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martes, 2 de octubre de 2018

AVENTURAS EN LA MARYGALANTE Cap. 11

Llegó el otoño, una de mis estaciones preferidas, que nos trae castañas, boniatos y la fiesta celta de Samhain.... Y un nuevo capítulo. Gracias por continuar a bordo de La Marygalante.




CAPÍTULO 11
CONSUELO NOCTURNO

Larimar se hallaba ensimismada con sus pensamientos, mientras limpiaba el cristal del ojo de buey. Trataba de encontrar la manera más suave de dar las noticias a Lay: la muerte de Maeve, que además de transportar la sal tenían que preparar el mapa actualizado de la nebulosa de Faayum, con la indicación exacta de Hobrén, y si ponerlo al día del intento de deserción de Opalena. Llamaron a la puerta de su camarote, por el sonido era, precisamente, el Sr. Lay.

- Adelante Sr. Lay.
- Vengo a pedirte un permiso especial de una semana para volver a Emmerald.
- ¿A Emmerald?
- Sí, si vamos a recalar diez días en An-Dro no me necesitas.
- Siempre te necesito.
- No, para nada, tenemos toda la burocracia al día y sólo hay que esperar los mapas, no tenemos ningún otro asunto pendiente. Larimar, quiero el permiso, quiero ir a Emmerald a visitar a Maeve -al oír el nombre a Larimar le cambió la cara, el hombre lo notó al instante- está enferma y al parecer tú lo sabes.
- No, ya no está enferma - abrió el cajón superior y sacó la carta de Capitanía, se la tendió a Kuncita-.

El hombre la tubo que leer dos veces para entenderla.

- No puede ser, no puede ser. No puede ser. ¡Lo habría sentido, algo así lo habría sabido!
- Lo has sentido Lay, con retraso - la capitana se le acercó más y le puso la mano sobre el hombro- recuerda que has estado con Osasti hasta hace unas horas -Kuncita la miraba anonadado- Lo siento Lay, lo siento mucho.
- ¿Cuanto hace que lo sabes?
- Poco antes de la cena, estaba esperando un momento tranquilo para decírtelo.

El hombre asintió un par de veces, le devolvió la carta y se giró para salir, necesitaba aire fresco desesperadamente. Larimar lo dejó irse, esperó un instante y también salió. Era el momento de comunicarlo al resto de la tripulación. El segundo tardaría un tiempo en volver a ser el de costumbre.

Kuncita fue a proa y subiendo al bauprés se dejó caer sobre la red, si había un lugar donde estar a solas y gritar a gusto era ese, y con la velocidad que llevaban el sonido se confundía con el chocar del agua en los costados de la nave. Y allí Kuncita Lay-Malone, natural de Eyre, Primer Oficial de Marina dejó ir la ira, la frustración y la tristeza por la pérdida de una mujer a la que amaba, el enfado contra sí mismo por haber estado ausente, la impotencia de no poder hacer nada para revertir la situación y por último la aceptación.

El Sr. Refrany estaba al timón, cuando vio salir a Kuncita a la cubierta, ir directo a proa y saltar a la red. No le había hecho falta verle la cara para saber que estaba trastornado de nuevo. Su primer impulso fue dejar el timón para ir con él, pero la certeza de que Larimar aparecería pronto lo mantuvo en su puesto. La capitana, tal como Roc había previsto, salió poco después y vino directa a él.

- Sr. Refrany ¿Lay está en la red?
- Sí.
- Acabo de comunicarle que Maeve ha muerto -el timonel asintió con la cabeza- voy a comunicarlo al resto de la tripulación, para que estén al corriente.

El resto de la tripulación se hallaba en la sala de estudio. Miss Egane estaba clasificando partituras, quería comenzar a ensayar de inmediato. Los Uxiàn ya estaban preparando parte de la escenografía. La Sra. Lotte les daba clase de protocolo a los grumetes y John leía un libro con el Sr. Eivioc a sus pies. La entrada de la capitana produjo una pausa en todas las actividades, incluso el Sr. Eivioc alzó las orejas.

- Aprovecho este silencio para comunicaros que ayer falleció Maeve Vinchy, el Sr. Lay puede no tener la jovialidad que acostumbra durante un tiempo, quería que supieran el porqué. Es todo, sigan con sus ocupaciones. Buenas noches.

