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viernes, 2 de marzo de 2018

AVENTURAS EN LA MARYGALANTE Cap. 4

Querid@s Seguidor@s

Ante una ola de frío nada mejor,para mí, que un tazón de cacao caliente y un libro.

Gracias a los que seguís esta nueva aventura y muchas gracias por vuestros comentarios!!



CAPÍTULO 4

EMMERALD LA RESPLANDECIENTE


Emmerald es la menor de las islas del océano Argio, pero la mejor situada, por ello paso ineludible para cualquier travesía en el hemisferio austral de Komorial. Allí dónde fueses de la isla siempre tenías como mínimo una tetería y un club. La aldea de Cler se componía únicamente de estos dos establecimientos, ya que se encontraba en la encrucijada del centro de la isla, y todo aquel que viajaba hacia un alto allí.

El Antro era la tetería más famosa de la isla, tanto en Emmerald County, la capital, como del resto; y eso que era la región de Slaigo la que tenía mayor tradición de té. El edificio era de piedra azul, con una bonita valla de madera naranja, en la que se enredaban diversos ejemplares de plumbago blanco, de tallos finísimos y grandes flores de tres pétalos.
Al entrar les recibió la clara y alegre luz de velas colgantes, y el agradable aroma de la madera naranja de todo el mobiliario. Dos enormes chimeneas competían en los lados este y oeste del local. En el lado norte se alzaba un pequeño escenario con cortinas de color verde. En el sur la mesa grande, que en el Antro medía nueve metros, estaba abarrotada de clientes que charlaban o bebían. El mostrador estaba en la esquina noreste y la Sra. Lotte se dirigió hacia allí seguida por los chicos.

-¡Hola! ¿Hay que servirse uno mismo en este antro?

Del interior salió un hombre delgado. Miró a la Sra. Lotte entrecerrando los ojos y tras unos instantes una amplia sonrisa se instaló en el rostro del tabernero.

-¡Emma! ¿Cómo es posible que cada año que pasa estés más bella?
- Duncan, siempre tan halagador.
- ¿Ya te has decidido a casarte conmigo?
- No, por el momento sigo en La Marygalante, tenemos nuevos grumetes.
- Me destrozas el alma Emma, llevo un lustro esperando a que dejes de navegar en ese cascarón y te cases conmigo, si tengo que esperar otro lustro más me plantearé retirarte mi oferta.
-Duncan, ya te dije que no tengo planes de volver a casarme.
- Eso mismo le dijiste a Yoel y a los tres meses ya eras la Sra. Lotte.
- Duncan, por favor, ¿Podemos hablar de ello en otra ocasión? Es la primera vez que mis alumnos están en Emmerald y mañana zarpamos de nuevo. Hay tanto que quiero enseñarles.
- Siempre ocupada, siempre más tarde, siempre el último - el hombre alzó la voz y se dirigió a los parroquianos de la mesa grande- ¿porqué me enamoraría yo de la única mujer que no sabe apreciar la buena vida de la camarera?
- ¡Porque fue, es y será la bibliotecaria más bella! -respondieron a coro todos los de la mesa grande y alzando sus bebidas saludaron a la mujer, bebieron y volvieron a sus conversaciones.
- ¡Ay Duncan, no cambiarás nunca! Y hablando de no cambiar, supongo que el tuyo sigue siendo el mejor cacao caliente de Emmerald.
-¡Por supuesto! ¿Tres jarras de mi especial?
-Sí, por favor.
- Id a la chimenea este, os lo llevo en un momento.
- Gracias Duncan.

La Sra. Lotte y los chicos se sentaron en la mesa más cercana a la chimenea este.

- Disculpad a Duncan, es un antiguo pretendiente que no quiere aceptar un "no" por respuesta, y con lo testarudo que es se va a quedar soltero esperando a que lo acepte en vez de buscar una buena compañera. Ereleig, tú no seas tan cabezota y si te dicen no, ve a otra cosa.

- Sí, Sra. Lotte -respondió el chico-.

El dueño se dirigió a la mesa con una bandeja dónde humeaban cuatro jarras. Sirvió una a Opalena, otra a Ereleig, a la Sra. Lotte y la última se la quedó él.

- No me negarás que tome un cacao con vosotros ¿no?
- Por supuesto que no. Es todo un placer y un privilegio. Opalena es la nueva ayudante del Sr. Cook y Ereleig está bajo la tutela del Sr. Lay y los hermanos Uxián.
- ¿Sigue la misma tripulación?
- Sí, seguimos todos en esta travesía.
- Pasarán a tomar algo, espero. Menos Kuncita, que seguramente estará muy ocupado, ya que te ha dejado a su pupilo.
- Sí, seguro que todos vienen a hacerte una visita, nosotros tenemos un poco de prisa, los quiero llevar a la biblioteca.
- ¡Salud entonces! Gracias Etxacoalt por ofrecernos tu más preciado tesoro para alegrar nuestros paladares.

