre, de alguna manera inexplicable está y después no está. Maldita bruja escurridiza, pero la atraparé lo juro, aunque me cueste toda la vida, la atraparé y pienso pincharle Veriten hasta que le salga por las orejas y me diga qué hizo con Denisse.
- Tricks, por favor, contrólate, de ser un civil tendría que sancionarte- el superior le arrebató la rama que el guarda había estado a punto de pulverizar entre sus manos- Bien, cerraremos un perímetro de un kilómetro en derredor a este punto y comenzaremos el registro de todos los edificios. Voy a pedir una unidad de refuerzo, para que registren los hogares privados, ahora concentrémonos en locales, almacenes y hostales, pero hostales lo último, que ya sabéis que los chismes se propagan más rápido que el rayo.

En cuanto el rastreador descubrió la rama, Larimar, entró en el hostal. Se dirigió a la barra de la sala y pidió un chocolate caliente, se sentó en una mesa al lado de la ventana, que daba al puerto, y dónde podía observar el mar. Cerró los ojos y envió un mensaje a La Marygalante. La nave le contestó que no se preocupara, que Lay ya iba al rescate.

Cuando Egane salió de la ducha la Sra. Lotte la informó con pelos y señales de lo que ocurría. Según se comentaba, de madrugada, justo tras el toque de queda, la guarda de seguridad había detectado a una banda de piratas que se disponían a saquear la sección D-99 del puerto. Pero había podido llegar a tiempo y detenido a la banda, que se encontraba ya en la prisión del castillo del faro. Egane le comentó que ella había oído la alarma de seguridad, pero que había sido muy breve.

La joven timonel se cayó lo asombrada que se sentía al comprobar, una vez más, la rapidez de la Sra. Lotte en enterarse de todos los chismes del lugar donde recalasen. De repente le pasó por la cabeza la idea de si habría notado algo de su situación con los Uxián, deseó con todas sus fuerzas que no, que lo hubiera disimulado bien.

- Por cierto Egane, ¿Qué tal con los Uxián? - preguntó Emma.
- ¿Por?
- Porque queda poco para el concurso y parecía que se estaban complicando un poco la vida con la escenografía, y creo que deberías ensayar ya con ella.
- Sí, el plan es hacerlo hoy mismo, con la parte que esté terminada. Bien, voy a vestirme, desayunaré en el Ateneo, seguro que los Uxián están allí desde primera hora y trabajando a toda velocidad.
- Sí, hay que admitir que son muy concienzudos y habilidosos, y no reparan en gastos cuando de ti se trata. Es algo a tener en cuenta- la mujer le guiñó un ojo y sonrió con picardía-.
- Sí, ciertamente son buenos en su trabajo, muy buenos, si no hace tiempo que no navegarían en  La Marygalante. Tengo mucha prisa, hasta luego.

Consternada y con la certeza de que Emma lo sabía todo, la timonel se vistió apresuradamente, cogió su violín y su flauta y salió del hotel preguntándose una y otra vez cómo era posible que Emma lo supiera todo de todos. ¿Sería de esas personas capaces de oír el pensamiento? Una de sus tías tenía esa capacidad, oía los pensamientos de las personas, por lo que no podías esconderle nada y pese a que te sabía aconsejar muy bien, era algo incómodo estar en su compañía, por lo que había vivido siempre sola en su casita del faro sur de Marsetta.

Larimar había respondido con aplomo y brevedad el interrogatorio de los guardas de seguridad. Había sabido elegir un buen lugar para esconderse, en el hostal sólo se alojaban estibadores portuarios y un viejo capitán retirado, por lo que el registro fue breve. Pero las dos horas que tardó Kuncita en llegar le parecieron un lustro. El pié se le comenzaba a hinchar, lo notaba bajo la bota, que comenzaba a apretar de manera alarmante. El segundo no pudo llegar a su destino hasta que levantaron el precinto a la zona; pero el corazón lo guió directamente al hostal donde encontró a su capitana, que parecía salida de una escuela de aprendices de peluquería de primer trimestre.

Gracias a su altura, cogió a Larimar por la cintura y salieron del lugar, y caminaron por el puerto, como una pareja recién enamorada y, dado el anterior registro, tuvieron la suerte de no encontrarse con ninguna patrulla, ya que los habrían multado de inmediato. Una vez en el bote y rumbo a La Marygalante, el segundo pidió una explicación. Larimar, pudiendo desahogarse con tranquilidad, le explicó, entre lágrimas, hipidos y sollozos, el encuentro con su atacante.

Kuncita le quitó la bota con sumo cuidado, aunque no pudo evitar mover el pié, ante lo que Larimar gritó de dolor. Una vez liberado de la bota y el calcetín, comprobaron el alcance del daño. El moretón bajo el tobillo mostraba claramente el punto donde se había producido la rotura de fibras. Pero ambos estuvieron de acuerdo en que era leve y en dos o tres días se habría resuelto. Justo para el concurso.

Los Uxián no habían notado nada. Cierto que al despertar se asombraron al hallar sus cobertores en el suelo, a lo que achacaron el despertarse una hora antes de lo que tenían previsto. Una de las peculiaridades de los Uxián era que dormían tan profundamente que prácticamente nada los despertaba. Pero a la vez tenían la capacidad de despertarse a la hora que hubieran decidido antes de cerrar los ojos, ya fuera una siesta de diez minutos, como una cabezada de tres horas o una buena dormida de más de veinticuatro. También podían pasar en vela más de tres días seguidos sin ningún tipo de cansancio, aunque tras esto necesitaban otros tantos días de descanso total.

Lo que les alarmó fue el azulado color de la pared de su camarote. Al salir a cubierta se encontraron con Ereleig que miraba algo asomado peligrosamente en la amura de proa de estribor. Se acercaron y comprobaron que esa parte de la nave, desde la línea de flotación hasta casi la mitad del primer sollado presentaba un tono morado que azuleaba a medida que se acercaba a la borda.

Los hermanos se miraron y asintieron. Ereleig los observó pero no se atrevió a preguntar, así que los siguió cuando éstos se dirigieron a la cocina.

- John, ¿Ca pasao? ¿On es la capitana?
- Buenos días Hidie, no lo sabemos, esperemos que nada grave.
- A Mary está tot morada -añadió Corma-.
- ¿Qué?- John miró a Roc y éste a los hermanos, que asintieron con la cabeza- ¿Exactamente dónde?
- A proa, bajo el tot, por estribor -aclaró Hidie-.
- Bien, no podemos hacer más que esperar de momento. Ereleig, ¿Tienes las notas de todo?
- Sí Sr. Cook.
- Pues id a pasarlas a limpio a la bitácora. Hidie, Corma, desayunad y estad listos, ya tendríais que estar en el Ateneo.
- Lay se ha llevado el bote, y el esquife estaba en puerto, para cuando volviera Larimar- aclaró Roc-.
- Pues entonces sólo nos queda esperar. Y enviar una nota a Emma, por si ella sabe algo. Voy a hacerlo de inmediato.

El cocinero salió apresurado de la cocina, dónde el resto de la tripulación lo esperó con ansias por saber algo de la capitana.

Larimar, tras llorar a gusto, se había calmado del todo y tranquilizaba a la nave, que solía tardar más en asimilar los desperfectos de su anclaje en este universo. Fue una larga conversación que no cesó hasta que el bote estuvo izado y anclado. Para entonces Larimar ya no podía mover el pie y Kuncita, tomándola en brazos la llevó hasta su camarote. La somnolencia comenzó a hacerle efecto de inmediato una vez sintiéndose segura en la nave, y cuando el segundo la dejó con suavidad en la litera, Larimar estaba más dormida que despierta.