Diversos buenas noches salieron alternados de las gargantas de la tripulación. Larimar salió de la sala, el Sr. Eivioc se levantó y salió tras ella. Ninguno de ellos pudo seguir con lo que estaba haciendo, así que comenzando por la Sra. Lotte y los chicos, poco a poco todos volvieron a sus camarotes.

Una vez más calmado Kuncita se alzó hasta el bauprés y volvió a la cubierta. El viento había amainado un tanto y La Marygalante se deslizaba suavemente por el mar. Roc seguía al timón, el segundo intentó calcular el rato que había estado en la red y si coincidiría con el cambio de turno del timonel. Cómo no estaba seguro se decidió a preguntarle directamente.

- ¿Te queda mucha guardia?
- No.
- ¿Te sustituye Egane?
- No, Corma.
- ¿Me dejarías acabarte la guardia?
-Hoy sí - el hombre se hizo a un lado dejando el paso libre a Kuncita, que cogió la rueda con una mano y ocupo su lugar, una vez allí se hizo con el control completo del timón- el joven para aferrar, y el viejo para el compás.
- Gracias Roc ¿Serías tan amable de avisar a Corma de que le hago el turno?
- Por su puesto - el timonel le puso una mano sobre el hombro y se lo apretó-Tras mala navegación, el puerto sabe mejor- Roc le dio un ligera palmada en el hombro y lo dejó solo.

Larimar no dejaba de dar vueltas en la hamaca. Procuraba dormir, pero no lo conseguía. Encendió la lamparita y trató de leer, pero no era capaz de concentrarse. Finalmente decidió salir a cubierta. No le extrañó encontrar a su segundo en el timón. Fue a su lado.

- ¿Te apetece una taza de té Lay?
- He vaciado el termo hace un rato.
- Pues voy a preparar más ¿Blanco o frutos rojos?
- Blanco, gracias.

La capitana tardó algo más de lo acostumbrado en subir el termo lleno; traía también un platito tapado con una servilleta. Llenó las tazas y le ofreció la suya al hombre. Éste tomó un sorbo. Larimar le descubrió el platito y Kuncita cogió una bola energética.

- Si cubres el turno de Corma es mejor que comas algo, tienes hasta el alba que vendrá a sustituirte Hidie.
- Gracias.

Siguieron tomando el té en silencio. Kuncita comió la segunda bola energética y comenzó a sentirse algo más animado, aunque seguía sin apetecerle hablar, por lo que siguieron en completo silencio. Observando el mar, las estrellas, oyendo en rítmico chocar del agua en los costados de la nave.

El viento comenzó a tomar fuerza a medida que pasaba el tiempo. Larimar se arrebujó en su capa. Miró el cielo, por la posición de la luna faltaban unas dos horas para el amanecer. Volvió a llenar las tazas de té, vaciando nuevamente el termo, por lo que tras servirlo se fue a la cocina a llenarlo de nuevo. Al volver Kuncita siguió con su mutismo. Larimar siguió acompañándolo un rato más, hasta que empezó a sentir sueño.

- Creo que voy a dormir un rato.
- Bien.
- ¿Hay algo que pueda hacer para que te sientas mejor?
- No. Gracias.
- Buenas noches Lay.
- Buenas noches  - Larimar cogió su taza y se encaminó a su camarote.
- ¡Espera Larimar! Sí hay algo que me gustaría que hicieras- la mujer volvió a su lado- Me encantaría oír Botavara.
- ¿La canción de mi madre?
- Sí, anda, cántamela.
- No tengo la voz de mi madre.
- Ya lo sé, pero me apetece mucho oírla. Por favor.
- Está bien -Larimar tomó aire y comenzó a cantar bajito- " Tu nombre grabé, en la botavara, para tenerte presente, cuando la vela izara. El nombre que leo, todas las mañanas, el nombre del marino, que en mi corazón, echó el ancla. Ese nombre con sus letras, que en las noches pronunciaba, el nombre que el rumbo dirige, grabado en la botavara. Un nombre y un destino, grabado en la botavara, para que todos sepan, quien es el marino, al que entregué mi ancla."
- ¿Cómo era aquella canción de aquella cantante que le gustaba a tu madre?
- A mi madre le gustan muchas otras cantantes.
- Pero era una muy famosa, de un país muy lejano, que el estribillo era de las olas.
- ¡Ya sé! Ufff,... Esa es para tener la voz de mi madre.
- Es igual, a mí me gusta tu voz, además te has ofrecido a hacer que me sienta mejor.
- De acuerdo, tú lo has querido: "Grabé tu nombre en mi barca, me hice por ti marinero, para cruzar los mares, surcando los deseos..."