El hombre levantó su jarra y dio un largo trago de la bebida. La Sra. Lotte lo imitó. Ereleig y Opalena también bebieron. Ninguno de los chicos había tomado jamás cacao. Ereleig no conocía ni la palabra y Opalena lo había visto preparar en las fiestas más importantes de la casa, pero ni le habían permitido olerlo siquiera. Ambos quedaron maravillados del sabor de aquella bebida.

-¿ A que es el mejor cacao que habéis tomado?
- ¡Sí señor! Es la cosa más rica que he bebido nunca -respondió Ereleig-.
- ¿Más que el cacao de Komga?
- Bueno, es que es la primera vez que lo tomo señor - dijo el chico, Duncan miró a Opalena y ésta se sonrojó y bajó aún más la mirada-.
- Bien, pues entonces tendréis que volver dentro de un tiempo, cuando hayáis probado cacao de otras regiones y podáis comparar. Aunque ya os digo que soy muy buen preparador de cacao, he ganado el premio Cacao Maravillao más de siete veces. La casa invita Emma. Bebed y disfrutad este regalo de la naturaleza -el hombre tomó de nuevo su jarra y la apuró- Encantado de conoceros chicos. Emma, tenemos una larga charla pendiente y, por favor, no tardes años en volver. ¡Feliz visita a la biblioteca!

 Se levantó y tras una sonrisa dejó al grupo con su cacao y volvió a desaparecer tras el mostrador. La Sra. Lotte fue dando pequeños sorbos a su jarra. Los chicos hicieron lo mismo y durante un rato sólo disfrutaron de la dulce bebida. Una vez las jarras estaban vacías la Sra. Lotte las llevó al mostrador y salieron a la calle, dónde fueron recibidos por una hermosa luna llena de color anaranjado.

El edificio de la biblioteca sobresalía del resto, sus torres se elevaban muy por encima de los tejados de las casas, ya que contaba con cinco plantas. La construcción era redondeada, con amplias ventanas de formas caprichosas. Una de las curiosidades es que todo era redondeado, por mucho que buscaras no encontrabas líneas rectas ni ángulos.

El vestíbulo era amplio, de techo altísimo, con bonitas columnas decoradas por toda clase de fauna y flora. En el centro estaba la recepción. Era un óvalo de madera verde, tan hermosamente trabajada como las columnas. De la recepción subían unas anchas escalinatas, de las que no podías saber si eran de madera trabajada con forma de árboles, o eran árboles auténticos cuyo ramaje formaba los escalones. El silencio era tan cálido como la temperatura. La Sra. Lotte les fue mostrando cada uno de sus lugares favoritos entre susurros.

 Ciertamente la biblioteca era muy hermosa y cuidada con gran esmero. Las estanterías, atiborradas de libros impecablemente ordenados, eran de madera de sándalo y desprendían un aroma suave y relajante que te acompañaba por todo el edificio.
La Sra. Lotte les pidió un ratito para recordar viejos tiempos y dejó a los chicos en la sala infantil, dónde había libros de primeras lecturas. Les informó que volvería cuando cerraran la biblioteca, y lo sabrían porque oirían el carillón. Opalena cogió un libro y fue hacia la ventana.

En la biblioteca de Emmerald todas las ventanas tenían el alféizar tapizado, era uno de los lugares favoritos de lectura para la mayoría de los usuarios; Opalena se acomodó en él y abrió el libro, era un ejemplar ilustrado del abecedario de Komorial y cada página estaba dedicada a una letra, los dibujos tenían un colorido muy llamativo y Opalena quedó abstraída con ellos. Ereleig también lo estaba, aunque no por un libro, sino por los grabados de la madera de las estanterías. Eran tan elaborados y bellos que los fue siguiendo de estante en estante. Cuando la Sra. Lotte entro en la sala sonrió al ver a Opalena en el alféizar, tal como ella había hecho durante tantos años, y a Ereleig de pié mirando fijamente la estantería. El prístino y suave repicar de un centenar de campanillas resonó en el edificio. Opalena alzó el rostro del libro y vio a la Sra. Lotte en la entrada de la sala. Ereleig también fue hacia la entrada, pero muy despacio, repasando nuevamente aquellos grabados tan hermosos.