Kuncita se encargó de tranquilizar a la tripulación y llevar de nuevo a los Uxián a puerto, allí recogería a la Sra. Lotte, para que viniera a reconocer a la capitana y hacer la cura apropiada, de las alumnas de masaje de Mudra era la más aplicada y la que constantemente repasaba las notas y apuntes.

Los Uxián se dirigieron directamente al Ateneo. Le habían pedido al cocinero que les preparara fiambrera, así no tendrían que salir de la sala y recuperar las horas que habían perdido.

Egane, que en principio había estado inmersa en el ensayo, comenzó a notar la ausencia de sus compañeros. Salió un momento de la sala y subió a preguntar al recepcionista. Éste la informó de que no se habían presentado aún. Volvió a la sala y tras una hora más de ensayo, comenzó a inquietarse. Justo iba a volver a subir y preguntar por ellos, cuando la puerta se abrió y entraron, disculpándose atropelladamente. Egane, una vez con ellos allí, retomó su actitud distante, aunque no tan fría como el día anterior. Pero los Uxián habían visto claramente la fugaz sonrisa de alegría de Egane al verlos entrar.

Aprovechando que ella se tomaba un descanso, y subía a almorzar al restaurante del Ateneo, destaparon la escenografía ya montada y le aplicaron la savia de caracola iridiscente, cuando se enfocara con luz niernaga quedaría sorprendente.

- Hidie ¿Pensas que Egane nos perdona?
- Després d'esto... Espero. Com no, tamos apañaos.
- A sonrigut, com hem trigat a venir... ¿ Pensas que estaba amoinada por nos?
- Espero. Mes val femina amoinada que escaldada...
- Ja ja ja ja... Ja parles com maese Roc.
- Menys parlar i muxo currar, que falta molt entavía...

Los hombres siguieron trabajando durante horas hasta que todo estuvo de acuerdo con los planos. Por la tarde comenzarían el ensayo con ella, lo que les llenaba de emoción, era la primera vez que la tenían tantas horas, para ellos solos, a solas.

Larimar se fue despertando al sentir las manos cálidas y seguras de la Sra. Lotte. Le fue poniendo stippers en multitud de puntos de los pies, tobillos y piernas. Los stippers eran unos discos de celulosa vegetal impregnados de silicio y hacían el mismo efecto que una aguja de acupuntura, con la ventaja de no ser agujas, no tener que pinchar y poder llevarlos varios días. En ocasiones escocían e incluso supuraban, pero eso era señal de que era muy necesario. Tras los stippers la untó con crema de árnica y gel Activo y le vendó el pie.

- No parece muy grave, yo pienso que en dos o tres días estarás andando.
- Gracias Sra. Lotte, me siento algo mareada, creo que me quedaré en la cama unas cuantas horas más. Puede volver al hotel.
- ¿Seguro? ¿No sería mejor que me quede? Por si hay que cambiar algún stipper.
- No, de veras, lo peor ya ha pasado. Incluso pienso que podré bajar a cenar por mis propios medios. Y le agradecería si se llevara a Ereleig, que pasee un poco por tierra firme, es el único que aún no ha pisado An-Dro.
- Por su puesto, lo llevaré al Ateneo, hoy hay un espectáculo al que quería llevar a Opalena y con él se sentirá más a gusto. Y tras la cena puede volver con los Uxián.
- Sí, será perfecto. Creo recordar que hay una gorra extra, de talla pequeña, en el armario de velamen. Y un pañuelo, que le irá algo grande. ¿Le puedes encargar uno de su talla a Madame Tomás?
- Lo haré nada más llegar. Si necesitas cualquier cosa, me lo dices.
- Gracias Sra. Lotte, muchísimas gracias.

La redonda mujer le besó la frente y le revolvió el flequillo, solamente cuando se sentía indispuesta, enferma o estaba accidentada la capitana se dejaba mimar como una niña.
A la hora de la cena no podía bajar por su propio pie. El Sr. Eivioc, que se había pasado la tarde bajo la litera salió y buscó al segundo. Kuncita volvió a coger a la capitana en brazos, y como ahora ya estaba mejor, le hizo todo tipo de bromas, llegando incluso a bailar con ella alrededor del palo de mesana, y fue cuando la capitana advirtió la caja llena de objetos rotos.

- ¡Para Lay, para! ¿Qué hace ahí todo eso?
- La sacudida ha sido muy fuerte y hemos tenido algunos desperfectos. Por cierto ¿Porqué te has transformado en Nola?
- Porque no estaba segura de poder arreglármelas simplemente como Larimar, estoy algo desentrenada. A partir de que pueda volver a caminar, Estilo Mumasa...




lunes, 4 de febrero de 2019

AVENTURAS EN LA MARYGALANTE Cap. 15

Querid@s Seguidor@s.

23 de febrero en PATANERS Carrer de Còrsega, 78, Barcelona. De 17.15 a 20:00h. Acto solidario a favor de ADE Pinta y colorea, Cuenta cuentos y Meriendita Vegana. El cuenta cuentos es a mi cargo, así que tenemos una cita!!




Kuncita Lay-Malone se disponía a cruzar el umbral de la chocolatería más popular de An-Dro, cuando tuvo una corazonada. Dejó que Larimar pasara y dando media vuelta salió del edificio. Cruzó la calle y entró en Fatley's Pub. Como de costumbre, al final de la barra, estaba Shareny Po, el prometido de Clarissa. Kuncita lo saludó desde la entrada.