Tras aquella le siguieron otras muchas canciones hasta que una tenue claridad comenzó a verse en el este y Larimar aprovechó el final de la última canción para hacerle notar a Kuncita que comenzaba a amanecer.

-En breve te sustituye Hidie, por hoy se acabó el recital ¿De acuerdo?
- Totalmente, gracias Larimar -la mujer le sonrió y se giró para irse- ¡Una última cosa, por favor! - La capitana lo miró interrogante - Un abrazo.

Ereleig soñaba que estaba ayudando a los Uxián con la escenografía. Lo que iba a ser un sencillo escenario de candilejas se había convertido en un palacio de varias habitaciones, que se elevaban y bajaban según la pieza que tocase Egane. De fondo alguien cantaba. El chico no veía a la cantante, pero su voz le era muy familiar. Los Uxián comenzaron a pedirle herramientas y cosas y él no podía atender a la canción. En un momento le pareció reconocer la letra, si no estaba errado era "El tuist de Monoliso", quiso cantar el estribillo y entonces se despertó.

El chico se rió para sus adentros recordando el sueño. Se dio la vuelta en la cama para volver a dormir, aún era muy temprano. Cerró los ojos de nuevo y entonces lo oyó con claridad. Alguien estaba cantando. Trató de volver a dormir, pero la voz iba y venía y le entró curiosidad por saber quién era. Se levantó y salió del camarote. Desde el pasillo la voz apenas se oía, eso quería decir que quien cantaba estaba en cubierta, Miss Egane lo más probable, debía aburrirse, tantas horas, sola con el timón. Ereleig no llegó a salir a cubierta, hacía un poco de viento y era frío. Y ya sabía quién cantaba, ni más ni menos que la capitana. Se quedó escuchando hasta que acabó la canción y le dijo algo al Sr. Lay. Al este comenzaba a clarear y por eso vio perfectamente como la capitana y el segundo se abrazaban.

El muchacho se ruborizó y apartó la mirada. No estaba acostumbrado a ver intercambio de afecto. Él no tenía familiares y su vida había sido trabajar para alguien, y hasta el momento, la gente con la que había estado no eran dados a muestras de cariño, y menos a él. Pensó que era mejor volver al camarote, no lo fueran a pillar espiando. Lanzó una mirada fugaz y allí seguían abrazados. Esta vez ya no apartó la vista. Los siguió observando un momento. Comenzó a contar. Al llegar a 90 los vio separarse. La capitana besó la frente del segundo, tras lo cual, la vio coger una taza. Era el momento de poner pies en polvorosa.

Larimar alargó el abrazo hasta que sintió que era el momento de separarse. Miró a los ojos a su segundo y le sonrió y, ya que estaba subida al cajón de la caña y quedaba a su altura, en un ataque de ternura, le besó la frente. Kuncita le revolvió el flequillo y sonrió, y casi volvía ser una de sus habituales sonrisas. En breve volvería a ser el gigantón charlatán y divertido con el que había compartido tantos viajes y aventuras. Cogió su taza para llevarla a la cocina y le pareció ver un movimiento en las escaleras. Al parecer todo estaba tranquilo, la noche en vela se dejaba notar. Dejó la taza, preparó más té blanco y, mientras esperaba que el agua hirviese, la comida para el Sr. Eivioc. El cocinero llegó justo cuando la tetera silbaba.

- Buenos días capitana ¿qué tal está Kuncita hoy?
- Pienso que algo más calmado, ha estado toda la noche al timón.
- Le prepararé hojas bretonas.
- Eso le encantará, gracias John - en la puerta apareció Opalena- Buenos días Opalena.
- Buenos días señora.