- He hablado con el Bibliotecario Mayor y nos deja que lo acompañemos al desván.

La mujer los precedió por las escaleras y subieron de piso en piso hasta llegar a la planta cuarta. Allí un anciano, vestido de librea municipal, les esperaba con una lamparilla de luz niérnaga, la única permitida en los archivos, que desprendía un aterciopelado resplandor azul. Subieron en silencio los veintiún escalones de llevaban a la quinta planta, la planta de los libros reservados, y de allí los diez escalones al desván. Se detuvieron ante la puerta que, como el resto del mobiliario, estaba profusamente grabada. El anciano sacó una llave de cobre de gran tamaño, se la mostró a los chicos.

- Este es un privilegio que se os concede por ser los alumnos de una de las mejores bibliotecarias que ha tenido esta biblioteca. Espero que me la cuidéis muy bien, pues dejó de trabajar aquí para enseñar a chicos como vosotros.

El anciano metió la llave en la cerradura y la giró con suavidad. La puerta se abrió sin ningún esfuerzo y todos pasaron dentro. El desván estaba muy oscuro y la lamparilla de luz niérnaga sólo iluminaba poco más de dos metros, tanto Ereleig como Opalena se acercaron al bibliotecario. La Sra. Lotte no parecía necesitar la luz, pues caminó decidida en dirección opuesta al trío, lejos del azulado resplandor. El hombre paró ante un atril dónde un voluminoso ejemplar, abierto justo en la mitad, mostraba su contenido.

- Esta es la joya de la biblioteca, el primer ejemplar del Compendio de Flora y Fauna del Sistema Kaido. Manuscrito e ilustrado por el mismísimo Ebanno, según cuenta la leyenda. Puedes preguntar cualquier cosa sobre plantas y animales de todo el sistema, te lo explica absolutamente todo, pero como todo objeto extraordinario es algo caprichoso y puede ocurrir que no te responda a lo que quieres saber. En alguna ocasión incluso se ha negado a responder y lo único que ves son páginas en blanco. ¿Queréis probar?

El hombre alzó un poco la lámpara para poder verles el rostro. Opalena bajó la mirada al suelo. Ereleig miraba el libro y un tanto avergonzado confesó.

- No sabemos leer señor.
- No es problema, si tu pregunta a de ser contestada la respuesta te vendrá de manera que puedas entenderla.

El chico pensó un momento y dirigiéndose al libro preguntó.

- ¿Por qué los bromen comen Coshu si es venenoso para ellos?

El libro se iluminó brevemente mientras las páginas se movieron por sí solas. Se detuvieron en un punto y dejaron ver el dibujo de un bromen. Una suave voz, que procedía del interior del libro, comenzó a explicar.

" El Bromen es una de las especies más delicadas de la familia Bromerae, que comprende las razas Bromen, Merabro, Bromane y Bramero. El largo pelo característico del Bromen se nutre de proteína piscícola. La glándula bomeronasal, que es como un trocito de piel redondeado que está en la parte más interior del hocico, le sirve para que pueda distinguir entre vegetal, mamífero y pez, pero no más allá de esas posibilidades, por lo tanto habrá que ir con mucho cuidado al alimentarlo y vigilar que nunca coman Coshu, Articte, Rémora o Calio, ya que aunque inofensivos para los humanos son mortales para el Bromen. ¿Quieres saber algo más?"

- Eso -comentó el anciano-es buena señal, le gustas al libro, aprovecha, no sucede todos los días.
-Muchas gracias libro - Ereleig pensó un poco- ¿Qué tipo de hierba es la mejor para que los dadas tengan pelo de calidad carey?

El libro resplandeció de nuevo y las páginas pasaron. Se detuvieron y mostraron un precioso dada de larguísima melena. La suave voz del libro volvió a oírse en la estancia.

"El dada es uno de los animales cuya relación entre calidad de comida y calidad de pelo es de las más evidentes. Para conseguir un pelo tipo carey se han de alimentar de hierba Mullein, que les transmite el tacto suave, cálido y esponjoso que hacen del tipo carey el más apreciado de entre los diversos tipos de pelo. Para que además sea impermeable han de combinar la hierba Mullein con hojas de caucho, en una proporción de un kilo de hojas de caucho por cada día de pasto de Mullein."