- Shareny.
- Kuncita Lay-Malone - el hombre le devolvió el saludo levantándose de su taburete- ya era hora, te has hecho de rogar esta vez. ¿Qué quieres tomar?
- Wantxo, si es del mismo proveedor.
- Del mismo, por aquí hay pocos cambios. Cushac, por favor, una jarra de wantxo y vamos al reservado 3 a hablar de negocios.
- Sí señor, ahora lo llevo -contestó el camarero.
Shareny tomó su jarra de cerveza e invitó a Kuncita a pasar primero. Una vez el camarero trajo la bebida cerró la puerta del reservado y, lejos de miradas indiscretas, los hombres se abrazaron y golpearon la espalda con alegría.
- Cuando Clarissa me enseñó tu nota estuve tentado de salir de inmediato al barco, pero preferí arreglar lo de la sala para que la tuvierais al momento, ahora soy el director artístico y Clarissa la supervisora de proyectos.
- ¡Enhorabuena por el ascenso! Y gracias por agilizar el asunto.
-Gracias a vosotros por recalar y asistir al festival, tenerte por aquí me es de gran ayuda, quiero ir a Hosaku a cerrar unos contratos, Clar no quería quedarse sola, pero ahora que estás tú la cosa cambia. Si te trasladas de inmediato podría tomar el transbordador de media noche. Ya llevo demasiado retrasándolo
- Pues lo siento, pero no estamos en puerto y no tengo permiso, lo comento con Larimar.
-Sí, ya he estado moviendo hilos, pero algo pasa que no hay manera de aceleraros el atraque. Clar está en ello también, pero con tantos frentes no da abasto, los ascensos están bien, pero a la larga te llenan de más responsabilidades. Te advierto que Clar está un poco huraña, bueno como de costumbre cuando anda demasiado estresada con tantos detalles, y ya sabes que no es mi don tranquilizarla, eso se te da mejor a ti.
- Pues de momento no voy a seros muy útil, pero vamos a estar bastantes días esta vez.
- Aunque no te quedes en casa estás cerca, si te necesita vas a aparecer de inmediato, así que puedo irme con tranquilidad; es que quiero cerrar esos contratos, y también necesito un descanso, has estado sin aparecer más de un año.
- La última travesía fue larga y ya sabes que no puedo dejar el barco cada vez que me da la gana.
- Sí, lo sé, no es que te lo esté tirando en cara. Pero también Clarissa está mejor cuando puede descansar de mí una temporada. Ya sabes que puedo ser un incordio cuando no consigo según qué cosas.
- ¿Y estarás mucho en Hosaku?
- A poder ser dos semanas, supongo que estaréis mínimo hasta el Baile.
- Hasta recoger las copias de unos mapas, así que tal vez tres o cuatro días más tras el Baile.
- ¿Mapas? Ahí ya sabéis que no podemos hacer nada.
- Sí, ya hemos iniciado los trámites, no estaba previsto en el viaje, pero es asumible.
- Siento ser tan egoísta, pero me viene muy bien vuestro percance.
- Como suele decir Mudra, "todo es perfecto, aún cuando en el momento no nos lo parezca".
- ¡Brindo por eso! -el hombre apuró su jarra y Kuncita lo imitó- ¿Y cómo has sabido que estaba aquí? -el segundo se tocó el corazón- Tú y tus corazonadas, al final me lo voy a creer y todo -Kuncita se encogió de hombros- Bueno, pues ya que nos hemos encontrado ¿Me acompañas al palacete, a ver si entre los dos somos capaces de llevarnos a Clarissa?
- Lo siento, pero en realidad tendría que estar en la Cholaressa con la capitana y su padre.
- ¿El almirante O'Brian aún no ha salido de puerto? Tenía entendido que partía hoy con la primera pleamar. Por cierto, hablando de capitanes, Lord Alaisse llegó ayer y está en todas las listas de invitados de los festejos, en principio no se pierde un solo acto.
- ¿Qué? ¿En todas?
- En todas, hasta en las conferencias de tecnología y mantenimiento.
- ¡Mierda! Va a ser cómo volver a la escuela. No, peor, va como invitado, puede hablar lo que le dé la gana; si ya era insoportable cuando no tenía permiso para hablar, no quiero ni pensar lo que debe ser una conferencia con esa posibilidad...
- ¿Otra ronda? ¿De algo más fuerte?- Kuncita negó con la cabeza- la bebida sin alcohol no es tan reconfortante - el hombre volvió a negar-, ya le preguntaré a Clar si aguantas sobrio tras más de una semana en An-Dro con Lord Bajoterroso y sus camaradas...

En la chocolatería, la Sra. Lotte, mantuvo hábilmente la conversación con Lord Alaisse, mientras Larimar se excusaba y salía para llevar a su mascota al hotel. Bajó a la tortuga en brazos y entró en el baño. Comprobó que estaban solas y entonces, Casiopea le pudo entregar el mensaje que traía para ella y que sacó de dentro de su caparazón.
" Querida Larimar, Vi tus llamadas pero he salido para comprobar unas cuantas cosas. Creo que sé lo que ha pasado con los barcos de Deno y Semail, pero quiero comprobarlo. Casiopea se quedará contigo hasta que vuelva y te podrá poner en contacto conmigo si es necesario. Ve con cuidado. Si está sucediendo lo que pienso ningún puerto de Komorial sería seguro. Si averiguas algo por tu parte me lo dices a través de Casiopea. Si Idger te preguntase sobre mí, no sabes nada y si insinúa que me fallan los cables no hagas caso.                               
Mocheil Indy "


Larimar se guardó la carta y cargando a Casiopea la llevó hasta el hotel, la dejó en la habitación. Al ir a cerrar la puerta en el caparazón relumbró:
HABLA SOBRE EL TIEMPO, y sonrió ostensiblemente. Larimar sonrió y volvió a la chocolatería. Por el camino se preguntó dónde estaría Lay, porque ya empezaba a oscurecer. Supuso que tal vez había olido a Alaisse y prefería evitar confrontaciones. Era como volver a estar en Marsetta, el último año de la escuela naval, uno de los años más extravagantes que había vivido. Decidió respirar hondo, disfrutar de que tenía a su padre al lado, y recordar hablar del tiempo hasta que Lord "soy lo más chic que ha pisado este planeta" agasajara, con su refinada hermosura, a otras damas. En An-Dro seguramente había una muy larga lista de aspirantes a Lady Tobar.

En el camarote de los hermanos Uxián, un absorto Ereleig comenzaba a tener hambre. Una vez había ayudado a cargar el esquife, y siguiendo las instrucciones de Hidie, se había encerrado en el camarote de los hermanos para limpiar y ordenar todas las herramientas, y para seguir con una pieza de madera en la que estaba trabajando. Hidie, tal como le había prometido, le estaba enseñando el arte de tallar. Ya había terminado el cuerpo de su primera cajita de tesoros, pero la tapa la quería hacer de una sola pieza y con un tallado, que aunque era sencillo en la forma, al ser inexperto lo tenía que hacer con mucho cuidado; ya que Hidie le había dicho que un golpe mal dado podía romper la pieza. El muchacho había estado bastante rato ordenando, ya que los Uxián lo habían dejado todo sin recoger debido a lo precipitado del desembarco. Una vez todo limpio y en su sitio, el chico había sacado sus materiales y, sentándose junto al ventanal, se dedicó al desbaste de la forma.

Una vez la pieza de madera comenzó a tener forma de tapa, Ereleig recogió las virutas y colocó un fijador en la mesa de trabajo, porque ahora el desbaste requería precisión y más cuidado. Mientras preparaba el material le pareció oír como música y ruido de zapatos en la cocina. Una vez se puso a trabajar volvió a escuchar aquella mezcla de sonido, pero más tenue. El muchacho supuso que los oficiales se estaban divirtiendo a su manera, él se aplicó a su tarea, para aprovechar al máximo y adelantar, le hacía ilusión poder terminar la cajita antes de que volviera Hidie y podérsela enseñar, entonces sólo le faltaría poner las bisagras y el cierre y habría terminado su primer objeto de madera.

Daba los últimos toques de lija a la flor, cuando su estómago empezó a quejarse, pero hasta que no lo hubo recogido todo no salió del camarote, ya que se acercaba la hora de la cena y era mejor dejarlo todo listo antes de ir a comer. De ese modo, cuando volvieran los Uxián lo encontrarían todo recogido y estarían contentos con él.

Antes de ir a la cocina fue a su camarote a cambiarse la ropa, porque estaba ya bastante sucia. Como una norma era que la ropa sucia se dejaba en la lavandería subió a cubierta. Ya empezaba a oscurecer.

En cubierta estaban los Srs. Eivioc y Dandy echados junto al timón. El muchacho comprobó que la rueda estaba trabada y entonces escuchó risas. Todos debían estar en la cocina y al parecer contentos. Entró en la lavandería y dejó la ropa en su cesto. Luego se dirigió a la cocina, el olor que le llegaba le hizo comenzar a salivar.

John y Roc habían acabado bastante cansados, ya hacía mucho tiempo que no practicaban, ya que el último viaje había sido complicado debido a lo difíciles que eran los océanos Waldrast, con aquellos fondos tan irregulares y los numerosos bancos de peces piedra gigantes, además del tiempo tan variable de aquella latitud. Y luego, tras el encargo de comandancia, ya no habían tenido tiempo de desembarcar una buena temporada y Roc no era muy dado a ensayar cuando la tripulación estaba presente. John le propuso preparar "cena de baño", era un plato combinado que se llevaban en una bandeja especial para comerlo dentro de la bañera. Roc aprobó la sugerencia y mientras el cocinero preparaba la comida él fue a preparar la sala de baño.

Mientras esperaban a que la comida estuviera a punto se sentaron en la alfombra frente al horno. Roc apoyó la espalda en el armario y se ofreció a hacer de cojín para John, sabía que era algo que al cocinero le costaba resistir. John se dejó mimar y mientras esperaba que el guiso se calentase, disfrutaba del masaje que Roc le hacía en el cuero cabelludo.