La capitana salió de la cocina y fue a su camarote a dar de comer al perro. Hidie tomó su desayuno y fue al timón. Kuncita pasó por la cocina a dejar su taza. Pensaba asearse un poco y luego desayunar con la tripulación, pese a la noche en vela no se encontraba fatigado. Por lo que había decidido seguir con su rutina habitual, ya descansaría cuando llegaran al puerto, al ocaso a más tardar.

Al entrar en la cocina notó un olor diferente. Un aroma ligeramente almizclado, y con un toque casi floral. El cocinero le cogió la taza y lo echó de allí amablemente. Kuncita no replicó, como solía hacer, se fue a su camarote a lavarse la cara y cambiarse la ropa.
John enseñaba a Opalena su fórmula secreta para preparar hojas bretonas, cuando advirtió que la chica estaba un tanto pálida. También parecía un poco distraída. Le pidió que le acercara la harina de garbanzo y vio que la chica se apoyaba en el quicio de la puerta.

- Lena ¿Te sientes mal?
- Perdone señor, estoy un poco mareada.
- Ven, siéntate un momento, y toma una taza de te de frutos rojos.
- No es necesario señor, ya me pasa.
- Sí es necesario señorita, y una orden, no te vas a mover de aquí hasta que vuelvas a tener esos preciosos mofletes sonrosados.

El cocinero la obligó a sentare y tomarse la infusión, mientras él terminaba la pasta y comenzaba a cocer las hojas. La chica se sintió mejor una vez acabó la bebida. No entendía qué le pasaba, se sentía algo extraña. Le dolía ligeramente la cabeza y sentía una desazón en el estómago, que le remitió al tomar el líquido caliente. Una vez más aliviada terminó con sus quehaceres en la cocina y, tras el desayuno y una vez fregados los platos fue con Ereleig a la sala de estudio.

La Sra. Lotte observó enseguida que la muchacha estaba algo alterada. Tal vez le comenzaba el nerviosismo previo a su primer baile. Ella misma comenzaba a sentirse alterada y un tanto ansiosa por llegar a An-Dro. Le estaba confeccionando una camisa de gala a Ereleig y aún tenía que terminar el bordado de la banderola para el Bienguiado, quería entregárselo al hijo de Madame Leire la noche del baile. Decidió terminar las clases temprano y así poder ir acabando aquellos trabajos.

Ereleig le propuso a la muchacha jugar una partida de Destino del Cisne, pero a Opalena le volvió la sensación extraña y le confesó que estaba algo mareada y prefería ir a su camarote.

Kuncita había saboreado las hojas bretonas y mientras revisaba la correspondencia le comenzó a dar algo de sueño. Comenzaba a notar la noche sin dormir. Pero se había dispuesto a seguir con su rutina, por lo que siguió con la carta que estaba redactando para Ylaisa y quería enviarle una nota breve de condolencia a la madre a Maeve. La mujer no le había ocultado en absoluto su disgusto ante la relación que mantenía con su hija, pero precisamente por ello él la respetaba más. Además de la nota para la Sra. Vinchy enviaría una carta a Clarissa para decirle que recalaban diez días, o más, en An-Dro.

Una vez terminada y enviada la correspondencia, el hombre siguió sintiéndose un tanto soñoliento, por lo que decidió echar una ligera cabezada antes de la comida. Su idea era descansar de veinte a treinta minutos y continuar con sus labores. Nada más bajar las escaleras le llegó, de nuevo, aquella olor almizclada. Entró en su camarote y se echó en el jergón. Cerró los ojos y comenzó a sentir el cuerpo pesado. Respiró profundamente y comenzó a notar la sensación de adormilamiento. La respiración se le volvió más suave y rítmica y se quedó dormido.

Se despertó de repente, con aquel aroma inundando sus fosas nasales y los sentidos alterados. Se sentía completamente excitado y algo confuso, ya que no entendía hacia quién se dirigía aquella excitación. Esperó a ser capaz de controlar sus instintos, salió a cubierta y se tiró por la borda de popa. Estuvo buceando un buen rato, repasando el casco de La Marygalante bajo la línea de flotación. Constató que precisaba calafatearse en algunas zonas. Una vez se sintió sereno y centrado subió de nuevo al barco.