- Muchas gracias libro. Ahora entiendo porqué nunca conseguí pelo carey, en Gora-Gura no hay ninguna hierba que se llame de esa manera. Bueno, ahora ya no importa, porque ahora soy grumete y no hay dadas a bordo.
- Emma, ¿Se puede retirar ya la cortina? -Preguntó el bibliotecario-.
-En un momento, me faltan sólo los nudos de la base -contestó la voz de la Sra. Lotte desde la oscuridad-.
- Entonces hay tiempo para otra pregunta. Señorita Opalena, ¿No hay nada que le gustaría preguntar al libro? -el anciano procuró no mirar a la muchacha para no incomodarla, únicamente dirigió la luz hacia ella un poco-.
-No, no señor, gracias.
La Sra. Lotte llegó en ese momento.
- Ereleig, por favor, ¿Me puedes ayudar a subir la cortina?
- Claro Sra. Lotte.
- Dame la mano, te guiaré.

El chico tomó la mano que la mujer le tendía y se internó con ella en la oscuridad. Le dio un poco de miedo caminar sin ver nada, pero la mano de la señora Lotte lo cogía con firmeza y se dejó guiar. La Sra. Lotte se paró y le llevó la mano hasta una cuerda que Ereleig asió. La mujer le dijo que al oír la señal tirara de la cuerda hacia abajo.

-¿Preparado Ereleig?
- Sí, Sra. Lotte.

El bibliotecario apagó la lamparilla y el desván se sumió en una total oscuridad por unos momentos.

- Ahora Ereleig.

El chico tiró con fuerza hacia sí la cuerda y vio como una pesada cortina ascendía hacia el techo. La pared norte del desván era una cristalera en forma de mariposa. Desde allí podías ver toda la ciudad, el puerto y los acantilados de la costa de Emmerald. Bajo la luz de la luna Naranja los acantilados resplandecían con una hermosa fosforescencia esmeralda.

Opalena quedó tan impresionada que se acercó a la cristalera sin pedir permiso. Ereleig se acercó a ella, así como el bibliotecario y la Sra. Lotte.

- ¡¡Ohh!! Se ve toda la costa como si fuera de día -comentó entusiasmado Ereleig y miró a Opalena-. Es una pasada ¿Verdad?
La muchacha lo miró y asintió con la cabeza.
- Ahora sabéis porqué a Emmerald se la llama "la resplandeciente", la fosforescencia la producen las rocas esmeralda de los acantilados, aquí es dónde hay la mayor concentración de esas rocas, y sólo gracias a la luz naranja de nuestra luna las rocas regalan su resplandor. Pero hay que estar justo encima del acantilado para poder disfrutar del espectáculo, o estar en el mar, o estar en el edificio más alto de toda Emmerald, y eso sólo es posible si el desván os admite, claro que ser pupilos de Emma de Lotte deja esa admisión asegurada - el anciano miró a la mujer con una gran sonrisa-.
- Gracias Sr. Reuel, fue un privilegio trabajar para usted.
- Hiciste una gran labor que es recordada. Bien, contemplemos esta maravilla de la naturaleza unos minutos más y tendremos que despedirnos. He de cerrar la biblioteca.

Ereleig ayudó de nuevo a la Sra. Lotte a bajar la cortina y todos salieron del desván. Ayudaron al bibliotecario a cerrar las puertas de entrada y se despidieron. Cuando regresaron para dormir la luna estaba muy alta en el cielo. La Sra. Lotte les dijo que era un extra, por ser su primera salida en puerto, y que los despertaría algo temprano pues quería comprarles algunas cosas más y llevarlos de nuevo a la biblioteca a recoger unos libros. Les acompañó hasta sus habitaciones y les dio las buenas noches.

En la cama Opalena no podía dormir, una extraña sensación de desasosiego le llenaba el corazón. Ciertamente no era capaz de entender muy bien cómo se sentía. Se levantó de la cama y fue a la ventana, desde allí no se veían los acantilados. Lo que sí vio es una pareja que caminaba despacio por la calle, y paraba justo en la puerta del hostal. Opalena reconoció al Sr. Lay por la cicatriz que tenía en el rostro y que la luz del farol mostró con claridad cuando éste se quitó el sombrero. Se retiró de inmediato de la ventana, era mejor no ver lo que estaba a punto de ocurrir. Se metió en la cama tratando de reprimir las imágenes que desfilaron por su mente. Había visto demasiadas veces lo que ocurría cuando un hombre se quitaba el sombrero, ante una dama, frente a una puerta y, de forma irremediable recordó al joven barón de Ketnekassenn. El desaliento se instaló nuevamente en su corazón y las dudas sobre lo que sería de ella. Aparentemente todo era bueno, aquellas parecían ser buenas personas, eran amables con ella y los perros no se le habían acercado pero, había algo extraño en todo, y lo más raro era el barco. No sabía por qué, pero aquel barco le daba un poco de miedo. E irremediablemente, al amanecer, volvería a aquel barco.


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