- John.
- Si Roc.
- Siento de veras haberte gritado.
- Bueno, ya está olvidado.
- Rwyf wrth fy modd, enaid sy'n fy hun, lle rwy'n a dlewyrchu.
- Eso suena muy bien ¿Qué dice?
- Es un fragmento del último poema en el que estoy trabajando. Cuando lo termine lo sabrás.
- Roc Refrany, no tienes remedio, pero te amo - el timonel abrazó al cocinero y le besó la coronilla- me lo tomaré como un "y yo a ti".
Ereleig entró en la cocina y no vio a nadie. Al fijarse bien vio, por el suelo, unas piernas cerca del horno. Se acercó y descubrió al timonel, que sentado en el suelo abrazaba al cocinero. Ambos tenían los ojos cerrados y sonreían. El chico iba a dar media vuelta y dejarles intimidad cuando el timonel abrió los ojos. La sonrisa desapareció al instante. Ereleig dio un paso atrás y se disculpó.
- Lo siento, siento haber entrado sin llamar.
El cocinero se levantó de inmediato y miró atónito al muchacho.
- Ereleig ¿Estabas en el barco? Pues te habíamos olvidado, y te has quedado sin merienda ¡Y no te he preparado cena!
- No pasa nada.
- Sí que pasa, vaya unos oficiales estamos hechos, olvidarnos de ti. Lo siento Ereleig, en un momento te preparo cena. De hecho ya casi está, caliento una taza de crema más y nos partimos el guisado. ¿Dónde estabas?
- En el camarote de los Uxián, es que me he entretenido en acabar un trabajo, y se me ha pasado el tiempo.
- ¿Un trabajo? ¿Qué es?
- Bueno, una caja, no es gran cosa, pero me está quedando bien, creo.
- ¿Por qué no me la enseñas? Y mientras acabo de preparar la cena.
- Vale, pero es mi primer trabajo, no es gran cosa.
- Anda va, tráela a ver qué tal.

El muchacho salió corriendo a buscar la cajita, le hacía ilusión que la quisieran ver. A excepción de los Uxián, no había tenido mucha atención por parte de otras personas, sin contar cuando lo amonestaban, pero en esas ocasiones prefería pasar desapercibido.
Roc había recogido la alfombra del suelo y la había dejado en su rincón. El cocinero había calentado crema y repartido el guiso. Cuando el chico les enseñó el trabajo ambos lo miraron con detenimiento.

- Para ser la primera talla que haces está más que bien, el primer pétalo es un poquito tosco, pero los demás están estupendos. Un poco de práctica y lo mismo tenemos al futuro ganador del "Tallarísimun" de Abedúlia, es el premio más valorado en tallas de madera, sólo los mejores ebanistas se atreven a concursar. ¿Qué te parece Roc?
- Paciencia y dedicación llevan a la perfección.
- Gracias Sr. Refrany, gracias Sr. Cook.
- Nosotros íbamos a tomarnos la licencia de cenar en la bañera, si te apetece hacerlo, por nosotros no hay problema -le propuso el cocinero-.
- ¿Cenar en la bañera?
- Sí, es un pequeño privilegio cuando se está solo en el barco, usualmente es la capitana la que lo hace, porque es la que más se queda sola con La Marygalante, pero como hoy somos nosotros.
- En mi camarote no hay bañera.
- No claro, me refiero al baño grande, va ven, que no se diga que no lo has hecho al menos una vez en tu vida.

Salieron de la cocina, cada uno con una bandeja. El timonel abrió la puerta que estaba frente a la sala de estudio y Ereleig descubrió tras ella un gran baño, semejante al de las termas del Gran Hotel. Una bañera cuadrada de dos metros burbujeaba suavemente en el centro de la estancia. John acercó unos taburetes dónde dejaron las bandejas con la comida. Se quitaron la ropa y se metieron, cada uno por un lado, en el agua caliente. La bañera disponía de un escalón dónde sentarse cómodamente. Podías tener la comida en el taburete o, tal como hicieron John y Roc, poner la bandeja sobre el agua, ya que flotaba. Cada uno dio las gracias y se desearon buen provecho y comenzaron a comer.

Ereleig se sentía estupendamente, era la primera vez que entraba en una bañera. Usualmente sólo se lavaba por fragmentos o tomaba una ducha, pero aquello era muy diferente. Estar rodeado de agua caliente, con una olor muy agradable y tener aquella comida tan rica. A cada bocado se alegraba más y más de vivir en aquel barco y comprendió que la capitana prefiriera quedarse allí que dormir en un hostal.

Larimar volvía a estar ante la puerta de la chocolatería. Respiró hondo y antes de tocar el picaporte la llamaron desde el otro lado de la calle.

- ¡Capitana O'Brian!
Larimar se giró en dirección a la voz y encontró, frente a la puerta del Fatley's Pub, a su segundo de abordo con Shareny Po. Cruzó la calle y fue con ellos.
- Sr. Po, encantada de verle de nuevo. ¿Qué tal está su padre?
- Pues está en Catedral, cazando nuevos talentos musicales, se le ha metido en la cabeza crear una orquesta de instrumentos arcaicos, está trabajando con luthiers y arqueomusicólogos. Han comenzado diversas excavaciones y encontrado instrumentos muy, muy, muy antiguos. Pero quiere gente joven, apasionada de la música que quiera aprender a tocarlos, y... En fin, ya le conoces, no cejará en su empeño hasta que lo consiga.
- Y lo conseguirá, si consiguió que mi madre actuara en Newlon es capaz de conseguir cualquier cosa.
- ¿Y qué tal la gira de Laria Biendonado en Tyrion?
- Según las últimas comunicaciones todo entradas agotadas, pero hace más de un mes que no nos escribimos, lo que indica que ha de seguir igual.
- Pues sí, esta es la tercera vez que intento contratarla para la Lumilinde, pero tampoco ha podido ser.
- Te agradezco mucho las facilidades que le habéis dado a Miss Egane Dulac para su actuación.
- Un placer, su propuesta es interesante y recordé su nombre de una de las notas de campo de mi padre, y uno de los objetivos de la Lumilinde es dar a conocer nuevos talentos.
- Si la quieres conocer personalmente, ahora está con mi padre en la chocolatería.
- Por esta vez prefiero esperar, hay cierta persona, de alta cuna, con la que no me interesa cruzarme en estos momentos. Y quiero aprovechar el regreso de mi compañero de tríada para arreglar ciertos asuntos de urgencia. Así que os dejo, quiero pasar por el palacete a poner a Clarissa al día de todo y me iré esta misma noche.
- Pero entonces, te perderás la actuación de Egane -apuntó Kuncita-.
- Me temo que sí, pero se registrará para el fondo del Ateneo, así que ya la veré más adelante. Dejaré una nota a mi secretario para que siga teniendo todas las facilidades posibles. Larimar, un placer saludarte- Shareny le tendió la mano y le dio un efusivo apretón - Kuncita, cuida bien de nuestra novia- el apretón a Kuncita fue aún más efusivo y terminó con un par de palmadas en el hombro.
- Estaré con ella el máximo tiempo del que disponga.
Shareny se alejó a paso vivo, capitana y segundo volvieron a la entrada de La Cholaressa.
- Larimar, yo prefiero volver al barco. Está tu padre y tienes a las chicas, sabrás capear bien al Lord. Además los Uxián querrán cenar, ya comienza a hacerse tarde.
- De acuerdo, puede ser la excusa ideal para poder irme de nuevo. Sí, ve a buscarlos al Ateneo y esperadnos en el A cova del Peregrino, aprovecharemos el reservado de capitanía, ya que somos dos capitanes, no pueden negarse y menos si uno es el Almirante O'Brian. Oh, pero los Uxián no van de uniforme, no les permitirán entrar. Cenad en el Ateneo y nos encontramos en el puerto media hora antes del toque de queda.
- Perfecto, hasta luego.
Kuncita se alejó calle arriba y Larimar entró de nuevo en la chocolatería. Respiró hondo, sonrió y subió las escaleras al reservado. Al entrar la acogió una atmosfera alegre y la ausencia de Lord Alaisse Tobar de Bajoterroso. Su padre le sonrió.
- Tenía un compromiso en el Palacio de Comandancia y no te ha podido esperar más. Le he trasmitido tus disculpas. Y ahora siéntate, tómate un buen tazón de chocolate y déjame disfrutar un poco el tenerte cerca. Estamos en medio de una partida de Destino del Cisne, vamos perdiendo de momento, Miss Egane está primera, Opalena segunda y en tercer lugar la Sra. Lotte.