Informó a Larimar la necesidad de carenar la nave y la capitana le pidió que reservara tiempo para dar unas lecciones de baile a los grumetes, cuando se sintiera con ánimo de hacerlo. El segundo le prometió que comenzaría al día siguiente.

Avistaron el puerto de An-dro cuando el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte. Ereleig montaban guardia junto al timón, que empuñaba con firmeza el Sr. Refrany, que no había abierto la boca en las dos horas que llevaba de turno. El muchacho supuso que no había ningún refrán para aquella situación y por eso el marino no hablaba.
El Sr. Lay subió al castillo de proa y estuvo un buen rato mirando por el catalejo. Se volvió y fue hasta el timón, reemplazando al Sr. Refrany, que se fue tan en silencio como había llegado.

-Muy bien Ereleig, creo que ha llegado el momento, vas a bajar a puerto y colocarás la amarra en el noray, el Sr. Dandy irá contigo.

Al chico se le iluminó el rostro pensando en el privilegio que suponía bajar el primero a tierra. El Sr. Dandy también ladró desde la cofa, al parecer no le hacía mucha gracia que un humano le quitara el puesto, siempre era él el primero en pisar tierra.
Desde el malecón un altísimo hombre de cabello azul comenzó a hacerles señas indicándoles que permanecieran fuera del puerto.

- Bien muchacho, empieza la fiesta. Sr. Dandy recoja las velas. Ereleig por favor ve a decirle a la capitana que no podemos entrar en puerto aún.

El chico salió corriendo a hacer el recado. Justo al bajar chocó con Opalena que también se dirigía al camarote de la capitana.

-Perdona Opalena, estamos casi a punto de desembarcar y ¡yo seré el primero!
- Ah, muy bien.
- ¿Todavía estás mareada?
-No, ya no.
- ¿Vas al camarote de la capitana?
- Sí, me dijo que viniera a su camarote cuando terminase mis tareas.
- Pues entro contigo.

Llamaron a la puerta del camarote y Larimar les dio permiso para entrar. La habitación se hallaba extrañamente repleta de cofres y cajas de un bonito color naranja con cerramientos azules.

- Disculpad el desorden, Ereleig, no te había llamado.
- No señora, el Sr. Lay me ha dicho que le diga que no nos permiten entrar en el puerto.
- Comuníquele que subo de inmediato -el muchacho salió del camarote- Lo siento Opalena, voy a tener que posponer la conversación para más tarde. Necesito entrar en puerto lo antes posible.
- Sí señora. Con permiso.

La muchacha saló y la capitana volvió a coger su carpeta y a repasar de nuevo la lista de todo lo que tenía que hacer de inmediato en An-Dro. Quería asegurarse de que todo estaba en orden y no olvidaban nada para la travesía que les esperaba. El retraso no la preocupaba en exceso tras la última información que había recibido de Meteorología. Al parecer el monzón también se estaba retrasando, por lo que habían podido navegar a toda vela y llegar sin contratiempo al puerto. Una vez resuelto el asunto de los mapas harían el cargamento de sal e irían al puerto espacial y de allí a Westal dónde harían la última recalada, para partir directos a Hobrén. Aún tenía que definir muchos detalles de la ruta, pero los días extras en An-Dro le permitirían hacerlo minuciosamente.

Corma Uxiàn llamó a la puerta y le entregó un telegrama. Larimar lo leyó y supo la razón de no poder entrar en puerto. Más retraso, y quedar al pairo por dos días completos. Sopesó la posibilidad de desembarcar la tripulación y que se alojaran en el hotel. La Sra. Lotte estaría encantada de terminar sus trabajos sin el vaivén del barco, Hidie y Corma aprovecharían para terminar la escenografía y que Egane ensayara, John y Roc agradecerían quedarse en el Club y visitar a sus viejos amigos. Kuncita tendría tiempo para recoger el paquete de Maeve y rehacerse en brazos de Clarissa. Y ella podría aprovechar y calafatear con tranquilidad. Sí, era un plan estupendo, casi mejor que el inicial.

Salía para informar de inmediato a la tripulación y que preparasen sus petates, cuando Kuncita llegó hacia ella con una carta lacrada en azul y negro. Entraron de nuevo al camarote. El sello del lacre pertenecía a la Hermandad y por el peso era una misiva muy extensa.



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