En la sala 3 del Ateneo los bultos informes que se descargaran, comenzaban a tomar formas, colores y crear un mundo en miniatura que se moverían al compás de la música cómo si ésta fuera la fuerza invisible que todo lo crea. Si eran capaces de conseguir lo que tenían planeado, el público quedaría impresionado y Egane sería la estrella sin discusión del certamen.

Se estaban esforzando al máximo, ya que tenían claro que o la impresionaban muy de veras o ya podían buscarse otra mujer a la que aspirar por su atención. Egane no les había dicho una palabra más allá de las imprescindibles para el atraque y desembarco. Era la primera vez que se mostraba tan fría y distante y ambos hombres sentían una sombra en el corazón que procuraban iluminar a base de ingenio y una escenografía como nunca antes se hubiese visto en aquel concurso.

Se iluminó la luz indicadora de que alguien quería entrar a la sala y, tras tapar bien los elementos salieron de ella. El segundo les esperaba. Cerraron con llave y un candado personalizado, que quitarían tras la noche del estreno, de momento no se fiaban del personal del Ateneo.

Cenaron allí mismo. Kuncita les puso al corriente de la situación y aunque quedaba casi más de una hora para el toque de queda quisieron esperar en el esquife. El segundo estuvo de acuerdo y todos se marcharon directos al puerto.

Egane quedó la primera en el Destino del Cisne, Larimar y su padre los últimos. El almirante se despidió de las mujeres. Invitó a su hija a pasar la noche en la Atrevida, ya que zarpaban de madrugada, justo tras el toque de queda. Larimar aceptó encantadísima y tras llevar a las mujeres al hotel y enviar a los hombres al barco subió la pasarela de la fragata y pasó el resto de la noche en cubierta, tumbada en la hamaca de proa, junto a su padre, planificando la singladura más difícil a la que se iba a enfrentar hasta el momento.

El sol comenzaba a asomar por el horizonte cuando la Atrevida dejó la bocana. Siguió saludando un poco más con la mano y, una vez ya comenzaba a dañar la vista el mirar directamente al sol, dio media vuelta con la intención de coger el bote y volver con La Marygalante, entonces recordó a la tortuga. Comenzó a caminar lentamente, disfrutando el aroma del mar, los colores cambiantes del cielo. Mentalmente comenzó a tararear una de sus melodías favoritas y al ir tan ensimismada no se percató de la sombra que la estaba siguiendo.

miércoles, 2 de enero de 2019

AVENTURAS EN LA MARYGALANTE Cap. 14


Querid@s Seguidor@s

¡¡FELIZ 2019!!

Es un placer seguir navegando con vosotr@s!







Desde tiempo inmemorial los puertos han sido lugar de intercambio por excelencia. Por pequeño que sea tiene una energía especial, que proviene del gran trajín a todos los niveles. No sólo se han intercambiado todo tipo de mercancías tangibles. Cada ser que ha pisado un puerto, ha traído o dejado innombrables sentimientos, pensamientos, sensaciones; un cúmulo de energías que a pesar de no ser perceptibles al ojo, a poco que aquietes los sentidos, las puedes notar.

Cierto que hay seres más sensibles que otros a esas energías, y por esto el almirante Ragismund Jasper O' Brian, que conocía personalmente la totalidad de los puertos de la República Komorial, el Reino de Albión, la Marca Carnyx y la Federación de Naciones Boreales, llevaba un diario donde anotaba las impresiones captadas en cada uno de ellos. An-Dro era, sin lugar a dudas, el más elitista, refinado y exclusivo de todos los puertos.

La seguridad era tan exhaustiva que marcaban tres periodos de cuarentena a lo largo del año. El protocolo de entradas y salidas era de los más tediosos, y conseguir atraque una labor para la que tenías que hacer un acopio extra de paciencia.

Una de las normas del puerto era que los oficiales debían vestir el uniforme de su rango y la marinería el pañuelo con la bandera del barco al que pertenecían, de esta manera era fácil de averiguar dónde enviar los avisos, notificaciones y multas de las posibles infracciones cometidas por los tripulantes.

El almirante esperaba a su segundo al pie de la pasarela cuando notó una de esas energías, que aunque no la podía ver, la tenía tan dentro de su ser que la reconoció al instante. Se giró, dando la espalda a la pasarela, y observó con una sonrisa cómo su hija venía corriendo hacia él, tal como siempre hacía, cada vez que lo encontraba de manera inesperada.

Era un rasgo de ella, desde niña, que había aprendido a dominar con el tiempo y varias amonestaciones, ya que se consideraba una actitud vulgar e inadecuada ir corriendo al encuentro de una persona. Lo cierto era que no podía haberlo heredado ni de él ni de su madre, ni de las generaciones anteriores de O'Brian o Biendonado, de modo que podía decirse que era lo que la convertía en única en su especie. Larimar tenía la capacidad de saber comportarse con corrección en cualquier lugar y situación, podía pasar desapercibida si así lo quería, pero aquel entusiasmo explosivo seguía en su interior, dispuesto a mostrarse a la menor ocasión.

Si era honesto consigo mismo, al almirante O'Brian le parecía delicioso que su hija mostrase tan a las claras lo mucho que se alegraba de verle. Abrió los brazos y con una amplia sonrisa recogió a aquella personita tan importante en su vida.

¡¡¡ Papá!!! -Larimar abrazó con fuerza a su padre y éste la apretujó aún más.
- ¡Mi niña!

En el coche, la Sra. Lotte se sintió en la obligación de informar a Opalena de la situación.

- Es su padre, el almirante Ragismund Jasper O'Brian, de la Flota Naval del Reino de Albión, antes lo fue de la Marina Mercante, pero tuvo ciertas diferencias con el resto del almirantazgo y dimitió. El rey de Albión no se lo pensó dos veces en cuanto supo que había dejado su puesto y como la Atrevida es de su propiedad, la marina perdió un excelente oficial y la mejor de sus fragatas. En principio, la capitana la heredará cuando su padre se retire por completo.
- ¿Por qué dices “en principio” Emma? ¿Podría ser que llegado el momento no la heredase? ¿Tiene otros hermanos la capitana?
- No, que yo sepa, pero al tener a su cargo a La Marygalante es posible que decida ceder la Atrevida a otra persona. Es una de las razones por las que Larimar ha recibido varias peticiones de matrimonio -la mujer hizo una pausa para disfrutar de la curiosa mirada de Egane- sé de buena tinta que Lord Alaisse Tobar de Bajoterroso se lo pidió el mismo día en que se licenciaron, allí delante de todos sus compañeros y la plana mayor del Almirantazgo, y ella le dijo: "Lo siento, soy demasiado joven para casarme". Kuncita cuenta que cuando en el baile de graduación le insistió le dijo otra vez que no, pero que ha seguido insistiendo durante los años que han pasado y hasta el momento Lord Alaisse sigue soltero...

Por la borda de la Atrevida apareció Fidelius Bridge, el segundo de a bordo de la fragata, y se encontró la tierna escena. En un primer momento le sorprendió la actitud del capitán, pero enseguida reconoció el moño de Larimar, un peinado anticuadísimo, pero muy útil en un barco y con el que habían bromeado a menudo. En más de una ocasión Fidelius la había amenazado con tirarle del moño si no acababa sus tareas. Decidió esperar a que padre e hija se pusieran al día, así que volvió a su camarote.

Tras un minuto y 45 segundos de abrazo, el almirante restregó el flequillo de la capitana y se quedó observándola un momento.

- ¿Cómo es que estás aquí vida?
- Necesito mapas. Voy a hacer un servicio especial para la Comandancia. He tenido algunos problemas y se estropearon los mapas que me dieron. Voy a pedir copias.
- Tienes el libro de rutas.
- Sí, pero ya es un poco antiguo y además la ruta a Hobrén no coincidía con los mapas de Comandancia.
- ¿Hobrén? - el almirante miró preocupado a su hija- ¿Estás segura de que quieres ir allí? ¿Lo sabe tu madre?
- ¡Oh papá! ¿También tú? ¿Dónde ha quedado lo de "todo merece una oportunidad"?
- Cariño, de todos los lugares con mala reputación Hobrén está en primer lugar, y aunque no fuera así está en el extremo de la galaxia, es la zona más dejada e inexplorada, puede pasar de todo allí.
- Y así seguirá hasta que alguien vuelva a ir, trace una ruta segura y explore un poco.
- No me gusta, no me gusta nada. Pero desde un punto de vista práctico, tu nave es la más indicada para un viaje así, ya que es la más versátil. Y seguramente eres la única oficial que le interese hacer un viaje que posiblemente no deje grandes beneficios. Cariño pienso que te has dejado enredar.
- Puede ser, pero La Marygalante insistió en querer hacerlo y es la primera vez que pide ir a un lugar.
- Ciertamente curioso, pero no estáis en puerto.
- Con la cuarentena me han denegado el permiso, pero espero que podamos atracar en cuanto salgan algunos buques. Esperar los mapas nos va a llevar días y necesito carenar a La Mary para repasarle el calafateado, Egane actuará en la Noche de la Música... ¡Oh! Tengo a las chicas esperando en el carruaje -Larimar le señaló a su padre el vehículo que seguía esperando con el resto de pasajeras- y quiero ir a la comandancia antes de que cierren a pedir la instancia...
- Pues no pierdas tiempo, hagamos una cosa, ve a terminar tus recados y hacia las seis nos encontramos en la Cholaressa y acabamos de hablar de todo con calma. Venid todas que os invito.
- ¡Gracias papi!

La capitana besó la mejilla de su padre, se dieron otro abrazo y Larimar volvió al carruaje a paso bastante ligero. Una vez instalada en el interior, y retomado el camino al hotel, la capitana se disculpó e informó de la invitación a la mejor chocolatería de An-dro, la única que podía competir con el Antro de Emmerald.

En el Montanha les recibieron con la habitual cortesía, eficaz y fría, que caracterizaba aquella ciudad portuaria. Les entregaron una carta del Ateneo, en la que se hallaba el permiso especial para Egane, lo que indicaba que Kuncita había priorizado la gestión y que Clarissa, su novia, tenía ganas de complacerle. Ciertamente el encanto del segundo les habría muchas puertas y agilizaba los trámites.

Larimar se despidió para ir directa a Comandancia y adquirir las instancias necesarias para los varios asuntos de la nave. Egane, tras dejar su equipaje, salió hacia el Ateneo. Quería preparar todo lo necesario para sus instrumentos, ensayos y conocer su sala de trabajo. Emma y Opalena decidieron quedarse en la habitación.

- Tengo tanto trabajo Opalena que no quiero desperdiciar ni un minuto. Aún me queda terminar la camisa de Ereleig y un fragmento bastante amplio del bordado pero tú puedes ir a dar un paseo.
- Le puedo ayudar, si quiere, ahora no me apetece pasear.
- Si me ayudas con la banderola te lo agradezco mucho. Puedes acabar la banda de enmarque que es toda a cadeneta y así sólo tendré que terminar las figuras y el trocito de fondo. Muchísimas gracias, así puedo ponerme con la camisa e ir avanzando.

La mujer sacó el bastidor y su caja de labores. Opalena se instaló cómodamente en uno de los sillones junto a la ventana, donde recibía una estupenda luz, y enhebrando la aguja continuó con el bordado. Emma colocó su máquina de coser en la mesa y aprovechó el diván para dejar las telas.

Larimar recordaba bastante bien las calles de An-Dro, pues tenía bastante buena memoria espacial. Cruzaba el Pasaje de la Extranjería, cuando reconoció, a pocos metros de donde se hallaba, a la tortuga de Mocheil Indi, que caminaba en su dirección con pasitos lentos, pero seguros, y casi rápidos para tratarse de una tortuga. Larimar se acercó a ella.

- Casiopea ¿Qué haces aquí sola?- en el caparazón de la tortuga, en llamativas letras rojas leyó: CORRE - ¿Casiopea estás bien? -las letras destellaron sobre el caparazón: ¡¡CORRE!!

Larimar cogió a la tortuga en volandas y comenzó a correr calle abajo. Dejó el pasaje y entró en una de las calles principales, la Calle de los Prestamistas. Frenó casi en seco, diversas personas entraban y salían de las casa de préstamos y, en el cruce de unión con la Calle de los Abogados, un agente civil controlaba el tráfico de carruajes. Comenzó a andar procurando no jadear demasiado. Sintió que Casiopea pataleaba entre sus brazos y la miró.
NO TE DETENGAS, apareció en el caparazón.

- Casiopea no puedo ir corriendo por la calle y menos aquí, hay un agente en el cruce, me podría poner una multa.
ESTAS EN PELIGRO CORRE, relumbró de nuevo.

Larimar iba a contestarle cuando vio que en su manga derecha se clavaba una fina aguja. Era de color negro con dos bandas amarillas. Inmediatamente la tela comenzó a quemarse. Larimar echó a correr de nuevo por el medio de la calzada. Un silbato resonó en la calle, pero ella no se paró, siguió corriendo hasta llegar al cruce con la Calle de los Conductores. Paró un instante y miró el caparazón.

A LA DERECHA, leyó, y volvió a correr por la calle. Oyó una voz que la conminaba a parar de correr de inmediato, pero la ignoró y siguió su carrera hasta la plaza. Sintió más agujas que se clavaban en diversos puntos de su chaqueta y finalmente una en su nuca. Se la quitó de inmediato al sentir el escozor. En el medio de la plaza estaba el abrevadero de los caballos. Larimar saltó dentro y cogiendo una gran bocanada de aire se sumergió por completo.

El agente civil la había seguido hasta la plaza y se quedó al lado del abrevadero, esperando que aquel infractor emergiera. Lo iba a empapelar de arriba a abajo.

Mientras aguantaba el aire, bajo el agua, Larimar recordó a Casiopea y la soltó para que pudiera emerger. Pero la tortuga se quedó con ella. Sobre su caparazón brilló.

AGUANTA UN POCO MÁS.

Larimar comenzó a sentir la falta de aire. La tortuga la miró comprensiva y sobre su caparazón apareció.

ÁNIMO, SÓLO UNOS SEGUNDOS MÁS.

El agente comenzó a impacientarse. No quería mancharse, pero aquel infractor seguía dentro del abrevadero, como si pretendiera ahogarse. Con reticencia se acercó al borde y metió el brazo para sacar a la persona. Agarró algo parecido a pelo y tiró hacia arriba. Larimar sintió el tirón y no pudiendo aguantar más sacó medio cuerpo a la superficie. Jadeó ostensiblemente, salpicando agua por todos lados. El agente la miró disgustado.

- Disculpe agente, siento haber infringido el código de circulación, pero he sido agredida.
- Nombre, edad y lugar de residencia.
- Larimar O'Brian, capitana de La Marygalante, al pairo a un cuarto de milla náutica de este puerto.

El agente civil se fijó en los galones de la chaqueta de aquella estrafalaria mujer. Efectivamente la distinguían como capitán. Del abrevadero, Larimar, rescató su gorra y le mostró la bandera de La Marygalante. También sacó a Casiopea y la dejó en el suelo.

- No se permiten mascotas sueltas en la calle capitana O'Brian. Si no dispone de correa deberá llevarla en brazos. Así que dice haber sido agredida.
- Sí, me han lanzado dardos de Tejuela -Larimar buscó en su chaqueta para mostrárselos, pero no había quedado ninguno enganchado tras el chapuzón. Ante la mirada incrédula del agente le mostró la nuca. En el lugar dónde se le había clavado la espina tenía una buena quemadura y en todo el derredor se le habían formado ampollas.

El mal aspecto de aquello ablandó al agente, que hizo un barrido periférico por la plaza en busca de posibles agresores; pero no observó a nadie de aspecto sospechoso entre los curiosos que, a una distancia prudente, observaban la escena con miradas reprobatorias. El agente volvió a mirar a la mujer.

- Le acompañaré a un dispensario para que le hagan un pequeño reconocimiento, si es tan amable de pasar primero.

Larimar no replicó, en el caparazón de Casiopea había visto fugazmente:
SIGUE CON ÉL.

En el dispensario le trataron la quemadura y le hicieron un test, para comprobar que no estaba enajenada mentalmente. Larimar explicó al agente que había sentido el impacto de un dardo y al ver que eran espinas de Tejuela había tenido que correr en busca de agua. Dado que la doctora confirmó la quemadura por ácido de Tejuela, el agente decidió dejar correr el asunto, impuso a Larimar una multa y le permitió seguir con sus asuntos, apremiándola a comportarse con corrección por la calle.

Al salir del dispensario fue de nuevo al hotel. Necesitaba quitarse aquella ropa mojada inmediatamente. La Sra. Lotte no daba crédito a sus ojos al abrir la puerta y ver a la capitana en aquel estado.

- ¡Capitana!
- Sra. Lotte ¿Sería tan amable de dejarme algo de ropa para poder cambiarme?
- ¡Por supuesto, faltaría más! Pero ¿Qué os ha pasado?
- Un pequeño accidente sin importancia. He caído en el abrevadero. Necesitaría secar mínimamente la chaqueta, he de ir a Comandancia y no puedo entrar sin uniforme.
- La pondremos frente a la chimenea y pediré que aviven en fuego.

Larimar entró en el cuarto de baño y se desnudó por completo, se puso la bata que le había prestado la Sra. Lotte y salió del baño, tras haber estrujado la ropa a conciencia, para que tardara menos en secarse. La pusieron a secar y fue entonces cuando Larimar echó de menos a Casiopea.

- ¿Casiopea? ¡Casiopea! Opalena ¿Has visto dónde ha ido la tortuga que venía conmigo?
- Lo siento señora, no he visto ninguna tortuga.
- Se ha debido de quedar fuera - la capitana abrió la puerta y miró al pasillo, pero no la vio por ningún lado- Bien, si se ha ido será que ya ha pasado todo.
- Larimar, tienes el cuello herido - constató la Sra. Lotte.
- Una pequeña quemadura sin importancia. Voy a bajar un momento a enviar una nota al señor Lay, con permiso.

La capitana salió de la habitación dejando a las anfitrionas un tanto sorprendidas. Opalena continuó el bordado y Emma volvió a su máquina de coser. Ya sólo le quedaban unos adornos y la camisa de Ereleig estaría terminada.

La máquina de fax emitió un estridente pitido. Roc lo oyó, pues estaba leyendo junto a la caja del timón. Dejó el libro y entró en la cabina de comunicaciones. Había una carta para Kuncita. Se dirigía al camarote del segundo cuando tuvo la corazonada de que no estaba allí. Cambió de dirección y entró al comedor. Estaba vacío, por lo que el timonel no tuvo más remedio que ir a la cocina.

Kuncita charlaba con John. El timonel carraspeó un tanto para llamar la atención y el segundo se giró y lo miró.

- Acaba de llegar esto para ti.
- Gracias Roc - Kuncita le cogió la carta y la leyó - La capitana me pide que me reúna con ella en el puerto. Voy a arriar el bote. Roc ¿Me puedes ayudar a montar el mástil? Es para no tener que remar hasta el puerto.
- Por supuesto.

Los hombres salieron de la cocina. John se había ido al fregadero al entrar el timonel y no se movió de allí hasta que dejó de oír los pasos de los hombres. Aún estaba dolido con Roc. Con Kuncita ya se le había pasado, el segundo tenía un encanto especial por lo que era difícil seguir enfadado con él por mucho tiempo. Si Kuncita se iba estarían solos Roc y él en el barco, eso lo habría alegrado de no estar de morros con el timonel. Decidió preparar pan de nueces para mantenerse ocupado.

Entre dos, montar el mástil era un momento. Una vez fijado y listo Kuncita se instaló dentro y controló la cuerda de proa, mientras Roc controlaba la de popa y arriaban el bote con una sincronía sorprendente. Y sorprendentemente al mismo instante pararon y se miraron. Ambos estuvieron a punto de decirse algo y ambos decidieron que no era el momento. Volvieron a dejar soltar cuerda y el bote quedó flotando. Kuncita deshizo los nudos y Roc recogió los cabos. Kuncita desplegó la vela, para aprovechar la racha de viento que le venía de popa, eso le ahorraba remar hasta la bocana. Asió el remo gobernalle y se enfocó a llegar lo antes posible a puerto y saber qué pasaba, porque Larimar raras veces le pedía que la acompañara, y el corazón le decía que estaba pasando algo extraño.

El timonel se quedó en la amurada hasta que el bote fue un punto que se confundía con la escollera del puerto, en breve estaría pisando suelo firme. Caminó despacio hasta el timón y asió la rueda. El contacto con la madera le hacía sentir seguro. Desde muy niño, cada vez que se sentía asustado, confundido o solo, iba a la rueda del timón, la tocaba y se sentía a salvo. Ciertamente su vida se podía resumir en la frase "aferrando el timón, día y noche, tanto en calma como en tempestad". Nunca había hecho otra cosa, ni le había interesado nada más que conservar el rumbo y, la poesía arcaica. Era un secreto que sólo había compartido con tres personas a lo largo de su vida, y dos de ellas hacía tiempo que habían fallecido.

Quiso dejar vagar el pensamiento, por si le venía alguna inspiración, pero lo único que le vino a la mente fue que John y él estaban solos en el barco. Se sentía mal por haberle gritado, y no le había gustado ver cómo se levantaba y se iba al fregadero sin ni siquiera mirarlo. Y había discutido con Egane, por primera vez en tres singladuras, y no se había sentado a su lado en la mesa y tampoco se había despedido de él. Eso le había dolido muchísimo, había cargado sus cosas en el esquife y se había marchado sin más. Por culpa de Kuncita y su exceso de testosterona. Era vergonzoso, no hacía ni dos días que Maeve había muerto y ya iba en celo tras la primera hembra que se le cruzaba, sin tener la mínima consideración por los Uxián, que saltaba a la vista que bebían los vientos por ella desde la primera vez que la vieron. Un par de buenos azotes era lo que necesitaba ese engreído niñato.

Roc sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. ¿Quien se creía que era él para ir juzgando de esa manera a otra persona? Se sintió avergonzado de sí mismo. Él sí que se merecía un par de buenos azotes. Y reconoció que lo que sentía era miedo. Miedo de que Egane le retirase su afecto. Miedo de que los acontecimientos lo llevaran a desenterrar hechos del pasado y perder la tranquilidad que había conseguido con el tiempo. Miedo de perder la relación más satisfactoria que había vivido hasta el momento. Aquel barco le había ofrecido, sin esperarlo, la temporada más sosegada y feliz de su vida. Larimar era una buena capitana, Kuncita un oficial confiable, Emma una alma original y divertida, a veces en exceso, los Uxián excelentes marinos y buenos muchachos, pese a su humilde procedencia y Egane era excepcional, una timonel hasta el tuétano y una música excelente, podía llegar muy lejos si se lo proponía. Y John...

El cocinero amasaba con brío, hasta que entendió que estaba llenando la pasta de enfado. Eso no lo quería. Comer algo hecho con furia no era muy inteligente. Se paró un momento y respiró profundamente. Se concentró en recordar aquella melodía que tarareaba Larimar cuando pelaba patatas o fregaba los platos. La recordó ante el fregadero de la Atrevida, con montañas de platos sucios y las manos llenas de jabón, friega que te friega y canta que te canta. Era algo así como ná, na, na, ná, na na ná nananá naná. Ná, na, na, ná, nananá, nananá naná... Sonrió para sí y entonces oyó a Roc entrar en la cocina, porque no había nadie más en el barco.

- John ¿Estás muy ocupado?
- Estoy preparando pan de nueces.

El timonel se acercó hasta el cocinero, de manera que no tenía que dejar la masa y podía mirarle si quería.

- Quiero disculparme contigo, siento mucho haberte gritado, estaba enfadado y lo he descargado contigo. Lo siento, perdóname.
- Disculpas aceptadas -el cocinero miró al timonel a los ojos- borrón y cuenta nueva.
- Gracias John.
- Voy a acabar la masa y luego prepararé el menú de la semana.
- ¿Puedo saber por qué sonreías cuando he entrado?
- Recordaba a Larimar cuando fregaba platos y cantaba aquella canción que le gustaba tanto del gaytero aquel, del sistema solar 10.

Roc empezó a silbar la melodía. John volvió a quedar sorprendido de lo bien que silbaba el timonel y de cómo era capaz de acertar la canción con tan pocos detalles. Acabó la masa con un concierto personalizado de viento, pues tras la canción de Larimar, Roc le silbó las melodías favoritas de John. Cuando entonó el "Tómala en tus brazos" John no pudo evitar acompañarlo con el zapateado y una vez terminada esa tonada ya no quisieron parar. Subieron a cubierta y se pusieron a repasar su repertorio favorito de canciones para baile Ancient Celts.

Kuncita fue directo a Comandancia, tal como le pedía Larimar en la nota. La tuvo que mirar dos veces para reconocer a su capitana. Tampoco entendía qué hacía en la cola de pago de multas. Cuando Larimar lo vio le hizo una seña discreta para que se acercara.

- Lay, por favor, quédate en la cola, voy a ver si ya es mi turno en instancias.
- De acuerdo. ¿Estás bien?
- Lo estaré en cuanto tenga las instancia y la multa pagada.

La capitana se marchó hacia otra sala y el segundo se quedó guardándole el sitio. Por hacer algo miró el documento y a punto estuvo de soltar un improperio. La multa ascendía a 100 gálax. Era una multa por alteración del orden público. ¿Qué había hecho Larimar para que le hubieran puesto una multa de ese importe, y pareciera salida de un secadero?

Sólo dos personas la separaban de la ventanilla de Instancias. Larimar procuraba tararear mentalmente y no prestar atención a las miradas reprobatorias a su aspecto, cuando sintió a sus espaldas una presencia y la voz burlona del condiscípulo que menos apreciaba de toda su promoción.

- Capitana O'Brian, sigues teniendo un gusto pésimo en vestir e insisto en que el estilo pordiosero está desprovisto, por completo, ya no de glamour sino de cualquier tipo de elegancia, por austera que ésta sea. ¿Lo haces por practicidad tal vez?
- Lord Tobar - Larimar le hizo una ligera inclinación de cabeza, para que quedara patente que lo había oído y volvió a centrarse en la ventana de Instancias.
- Constato que no has cambiado en estos años Larimar. Pero hacedme caso, si vais a quedaros mucho en An-Dro,  pasad por la sastrería de Madame Tomás. Vuestra imagen es reflejo de vuestro barco, hacedlo por él si no lo hacéis por vos, o por consideración a vuestro apellido.

Larimar decidió girarse y contestarle un escueto gracias. El hombre que encontró la dejó desconcertada. Lord Alaisse había perdido las facciones juveniles y honestamente había que reconocer que era un hombre muy apuesto. Su pelo negro se había plateado ligeramente en las sienes. Sus ojos grises miraban con mayor profundidad. Seguía vistiendo ropa a la última moda y conservaba aquel toque elegante que lo hacía sobresalir entre la multitud. Por un momento, le recordó a Stewar Granger, su mentor corsario, que era la elegancia hecha hombre. Por suerte continuaba utilizando litros de perfume y la nariz de Larimar comenzó a quejarse, por lo que, recuperada del primer impacto, lo miró al fondo de los ojos y reconoció aquella opacidad en la mirada y el toque de desdén que le hacían desconfiar de él.

- Gracias por el consejo Lord Tobar, que tenga un buen día.

Ya sólo una persona la separaban de la ventanilla. Larimar sintió cómo Alaisse se alejaba y respiró aliviada. Pensó que era una lástima que alguien tan poco interesante fuera tan guapo, porque había que reconocer que los años le habían sentado de maravilla. ¿Dónde guardaría el retrato? Aquel pensamiento la hizo reír y por fin le llegó su turno. La mirada del administrativo la devolvió al momento presente. Rellenó los formularios, pagó la tasa y adquirió las instancias. Volvió a la cola de pago de multas.

De camino a la chocolatería puso a Kuncita al corriente de lo que le había ocurrido desde que dejara el hotel, y por qué llevaba el uniforme deformado y arrugado. La quemadura volvía a escocerle, pero no quería llegar tarde, pues lo que más le apetecía era estar con su padre. Nada más cruzar el umbral Larimar comprendió que no había sido muy buena idea quedar allí con el aspecto que llevaba. Alaisse tenía razón en una cosa, y es que en An-Dro, un lugar donde el aspecto era tenido en tan alto concepto y, precisamente en la chocolatería más frecuentada por la nobleza, presentarse tan desaliñada era casi una provocación y, efectivamente, la reputación tanto de La Marygalante como del almirante O'Brian quedarían marcadas durante bastante tiempo.

Su padre se levantó en cuanto la vio entrar y fue hacia ella. La recibió con una sonrisa y dos besos en las mejillas y se la llevó hacia los aseos. Pidió una funda a la encargada del guardarropa y se la dio a Larimar. Dentro había un traje nuevo de capitana También un neceser con peine y horquillas, así que pudo cambiarse y peinarse y salir  con un aspecto impecable.

Al entrar al reservado de su padre, vio a Alaisse entre Miss Egane y Opalena, ni rastro de Kuncita. La Sra. Lotte sostenía en el regazo una gran tortuga.